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Editorial FAES | Mafia o democracia

El próximo domingo hay que salir a la calle para decir, alto y claro:

Que a las sociedades libres se las gobierna desde la Ley y no desde el arbitrio. Y que aquí hay un pueblo libre, sin padrinos.

Que la democracia no tolera estados dentro del Estado, tumores mafiosos que suplanten la representación política; le va la vida en ello.

Que en una democracia el mando depende del mandato; y que este es siempre provisional, revocable y sometido a rendición de cuentas. Los gobiernos democráticos tienen presidentes, ministros y funcionarios, no capos, consiglieris ni fontaneros.

Que en una democracia el poder se ejerce al servicio del interés nacional, no en beneficio de la famiglia.

Que en una democracia el favor popular se busca mediante la libre discusión y el debate público, no negociando intercambios inconfesables en forma de tarifa, pizzo o mordida.

Que la democracia es incompatible con la omertá, porque en ella la libertad de expresión es un derecho fundamental que los poderes públicos deben garantizar.

Que en democracia los gobiernos no organizan vendettas contra la oposición prevaliéndose de la prima del poder ni pervirtiendo instituciones previamente colonizadas.

Porque el juicio que merece la situación que vive España no depende, a estas alturas, del veredicto de ningún procedimiento en curso. El sectarismo, el partidismo, la incompetencia y la ausencia de lealtad nacional del Gobierno son hechos probados de sobra.

Es cosa juzgada que Pedro Sánchez entiende el poder como botín y no como servicio. Por eso alquiló la presidencia aceptando propiciar un destrozo institucional inédito. Habiendo mercantilizado su investidura –una compraventa de poder por impunidad–, es difícil imaginar mayor privatización del Estado que la que le sostiene en el gobierno.

Ábalos, Koldo, Jessica, Azagra y Leire y sus respectivos affaires son consecuencia de una concepción puramente patrimonial del poder. Vienen después de los indultos arbitrarios, la mutilación del Código Penal, la amnistía anticonstitucional, el blanqueamiento del terrorismo etarra, la polarización inducida, el cínico melodrama epistolar del “hombre enamorado” y el emparedamiento de la mitad de España como solo programa de gobierno.

Esa es la ejecutoria mafiosa del Gobierno. En espera de dictar veredicto en las urnas, el domingo saldremos a las calles para decir, alto y claro, que la mafia no tendrá la última palabra.