El nacionalismo catalán necesita jugar la última carta: una manifestación de apoyo a los mártires encausados que sea la expresión de la firme convicción de un pueblo que no está dispuesto a renunciar al ‘derecho a decidir’ y a la República Catalana Independiente. Lo que cuenta es el agit prop independentista a cualquier precio con objeto de insuflar oxígeno a un ‘proceso’ que se ahoga.
El nacionalismo catalán necesita jugar la última carta: una manifestación de apoyo a los mártires encausados que sea la expresión de la firme convicción de un pueblo que no está dispuesto a renunciar al ‘derecho a decidir’ y a la República Catalana Independiente. Lo que cuenta es el agit prop independentista a cualquier precio con objeto de insuflar oxígeno a un ‘proceso’ que se ahoga.
Cataluña nunca ha sido una nación independiente, pero en la actualidad es uno de los territorios con mayor autonomía del mundo. El fundamento cultural sobre el que Puigdemont pretende apoyar el proyecto secesionista no tiene ninguna consistencia: catalanes y resto de españoles comparten historia colectiva. Romper esta historia compartida es un capricho inducido por la propaganda nacionalista.
Cataluña nunca ha sido una nación política independiente o un estado en términos modernos, y en la ctualidad es uno de los territorios con mayor autonomía del mundo. El fundamento cultural sobre el que Puigdemont pretende apoyar el proyecto secesionista es un capricho inducido por la propaganda nacionalista.
“Italia volverá a los gobiernos de amplia coalición para mantener lejos a los antisistema, hoy los populistas. Este puede ser el modelo de división en toda la UE si no se reforma la gobernanza de la Eurozona”
La decisión de Juan José Ibarretxe, presidente del Gobierno vasco, de promover un referéndum ilegal el 25 de octubre del próximo año debería servir, al menos, para devolver a la realidad a todos los que han querido vivir instalados en la alucinación buenista, encabezados por el presidente del Gobierno de la nación, José Luis Rodríguez Zapatero. Y esa realidad, que cualquier Gobierno responsable debería afrontar, es la de una crisis institucional y de la estructura territorial del Estado sin precedentes en la trayectoria democrática de España. Una crisis que no sólo afecta al funcionamiento del Estado, sino que tiene como primera víctima a la propia legitimidad democrática del régimen constitucional.
Adolfo Suárez, primer presidente del Gobierno de la democracia, rodeado del Grupo Parlamentario de la UCD el día en la que el Congreso de los Diputados aprobó la Constitución de 1978. El texto del proyecto fue aprobado por 326 votos a favor, seis en contra y 13 abstenciones. Y fue ratificado por los españoles en referéndum el 6 de diciembre de ese año. En la foto, rodean a Adolfo Suárez (en primer plano y de izquierda a derecha) Salvador Sánchez Terán, Juan Antonio García Díez, Íñigo Cavero, Agustín Rodríguez Sahagún, Joaquín Garrigues Walker (agachado), Gabriel Cisneros, Ignacio Camuñas y Manuel Clavero.
Extracto de la rueda de prensa sobre el referéndum venezolano
07.02.2017. El nacionalismo catalán necesita jugar la última carta: una manifestación de apoyo a los mártires encausados que sea la expresión de la firme convicción de un pueblo que no está dispuesto a renunciar al ‘derecho a decidir’ y a la República Catalana Independiente. Lo que cuenta es el agit prop independentista a cualquier precio con objeto de insuflar oxígeno a un ‘proceso’ que se ahoga.
07.02.2017. El nacionalismo catalán necesita jugar la última carta: una manifestación de apoyo a los mártires encausados que sea la expresión de la firme convicción de un pueblo que no está dispuesto a renunciar al ‘derecho a decidir’ y a la República Catalana Independiente. Lo que cuenta es el agit prop independentista a cualquier precio con objeto de insuflar oxígeno a un ‘proceso’ que se ahoga.
31.01.2017. Cataluña nunca ha sido una nación independiente, pero en la actualidad es uno de los territorios con mayor autonomía del mundo. El fundamento cultural sobre el que Puigdemont pretende apoyar el proyecto secesionista no tiene ninguna consistencia: catalanes y resto de españoles comparten historia colectiva. Romper esta historia compartida es un capricho inducido por la propaganda nacionalista.
31.01.2017. Cataluña nunca ha sido una nación política independiente o un estado en términos modernos, y en la ctualidad es uno de los territorios con mayor autonomía del mundo. El fundamento cultural sobre el que Puigdemont pretende apoyar el proyecto secesionista es un capricho inducido por la propaganda nacionalista.
24.01.2017. “Italia volverá a los gobiernos de amplia coalición para mantener lejos a los antisistema, hoy los populistas. Este puede ser el modelo de división en toda la UE si no se reforma la gobernanza de la Eurozona”

01.10.2007. La decisión de Juan José Ibarretxe, presidente del Gobierno vasco, de promover un referéndum ilegal el 25 de octubre del próximo año debería servir, al menos, para devolver a la realidad a todos los que han querido vivir instalados en la alucinación buenista, encabezados por el presidente del Gobierno de la nación, José Luis Rodríguez Zapatero. Y esa realidad, que cualquier Gobierno responsable debería afrontar, es la de una crisis institucional y de la estructura territorial del Estado sin precedentes en la trayectoria democrática de España. Una crisis que no sólo afecta al funcionamiento del Estado, sino que tiene como primera víctima a la propia legitimidad democrática del régimen constitucional.

01.06.2007. Adolfo Suárez, primer presidente del Gobierno de la democracia, rodeado del Grupo Parlamentario de la UCD el día en la que el Congreso de los Diputados aprobó la Constitución de 1978. El texto del proyecto fue aprobado por 326 votos a favor, seis en contra y 13 abstenciones. Y fue ratificado por los españoles en referéndum el 6 de diciembre de ese año. En la foto, rodean a Adolfo Suárez (en primer plano y de izquierda a derecha) Salvador Sánchez Terán, Juan Antonio García Díez, Íñigo Cavero, Agustín Rodríguez Sahagún, Joaquín Garrigues Walker (agachado), Gabriel Cisneros, Ignacio Camuñas y Manuel Clavero.