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Sánchez, bajo cero en crédito internacional

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Anotaciones 22

El mayor ataque desplegado por Irán contra Israel en las últimas décadas sorprendió a Pedro Sánchez de gira europea. Mientras la teocracia iraní lanzaba un enjambre de drones y misiles sobre el cielo de Israel, el presidente del Gobierno estaba buscando –con poco éxito– complicidades europeas para el reconocimiento, en plena guerra, de un Estado palestino de más que precaria estatalidad. Es revelador que Sánchez justifique un nuevo desfile por la pasarela internacional cuando los problemas domésticos se le amontonan apelando a que su propuesta sería una contribución decisiva para la pacificación del conflicto y la estabilidad en la región. Ni cuarenta y ocho horas ha tardado la realidad en disipar las excusas de la nueva campaña de imagen sanchista.

El crédito internacional del presidente del Gobierno está bajo mínimos –“cero absoluto”, según el ministro de la Diáspora israelí– y bajando; sobre todo tras la patética reacción del Ejecutivo español a la agresión iraní. A un primer comunicado –incalificable: definía el ataque como “acontecimiento” y priorizaba el llamamiento a la contención de una eventual respuesta israelí– ha seguido otro, marca de la casa: la imprescindible condena llega envuelta y contextualizada en un rechazo a “toda forma de violencia”: hay que mantener la equidistancia de un Gobierno pillado a contrapié. El discurso gubernamental y de toda la izquierda sobre el conflicto en Oriente Próximo se cae por su base cuando una teocracia liberticida, promotora de organizaciones terroristas en toda la región, deja claro su propósito último: acabar con el único Estado del que puede decirse que es allí la sola democracia.

Los actos de reconocimiento de un Estado palestino conformado por las fronteras anteriores a 1967 son mera manifestación de posición política. Contradicen además resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a favor de fronteras “seguras y reconocidas”, negociadas por las partes (Resolución 242, de 22 de noviembre de 1967). Reconocer un Estado hipotético (sin condiciones reales de estatalidad) gobernado de hecho por facciones terroristas, que impugna por principio la existencia misma de Israel porque concibe una Palestina “desde el río hasta el mar”, puede tener hoy consecuencias que van más allá de las previstas por cualquier operación de propaganda. Alimentaría la posición de Irán en la zona apuntalando su capacidad desestabilizadora y se interiorizaría por muchos como reacción remuneratoria a la masacre del 7 de octubre. Reconocer un satélite palestino del régimen de los ayatolás después de esta agresión es demasiado. Incluso para Sánchez.