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Financiar la paz: mercados de capitales e industria de defensa

Mejorar la financiación de la defensa europea se ha convertido en una necesidad urgente para las diferentes naciones de la Unión Europea. Si la guerra de Ucrania ya demostró que los dividendos del fin de la Guerra Fría se habían terminado, la reelección de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. ha vuelto a dejar en evidencia, una vez más, que Europa no puede continuar teniendo una dependencia absoluta de Washington para su seguridad. El inevitable aumento en los presupuestos de defensa, que nuestros aliados estadounidenses llevan reclamando, por lo menos, desde el primer mandato de Obama, difícilmente va a resolver en el corto plazo las deficiencias tanto a nivel militar como de capacidad industrial que llevan acumulándose durante décadas. Las limitaciones del gasto estatal, así como los altos niveles de deuda pública, abocan a los gobiernos europeos a buscar aliados en los mercados de capitales que puedan movilizar los ahorros de los europeos para así financiar al sector empresarial de la defensa y revivir la capacidad industrial militar de Europa.

La brecha de financiación de la industria de defensa

Sin embargo, frente a esta realidad fiscal y estratégica, un análisis del ecosistema de financiación de la industria de defensa muestra que el sector sufre graves carencias a la hora de acceder al capital, lo que supone una barrera difícilmente franqueable. Este problema es evidente y ha sido reconocido incluso en el Informe Draghi. En un estudio de 2024, la Comisión situó la brecha de financiación para las pymes de defensa en la UE en 2000 millones de euros de capital (equity) y entre 1000 y 2000 millones de deuda. Estas estimaciones son conservadoras y sólo incluyen a empresas centradas en tecnologías de doble uso tanto con aplicaciones civiles como militares. La brecha de financiación real probablemente sea muy superior teniendo en cuenta que la Comisión también ha estimado la brecha de inversión total en defensa en 425 000 millones de euros.

La Comisión Europea ha comenzado a responder a los nuevos tiempos y a las realidades estratégicas con algunas iniciativas tímidas, pero positivas, que incluyen la European Defence Industrial Strategy y el European Defence Industry Programme. Este último, que se encuentra en proceso de aprobación en el Consejo de la UE y el Parlamento Europeo, incluye un presupuesto de 1500 millones para comenzar a paliar la brecha de financiación. Esto, junto al European Defence Fund, son pequeños pasos en la buena dirección, pero no resuelven la casi completa falta de acceso de la industria de defensa al sector bancario y a los mercados de capital europeos.

Por ejemplo, la desconexión con el sector bancario es especialmente grave hasta el punto de que muchas empresas del sector, incluyendo grandes consorcios con apoyo o participación estatal, tienen dificultades a la hora de abrir y mantener cuentas bancarias corporativas o realizar y recibir transferencias. Más allá de la exclusión del sector de servicios básicos para el funcionamiento de cualquier empresa y mercado, la falta de acceso al capital implica que las empresas de defensa tienen peor capacidad para mejorar su producción, desarrollar nuevas tecnologías o responder a los picos de demanda. Esto último se ha visto claramente con el desabastecimiento generado por la Guerra de Ucrania y especialmente en el impacto que el déficit de proyectiles de artillería de 155 mm ha tenido en el campo de batalla.

Es comprensible hasta cierto punto la reticencia del sector bancario dadas las características especiales e idiosincráticas del sector, que pueden generar dificultades operacionales para las entidades bancarias, por ejemplo, a la hora de aplicar sus procesos de due diligence. Estas características también imponen altas barreras de entrada para potenciales inversores que, incluso si tienen experiencia en sectores industriales, deben adaptar sus estrategias de inversión a:

  • La dependencia del mercado de los contratos estatales y una cartera de clientes muy limitada. Además, los contratos del sector suelen ser a largo plazo, lo que asegura la estabilidad de los ingresos, pero ralentiza el volumen de negocios y su crecimiento.
  • Riesgos políticos, geopolíticos y regulatorios.
  • Cambios tecnológicos muy rápidos en un sector tecnológicamente intensivo y que tiene una necesidad constante de innovación y adaptación.
  • Controles estatales que pueden dificultar finalizar las inversiones de private equity o capital riesgo (venture capital).
  • La evidente confidencialidad que rodea a todos los asuntos de seguridad nacional, que dificulta la transparencia del sector y el acceso a información por parte de inversores.

Los altos niveles de regulación y control estatal que existen en cada país, así como la fragmentación de la defensa en Europa, también imponen barreras adicionales para inversores que quieran diversificación geográfica. Además, la poca envergadura del mercado europeo dificulta su funcionamiento, por ejemplo, al faltar liquidez y mercados secundarios para estos inversores.

Al contrario que en EE. UU., en Europa la estrategia de inversión en defensa no tiene suficiente tamaño entre los fondos de inversión y es probable que no haya ni una docena de gestores con equipos y cantidades relevantes de activos bajo gestión. Sin embargo, se da la paradoja de que es el sector del capital privado (private equity, deuda privada y capital riesgo) el que mejor posicionado está para proporcionar capital y financiación a gran escala, pues son estos fondos de inversión los que verdaderamente pueden absorber el riesgo y la iliquidez que implican las inversiones en defensa.

En el ámbito de la innovación y las start ups de tecnología de defensa –Defence Tech o DefTech–,el problema se enmarca dentro de las dificultades a las que se enfrentan el capital riesgo y las start ups en la UE. Tanto en el mundo civil como en el militar, Europa no padece de falta de capacidad innovadora, sino de una falta de acceso al capital riesgo que ahoga el crecimiento de estas empresas y las fuerza a mudarse, en la mayoría de los casos a EE. UU., para encontrar el capital que necesitan. Son estas limitaciones del capital riesgo europeo las que impiden que surja una empresa como Anduril en Europa.

Aunque no son insignificantes, estas dificultades se podrían superar con reformas y apoyo estatal y con bancos e inversores que tuvieran conocimiento del sector y de las oportunidades económicas que ofrece. Sin embargo, en las últimas décadas, el ecosistema financiero europeo ha adolecido de la misma mentalidad que se estableció en los gobiernos y la sociedad tras el fin de la Guerra Fría y que ve a las fuerzas armadas, y a la industria que las mantiene, como algo innecesario, inmoral o como un instrumento meramente humanitario o de protección civil.

Aunque, en general, esta visión de la defensa ya se ha abandonado, el vacío de experiencia, iniciativas e ideas continúa a muchos niveles. En el mundo financiero, además, el énfasis en las finanzas verdes y los criterios ESG de los últimos años ha interactuado perversamente con esa visión y ha provocado que muchos inversores directamente excluyan a la defensa, poniendo al sector en la misma lista que el tabaco o el petróleo. Conscientes del peligro que conlleva esta tendencia, desde la Comisión Europea se ha puesto mucho énfasis en 2024 en que ninguna regulación europea sobre finanzas verdes o ESG impide la inversión en defensa.

Las reticencias que pueden tener algunos inversores son legítimas, hasta cierto punto, desde el punto de vista ético o del riesgo reputacional. Sin embargo, dada la realidad estratégica de Europa, las líneas generales sobre la moralidad de la industria de defensa, especialmente en lo relacionado con el armamento ofensivo, deben basarse en el derecho internacional, que sólo prohíbe ciertos tipos de armas especialmente indiscriminadas o crueles, como las minas antipersona o las armas químicas y biológicas. Frente a esta visión que se pierde en laberintos moralizantes, desde las autoridades públicas se debe promover el valor estratégico, social y económico de la defensa.

Políticas públicas para mejorar el acceso de la defensa a los mercados de capitales

Desde Bruselas se ha puesto demasiado énfasis en la perspectiva verde y sostenible para afrontar la brecha de financiación. Aunque es positivo que desde la Comisión se confirme que el marco regulatorio sobre finanzas verdes y ESG no impide la inversión en defensa, el enfoque actual de algunas autoridades en Bruselas busca justificar la inversión en defensa como parte de los objetivos sostenibles y verdes, acuñando el eslogan de “No hay sostenibilidad sin seguridad”. Tanto legisladores como inversores deberían sacar a la industria de defensa del marco de las finanzas verdes y la descarbonización, ya que el valor de esta no pasa por su contribución a los objetivos sostenibles sino a la seguridad y paz en Europa. Desde un punto de vista de políticas públicas, una señal clara por parte de Bruselas para los mercados de capitales sería la exención para la industria de defensa de regulaciones verdes como SFDR y CSRD. El objetivo que se debería buscar en este ámbito es que los inversores no puedan escudarse en sus políticas de ESG para marginar a la defensa.

Más allá de abandonar enfoques poco realistas, es imperativo potenciar lo que en España se conoce como ‘cultura de la defensa’ entre los mercados de capitales, con el objetivo de generar interés y experiencia sobre la industria y que los inversores, y sus accionistas, puedan reconocer las oportunidades de beneficio que existen. Desde este punto de vista, parece lógico que tanto inversores como autoridades europeas busquen lecciones en EE. UU., donde ya existe un mercado de capitales dinámico, exitoso y que funciona bien a la hora de financiar el crecimiento de su industria doméstica de defensa y la innovación en nuevas tecnologías militares.

Atraer inversores experimentados y capital de EE. UU. parce una solución lógica para construir un mercado europeo más rápidamente. Además, desde un punto de vista estratégico, una mayor interconexión entre el capital estadounidense y la defensa europea también serviría para reforzar el compromiso estadounidense con Europa. Por otro lado, potenciar las inversiones extracomunitarias podría ser un arma de doble filo, tanto por sus implicaciones para la autonomía estratégica europea, como por los riesgos de seguridad nacional que conlleva. Estos riesgos serían especialmente graves con inversiones como las de private equity que otorgarían control de empresas estratégicas al capital extranjero, aunque en Reino Unido el gobierno ha aprobado varias operaciones de este estilo en los últimos años. En cualquier caso, otras estrategias de inversión como la deuda privada podrían superar con mayor facilidad estos escollos.

Cerrar la brecha de financiación de la industria de defensa también depende del desarrollo de la Unión de Mercados de Capitales en Europa. En los últimos años esta ha avanzado positivamente, por ejemplo con la mejora de los fondos de inversión a largo plazo europeo (ELTIFs), que pueden ser un vehículo de inversión adecuado para la defensa, así como con la revisión de AIFMD y la nueva reforma del mercado de titulizaciones (Securitisation Regulation), que también puede facilitar las inversiones en defensa y un futuro mercado secundario.

Más allá de estas consideraciones generales, hay un número de medidas y políticas públicas que se podrían emprender en el corto y medio plazo tanto en Bruselas como en las capitales europeas para cerrar la brecha de financiación:

  • Apoyar a la banca tradicional, especialmente a bancos pequeños y medianos, para facilitar el acceso a servicios bancarios de las pymes del sector. La banca margina a la defensa por los riesgos reputacionales que conlleva y las complejidades del sector. Estos riesgos podrían ser minimizados por parte de las autoridades públicas con garantías para empresas estratégicas, así como con mayor educación sobre el funcionamiento del sector y acceso a información, contratos públicos y licencias para facilitar los procesos de due diligence de la banca. Los supervisores bancarios también podrían intervenir para asegurarse de que no haya discriminación de empresas estratégicas a la hora de acceder a servicios bancarios.
  • Eliminar la limitación de doble uso del Banco Europeo de Inversiones (BEI). El BEI actualmente sólo puede invertir en empresas de defensa cuyos productos también tengan aplicaciones civiles, lo que se ha convertido en la principal barrera para la normalización de la industria de defensa en el mercado. Los Gobiernos de la UE, como accionistas del BEI, deben eliminar esta restricción para poder convertir al BEI en la punta de lanza de los nuevos inversores en la defensa europea. Esto mandaría una señal inequívoca y real sobre el apoyo público a la industria. Además, permitiría que el BEI se involucre más en la construcción de este mercado en Europa y promueva la entrada de nuevos actores, especialmente para eliminar riesgos para nuevos inversores, por ejemplo, proporcionando garantías de primera pérdida o aceptando la posición de mayor riesgo de una inversión. Por último, a largo plazo, el BEI puede ser esencial para crear un mercado secundario que proporcione liquidez al mercado, por ejemplo, promoviendo las titulizaciones de deuda corporativa de pymes de defensa o actuando como intermediario para bancos pequeños que deseen transferir riesgos a los mercados de capital más amplios.
  • Desarrollar el modelo de la Defence Equity Facility para conseguir mayor colaboración público-privada. El Fondo Europeo de Inversiones (FEI) lanzó en 2024 un proyecto piloto para apoyar las inversiones de capital riesgo y private equity en start ups y pymes de defensa. Este modelo es adecuado para la colaboración público-privada y ya funciona con éxito en otros sectores, por ejemplo, en estrategias de blended finance. De esta manera, inversiones públicas relativamente modestas pueden movilizar cantidades considerables de capital privado para proyectos, sectores y empresas estratégicas. Sin embargo, hasta ahora la Defence Equity Facility ha estado muy limitada tanto por la pequeña cantidad asignada al fondo, 175 millones de euros, como por la restricción de doble uso. Por tanto, se debería desarrollar este modelo con mayor ambición por parte del BEI y del FEI, flexibilizar los criterios de acceso para llegar a mayor número de pymes y reducir la burocracia y tiempos necesarios para que las empresas puedan acceder a estos fondos.
  • Incentivos fiscales y mejoras de los requisitos prudenciales para incentivar la inversión privada en defensa. A nivel nacional, dado el pequeño tamaño de la defensa entre los activos gestionados en los mercados de capitales, se podría promover un mayor crecimiento del mercado a corto plazo ofreciendo incentivos fiscales tanto para inversores como para start ups y pymes del sector. Dado que el objetivo sería favorecer el crecimiento del mercado y la creación de economías de escala entre inversores y pymes, estos incentivos podrían tener una limitación temporal. Por otro lado, a nivel europeo, se podría revisar el tratamiento prudencial que obtienen las inversiones de banca y aseguradoras. Los requisitos prudenciales establecidos en el marco de Solvency II y la Capital Requirements Regulation están siendo cuestionados en varios contextos, incluido en la revisión de la regulación sobre titulizaciones. En este contexto se podría favorecer a la industria de defensa en los requisitos prudenciales, especialmente para inversiones conjuntas con el EIB o EIF, pues estas participaciones reducirían el perfil de riesgo.
  • Mejorar la comunicación entre la industria de defensa y los mercados de capitales. Las jornadas con inversores y conferencias como el EU Defence Industrial Investment Forum, organizado por la Comisión Europea en noviembre de 2024, facilitan las interacciones de los inversores con legisladores y con la industria de defensa. Sería positivo que tanto desde Bruselas como desde las capitales europeas se promuevan más foros que junten a inversores, industria de defensa y autoridades europeas y estatales. Las conferencias que permiten que inversores y empresas establezcan contactos y se eduquen mutuamente son especialmente importantes en un sector en el que muchas pymes y start ups desconocen las opciones de financiación existentes.