Juan Carlos Jiménez Redondo. Universidad CEU San Pablo
La llegada al gobierno de Pedro Passos Coelho se produjo tras el fracaso del gobierno socialista presidido por José Sócrates. La caótica situación financiera del país obligó al entonces primer ministro a dimitir en 2010 tras el rechazo parlamentario de su cuarto plan de ajuste. De forma inmediata, el gobierno solicitó a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional el rescate financiero de una economía al borde de la bancarrota. Desde entonces, el país vive en una situación fáctica de control financiero por parte de ambas instituciones, dejando al gobierno luso como mero ejecutor de un severísimo programa de ajuste presupuestario.
La descripción de la situación permite inferir dos elementos esenciales. El primero se refiere a la imposibilidad del gobierno de gobernar de forma efectiva. El segundo alude a la idea de repetición de una dinámica ciertamente perversa. Esto es, un gobierno socialista que utiliza el gasto público como factor de legitimación, estirándolo hasta provocar una situación de práctica bancarrota, y la obligación de un gobierno conservador de aplicar una política de ajuste tan severa que acaba siendo víctima de ella, tanto por los efectos objetivos que esos recortes crean, como por la debilidad a la hora de articular un discurso creíble frente al más demagógico, pero indudablemente más popular, utilizado por la izquierda política de denuncia de esos recortes. Discurso cuyo hilo conductor es acusar “a la derecha” de aprovechar la crisis para articular una estrategia de desmantelamiento del Estado del Bienestar.
Resulta una dinámica a corto y medio plazo claramente deslegitimadora de los gobiernos liberal-conservadores, y un arma hacia la radicalización política e ideológica como demuestran los resultados de estas elecciones, que presentan un notable crecimiento de los comunistas y de aquellos que se presentan como independientes, es decir, ajenos, al sistema clásico de partidos.
¿Solución? Únicamente la articulación de un discurso fuerte en términos ideológicos, algo que el gobierno portugués no ha hecho hasta la fecha, anclado en un discurso justificador y meramente defensivo.
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