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No es una novedad que la democracia boliviana viva episodios como el del miércoles con la intentona burda de golpe de estado protagonizada por el exgeneral de las Fuerzas Armadas, Juan José Zúñiga que duró apenas unas horas. Este hecho provocado por el propio entorno del presidente Luis Arce demuestra el grave estado de la democracia en Bolivia y su sistema institucional, y pone en seria evidencia la situación de las Fuerzas Armadas, una de las instituciones más importantes del Estado sobre las que se soporta su seguridad y defensa: éstas carecen de cohesión de cuerpo, están profundamente divididas y no tienen un liderazgo claro.

El presidente Milei tiene un camino difícil por delante. Sin embargo, si a alguien le hubieran dicho hace seis meses que el presidente institucionalmente más débil de la historia argentina podía devaluar la moneda, quitar subsidios al consumo de energía y transporte, y frenar la obra pública, manteniendo un apoyo de más de la mitad de los argentinos que le permite avanzar en sus reformas, creo que realmente le hubiera agarrado un ataque de risa. Por ahora, Milei lo está logrando.

“La apelación a la energía cívica, la apelación a la ciudadanía es la expresión de mayor madurez política que se puede hacer en una democracia que está basada exactamente en la confianza, en la madurez ciudadana. Si lo hacemos habrá una esperanza”, ha subrayado.

 La nota editorial señala que “la ley de amnistía atenta contra los valores del Estado de derecho”, por mucho que el ministro Bolaños se empeñe en reducir la soberanía nacional al Congreso excluyendo no solo al pueblo español soberano (Art. 1.2 CE), sino al Senado; y la Comisión de Venecia no solo no la avala, sino que la cuestiona en aspectos determinantes.