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Escenarios políticos posibles tras las elecciones en Israel

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Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid

Los votantes israelíes han basculado entre la ‘mano dura’ en seguridad y una economía muy poco intervenida (Likud) y una política de palo y zanahoria en materia de seguridad y una visión económica menos liberal (Kahol-Lavan).

Las elecciones celebradas en Israel han puesto de manifiesto la división existente en la sociedad israelí. Por un lado, hay un amplio sector de ciudadanos que ha apoyado al Likud buscando la “mano dura” prometida en seguridad y una economía muy poco intervenida por el Estado. Por el otro, el sector de ciudadanos que ha apoyado a la coalición Kahol-Lavan prefiere una política de palo y zanahoria en materia de seguridad y una visión económica menos liberal. Ambos grupos han obtenido mejores resultados de los esperados, por lo que la balanza parece que se decantará por el número de partidos políticos que Gantz y Netanyahu puedan sumar en la investidura en la Knesset. Así podemos identificar una serie de escenarios plausibles para los próximos meses en relación con el gobierno israelí.

1) La primera opción sería un gobierno del Likud en coalición con Shah, Judaísmo Unido por la Torá (UTJ), Yisrael Beiteinu, Unión de Derechas y Kulanu, que sumaría 65 diputados. Si bien esta opción parece la más probable, también podría presentar problemas de viabilidad, ya que las diferencias entre Judaísmo Unido por la Torá y Yisrael Beiteinu en relación con el reclutamiento forzoso de los estudiantes de las yeshivás parecen hacer inviable este ejecutivo que podríamos denominar “de derechas”. De hecho, Lieberman salió del gobierno por sus diferencias con los partidos religiosos y Netanyahu se vio obligado a disolver ante la imposibilidad de aprobar la ley de reclutamiento.

2) La segunda opción abriría la vía a una coalición entre el Likud y el movimiento Kahol-Lavan, que crearía un gobierno de concentración nacional fuerte en apoyos, con 70 diputados, pero quizás débil en cuanto a cohesión. Esta opción, en principio, parece complicada habida cuenta del veto establecido por Benny Gantz a participar en un ejecutivo con Benjamín Netanyahu, aunque sería vista con buenos ojos por el presidente Trump, quien tiene mucha influencia sobre Netanyahu. Una variante de esta opción –por ahora bastante improbable– sería plantear que otro diputado del Likud que no fuera Netanyahu ocupara el puesto de Primer Ministro, lo que dejaría al líder del Likud en el camino de los tribunales.

3) La última opción –también muy poco probable– sería un gobierno de coalición liderado por Benny Gantz con Shah, Judaísmo Unido por la Torá (UTJ), los Laboristas y bien con Meretz o bien con alguno de los partidos árabes. Esta opción, que podríamos calificar como casi imposible, conllevaría muchos problemas de viabilidad porque habría que combinar varios cleavage (brechas) irreconciliables como son la religioso-secular o la judío-árabe. Además, Benny Gantz ya declaró que no tenía intención de contar con el apoyo de los árabes.

En todo caso, no podemos olvidar que si bien es cierto que el Likud parece que será la fuerza política que lidere el gobierno, cabría esperar que este durase como mucho un año, ya que las graves acusaciones que recaen sobre Netanyahu podrían hacerle abandonar el ejecutivo para sentarle en el banquillo de los acusados por los casos en los que está imputado. Ante esta situación, la opción más probable sería una nueva convocatoria electoral, puesto que el Likud, tras los años de Netanyahu, es un partido carente de liderazgo alternativo.

Alternativamente se ha llegado a proponer la opción de aprobar una ley de imputaciones que impediría a la justicia actuar contra un Primer Ministro en ejercicio. Esta opción deterioraría mucho la calidad de la democracia israelí y pondría incluso en entredicho una de las legitimidades del Estado de Israel, la democrática.

En resumidas cuentas, después de la celebración de las elecciones en Israel, lejos de aclararse el panorama, este parece cada día más complicado y cualquiera de las opciones anteriormente planteadas puede convertirse en realidad. En todo caso y a pesar de las dificultades que se vislumbran después de las elecciones, Israel debe hacer suyo el proverbio judío que dice “el que adelante no mira, atrás se queda”.