Anotaciones FAES 42
El Gobierno puede anotarse otra marca. Durante el mandato de Sánchez –y con él ausente– ha tenido lugar la Cumbre Iberoamericana más depreciada de la historia. Lamentablemente, así se recordará su XXIX edición, que tuvo lugar en la ciudad ecuatoriana de Cuenca la pasada semana. España sigue perdiendo posiciones y relevancia como referente político en la región.
Sánchez tenía que “seguir atendiendo la gestión de los efectos de la DANA”, es decir, tenía que seguir atendiendo su campaña de imagen y de hostigamiento partidista, acreditando –por si hicieran falta nuevas pruebas– ser incapaz de entender la política como algo distinto de la propaganda. Por mucho que España esté siempre bien representada en la persona del Rey, la ausencia del presidente del Gobierno implica la ausencia de la figura institucional que da peso político y asume en estas Cumbres una función movilizadora insustituible. Basta con repasar su historia para constatar, con desolación, hasta qué punto hoy se prefiere compadrear con autocracias que desempeñar el papel que nos corresponde.
En Cuenca se dieron cita apenas la cuarta parte de los presidentes convocados, incluidos el Rey y el presidente anfitrión. Diez menos que en la última ocasión, la mitad de su menor registro histórico. Eso habla de un clima tan aborrascado entre naciones hermanas como poco propicio para corregir la deriva populista en la región.
En cuanto a España, siempre es peligroso olvidar que las Cumbres Iberoamericanas nos importan como nación, porque benefician a nuestras empresas y nos dan peso y proyección internacional, de los que no andamos muy sobrados últimamente; además, nos toca ser los próximos anfitriones.
Tendremos que seguir esperando para ver a este Gobierno salir de una marginalidad envuelta en celofán cuando se trata de actuar en el exterior; por no mencionar bochornos como el de su complicidad con el régimen de Maduro en el exilio inducido del presidente electo de Venezuela. No estamos bien situados ante la redefinición de la relación trasatlántica que se avecina, ni formamos parte de la primera línea que toma decisiones en Bruselas, ni tampoco estamos bien posicionados en ningún otro de los principales ámbitos de decisión internacional que nos afectan.
Todas estas carencias revelan déficits evidentes en política exterior y quieren ser compensadas con toneladas de maquillaje y retórica pretenciosa, para tratar de convertir esa vertiente del mando político en otro recurso de consumo interno. Apetito de relumbrón sin coherencia alguna. Por eso se denuncia la responsabilidad homicida del cambio climático movilizando hasta tres aeronaves para acudir a cumbres ambientalistas –a éstas sí– y figurar posando de aguerrido climate warrior con logotipo de la ONU al fondo.
Pero las relaciones públicas no agotan la política exterior. Los gestos no sustituyen las políticas de alcance, ni el turismo diplomático sirve para reforzar el peso internacional de España. La contribución sanchista a la devaluación de la última Cumbre Iberoamericana es otro síntoma –uno más– de lo lejos que queda la época en que España acudía como ejemplo de éxito económico y político, como referencia democrática para toda la comunidad de naciones hispánicas. Y es que…solo da ejemplo quien es ejemplar.