Anotaciones FAES 43
“Hay que mirar con ojos de normalidad la realidad parlamentaria que tenemos”. Esta encendida apología del estrabismo la formuló ayer la portavoz del Gobierno, incapaz de explicar el último pandemónium entre socios de mayoría. Lo sucedido este lunes en la Comisión de Hacienda del Congreso resultó ser una ilustración perfecta de lo que puede esperarse de esta Legislatura justo al cumplirse un año de la investidura de Pedro Sánchez. De lo aprobado este lunes no sabemos qué resultará cuando se celebre el Pleno del jueves. Y hablamos de materia fiscal: todo un canto a la seguridad jurídica y al estímulo inversor… Lo que se vota es, ni más ni menos, la creación de un impuesto que grava con un 15% a las multinacionales, con sus correspondientes enmiendas, entre las que figura el impuesto a la banca. Toda esta materia, nada trivial, se halla al albur de un sistema de vetos cruzados hecho rutina para la mayoría (?) que sostiene (!) al Gobierno. Podemos amaga con tumbar el acuerdo –qué estampa la de la diputada socialista en ademán de súplica– entre PSOE, ERC, Bildu y el BNG. Acuerdo vía Real Decreto-Ley que habría que convalidar en treinta días. Contradicho, además, por un comunicado posterior del ministerio confirmando el compromiso con Juntsde no gravar a las energéticas que inviertan en descarbonización.
Con independencia de lo que pase el jueves –escenario sugerente: Ábalos al desempate–, el pecado original de la Legislatura se ha hecho demasiado visible. Y precisamente por eso, Pilar Alegría nos invita a no mirar; o lo que es lo mismo, a ver con “normalidad” lo que será cualquier cosa, pero, ¿normal? Desde que Sánchez celebró su derrota con aquél “somos más”, nada es normal. No es normal la corrupción política implicada en una amnistía anticonstitucional y oportunista. No es normal este rosario de imputaciones: de un exministro, del fiscal general del Estado y de la propia esposa del presidente del Gobierno. No es normal negociar investiduras y presupuestos desde el extranjero con prófugos de la Justicia. No es normal intercambiar presupuestos por excarcelaciones de etarras. No es normal conceder conciertos fiscales al margen de la Constitución. No es normal haber convertido el Parlamento en retablo del maese Pedro donde se naturalizan los estacazos hasta el punto de repartirlos entre socios de mayoría.
Nada de lo que estamos viviendo es normal, porque desde 2018 nos gobierna una anomalía. Anomalía es sustentar cualquier acción de gobierno en la exclusión del partido más votado. Por mucho que nuestro sistema sea parlamentario y legítima cualquier combinación mayoritaria, no todas son normales o viables. No es normal marginar en los pasillos al que gana en las urnas, y menos asociándose con el último extremista que pase.
En el bloque de investidura no puede haber cohesión porque es una pura coalición negativa, hecha para cerrar el paso a alguien, no para dar paso a nada. Eso necesariamente aboca a la inestabilidad y el bloqueo. El Gobierno, en realidad, vive en precario desde 2018. Sánchez generó el río revuelto en el que ahora pescan todos los enemigos declarados de la Constitución y de la idea de España. Y lo peor es que, llegados a este punto, su supervivencia política pasa por exacerbar todavía más la venenosa dinámica que prolonga su presidencia. Lo peor es eso: el pegamento de esta coalición negativa es el disolvente de la comunidad gobernada. Las grietas entre socios de mayoría se reparan aumentando las que dividen a los españoles entre sí. Cada desconchado en el bloque de investidura anuncia una nueva hilada en el “muro” que acordona a media España.
¿Contemplar “con ojos de normalidad” este paisaje? No se debe insultar así a los españoles. Solo los pueblos muy envilecidos –y el español no lo es– aceptan, sin más, normalizar lo aberrante.