Como la prisa demoledora del Gobierno supera toda retentiva normal, conviene hacer inventario. Los socialistas cuentan con una fatiga por saturación en la opinión pública. No es fácil asimilar y retener tantos episodios de nepotismo, arbitrariedad, colonización institucional, ausencia de decoro, y abuso de poder, sucediéndose de forma casi cotidiana. El rapidísimo solapamiento de los escándalos acaba convirtiéndolos en rutina tediosa y distiende el resorte moral del más pintado. ¿Quién soporta un bombardeo en alfombra y vive para contarlo? Sin embargo, la tarea de reconstruir un campo devastado debe contar siempre con una cartografía exhaustiva de daños. Imposible cimentar nada sólido sin nivelar antes un terreno sembrado de cráteres.
En el contexto internacional más volátil y peligroso en más de medio siglo, España cuenta con un Gobierno sin proyecto, sin presupuestos y sin escrúpulos políticos; dispuesto a entregarse al dictado de fuerzas antinacionales y a dar de lado el orden constitucional cuando compromete la prórroga en que vive instalado bajo supervisión de sus socios. Sánchez hace rato que va desnudo; desde hace mucho, quedó en evidencia su condición de nudo propietario de un poder que otros condicionan y ejercen en última instancia.
En las últimas notas hemos podido ir haciendo la relación de ese inventario ineludible. Nuestra cita trimestral implica, necesariamente, una periódica adición de anexos. Aquí van los estrenos de la temporada de primavera:
- El prófugo de Waterloo anuncia, sin ser desmentido, un compromiso con el Gobierno para “resolver en verano lo de la amnistía”, con la imprescindible colaboración del Tribunal Constitucional.
- Continúa la postergación del Parlamento como elemento vertebral de nuestra democracia (parlamentaria). La ministra portavoz califica de “pérdida de tiempo” la obligación constitucional de someter a las Cámaras un proyecto de presupuestos.
- El president Illa, máximo exponente de la supuesta “normalización” del pleito catalán y el “reencuentro” entre golpistas y golpeados proclama, en Madrid, que España es “un Estado compuesto y plurinacional” mientras avanza los detalles de la “financiación singular” por la que el contribuyente madrileño, entre otros, aportará su óbolo a la construcción nacional de Cataluña, rebautizada como “programa para reducir desigualdades”.
- También llegan al País Vasco las remesas del ibuprofeno socialista: el secretario del PSE, Eneko Andueza, alfombra el camino para el “reconocimiento nacional” de Euskadi. En línea con Pilar Alegría y Salvador Illa, abona la tesis de que las definiciones constitucionales son una “pérdida de tiempo”, una mera “cuestión de palabras” postergable, en todo caso, cuando se trata de pisar moqueta.
- Si la condición nacional de España es una apreciación semántica sin apenas relieve y los mandatos constitucionales –cuando obligan al Gobierno– una “pérdida de tiempo”, la presunción de inocencia deja de ser un derecho fundamental para convertirse en una “vergüenza” en labios de la vicepresidenta. María Jesús Montero encuentra una oportunidad ideal para refutar a Cesare Beccaria en su improvisada precampaña andaluza. Vaciar la Constitución no basta; si 1200 millones de euros “no son nada”, podía esperarse que los fundamentos del Derecho Penal moderno fueran poca cosa para la titular de Hacienda.
- La seguridad es materia prioritaria en la agenda política europea por circunstancias que están al alcance de cualquiera y a cuyo análisis se dedica buena parte de este número de Cuadernos. Pero la seguridad y la defensa no son prioridades del sanchismo. Porque resultan materias potencialmente disolventes para la coalición negativa que lo sustenta. En cada crisis de Seguridad Nacional que ha tenido que afrontar, Sánchez ha practicado siempre el mismo movimiento táctico: la retirada. Retirada en la pandemia (a su deserción se la llamó “co-gobernanza”), retirada en Paiporta, retirada en materia de inmigración ilegal, en inversión en capacidades militares, etc.
- Continúa el acoso gubernamental a la libertad de prensa y se intensifica la coacción sobre grupos de comunicación para controlar la oferta pública y privada de medios. En el año de los fastos por el cincuenta aniversario de la muerte del dictador, Pedro Sánchez ha tenido el dudoso honor de ser comparado con Franco por el presidente del diario El País en una Tribuna publicada en el propio medio. Hay noticias que se comentan solas.
Y el inventario puede prolongarse sin muchos visos de alcanzar su saldo definitivo hasta que se produzca el relevo de un Gobierno siempre fiel a su política de “tierra quemada”; sobre todo cuando está de retirada: es sabido que una tropa en fuga desordenada multiplica su potencial devastador.
Por eso es ardua la tarea que tiene por delante la alternativa nacional que representa el Partido Popular. Le toca conjugar desde la oposición la oferta de un proyecto que mitigue la impaciencia de una mayoría hastiada por los abusos del sanchismo y, al mismo tiempo, denunciar con eficacia cada uno de esos abusos, haciendo reconocible su auténtica dimensión.
Para dar esperanza mientras llega la oportunidad de hacer efectivo el relevo que España necesita, habrá que ser infatigable. Cada destrozo socialista deberá ser registrado como un llamamiento a la reforma. Cada desafío deberá encontrar una respuesta en forma de propuesta. La sociedad española tiene que saber que hay una alternativa y que el tiempo que media hasta que pueda hacerse realidad está siendo aprovechado para construir el inventario de las heridas que hay que suturar, los desperfectos que hay que restaurar, las agresiones que hay que reparar. No un simple catálogo de promesas electorales, sino un auténtico proyecto reformista y reconstructor.
Porque ya sabemos cuál será la maniobra de Sánchez cuando llegue el momento: la única posible para quien, hace ya mucho, se condenó a no tener más opción que la de prosperar dividiendo a los españoles. Puede descontarse que, cuando vea una oportunidad, volverá a apelar al voto radical para reeditar su “frente amplio”. Y sabemos lo que eso supone: volver a ser el candidato por Madrid de Bildu, ERC, Junts y la extrema izquierda.
Para aquellos cuyo programa explícito consiste en la voladura de la nación, Sánchez volverá a refrescar la oportunidad de liquidar lo inaugurado en 1978. El socialismo en desbandada ya solo puede atrincherarse en las instituciones que logre colonizar o intentar de nuevo lo que constituye el fondo de su único programa: la exclusión sine die de la alternancia democrática.
El éxito del Partido Popular es una urgente necesidad nacional. No será completo y fecundo si descuida el inventario de destrozos sanchistas. Precisamente porque la herencia que reciba no será de las que se pueden aceptar a beneficio de inventario, sucediendo al causante al margen de sus deudas. Un escenario conocido para el centro-derecha español: el de la herencia envenenada, pero esta vez el pasivo es de nivel inédito, sobre todo en su componente estrictamente política. Al descuadre presupuestario habrá que sumar el minado institucional, el fomento inducido de la radicalización nacionalista, el envilecimiento de la calidad de la enseñanza, el revisionismo histórico, la impunidad política de los testaferros del terrorismo…
No será tan fácil reconstruir como destruir; nunca lo es. Cuando se afecta a los cimientos del edificio, la dificultad de la reparación es directamente proporcional al tamaño del estrago. Siempre se reconstruye sobre otro nivel. Hace bien el PP en ir preparando, anunciando y explicando, desde ahora, el diseño de una obra reconstructora capaz de concitar la confianza de una clara mayoría de españoles. Con el propósito de contribuir, en la medida posible, a ese empeño, se publica este nuevo número de nuestra revista.