El sector bancario español es una infraestructura esencial en la economía y la sociedad, desempeñando un papel clave en la estabilidad financiera. Esta contribución tan importante no siempre se refleja en su imagen pública. En periodos de recesión o incertidumbre económica, la banca se convierte en un blanco fácil, siendo frecuentemente señalada injustamente como responsable de crisis financieras y desaceleraciones económicas. Esta percepción contribuye en ocasiones al escepticismo público. Sin embargo, reducir su papel al de un simple “chivo expiatorio” ignora las múltiples contribuciones que este sector realiza a la economía y a la sociedad. Es importante analizar el rol esencial que cumplen los bancos en la construcción de una economía dinámica destacando su contribución al bienestar y desarrollo del país.
Se repara poco en el acuerdo que PSOE y PNV suscribieron en noviembre del pasado año para que Sánchez pudiera contar con los cinco votos jeltzales del Congreso y poder ser investido. Y eso que está documentado, a diferencia del suscrito con Bildu-Batasuna, tan notorio en sus efectos como invisible en su literalidad: durante el proceso de paz se estrecharon tantos lazos que, desde entonces, los socialistas usan tinta simpática para convenir con los herederos políticos de ETA.
No puede derogarse el PHN, el plan más ambicioso de obra pública en mucho tiempo y luego darse aires hablando de potenciar “servicios públicos”. Es siempre el mismo error de concepto. El ideal no es sobredimensionar permanentemente el Estado alegando la urgencia de atender daños sobrevenidos; lo prudente, ahora y siempre, será anticiparse a contingencias desastrosas para evitar o atenuar sus resultados. Siempre será menos oneroso invertir en presas que indemnizar riadas. Menos oneroso no solo para las haciendas sino, sobre todo, para las vidas humanas. Son unas cuantas las lecciones que aprender y hay que tener autoridad moral para impartirlas.
Este es el momento de la responsabilidad solidaria de todos. En primer lugar, del Estado en todos sus niveles político-administrativos. Gobierno central, Comunidades Autónomas y entidades provinciales y locales deben trabajar juntos, coordinadamente, para que ningún esfuerzo, en la hora de la reconstrucción y del resarcimiento de los damnificados, se dilapide. Y también es la hora de la sociedad civil: ayudar a las víctimas de una catástrofe natural es una causa que no cede en autenticidad a ninguna otra; este es un voluntariado que engrana con lo más auténtico que enfrenta la condición humana: la consumación de una tragedia real.
La OTAN y la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea (PCSD) son, y seguirán siendo, multiplicadores de la capacidad individual de los Estados a la hora de afrontar los riesgos y amenazas actuales, pero para que el modelo de seguridad compartida sea eficaz en el entorno geopolítico actual es necesario rediseñar ambos instrumentos, reforzar los compromisos individuales y colectivos en ambas organizaciones, ser conscientes de nuestras debilidades y promover una cultura de defensa y seguridad acorde a los tiempos que estamos viviendo.
En una Francia ensimismada en sus problemas internos, el impacto de las sucesivas crisis ha provocado cambios profundos en el sistema político republicano, que ha llegado a las instituciones de manera abrupta pero insuficiente para producir un cambio de régimen constitucional. Este verano hemos visto la ruptura de la Asamblea Nacional en tres bloques irreconciliables que deben pactar para asegurar el gobierno de la Nación.
Los historiadores Alberto Garín Y Tomás Pérez Vejo conversan sobre las claves que inciden en el relato de la construcción del Estado nación en México, un asunto con visiones encontradas y poliédricas que muchos españoles desconocen y que está en la base de algunos recientes desencuentros políticos.