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EDITORIAL FAES | Emergencia democrática, emergencia nacional

Solo tuvieron que pasar unas pocas horas para que el lema de la concentración ciudadana convocada por el PP, “Mafia o democracia”, quedara plenamente reivindicado. Al igual que la afirmación de José María Aznar alertando de que “España está gobernada por los bajos fondos” sea hoy una descripción devastadora pero exacta de la degradación institucional sin precedentes que sufre nuestra Nación.

La indecencia se ha instalado en el núcleo del Gobierno y del partido que lo sustenta, el Partido Socialista Obrero. Por más que Pedro Sánchez haya querido trazar un cortafuegos simbólico compareciendo en la sede socialista de la calle Ferraz, en vez de en el Palacio de la Moncloa, ese proceso séptico que se extiende por el socialismo infecta, y de qué manera, al Gobierno.

Primero porque simplemente no es creíble que Sánchez se enterara de las andanzas de Cerdán a la mañana siguiente de que se empezara a conocer la antología preliminar del informe de la UCO y que nada supiera en su momento de lo que estaba haciendo su ministro y secretario de organización José Luis Ábalos.

Segundo, porque empezando por el propio Sánchez, todos los ministros han puesto la mano en el fuego por corruptos impenitentes, han dejado claro con énfasis de camaradas que estos personajes eran de los suyos y porque desde el Gobierno se ha orquestado una campaña de ataques a jueces, periodistas y medios de comunicación, investigadores e informadores que sitúa al equipo de Sánchez en el Gobierno en el papel persistente de encubridores -cuando menos- de la corrupción. No atenúa esta responsabilidad el hecho de que para esas campañas el Gobierno haya contado con el seguimiento servil de periodistas y medios cuyo sectarismo, carencia de sentido crítico y renuncia a la independencia les ha situado en un territorio de descrédito del que no se vuelve. Y, aun así, en vez de una sincera disculpa a los ciudadanos a los que estos medios han desinformado sustituyendo el oficio honrado por el argumentario, pretenderán seguir dando lecciones de profesionalidad o buscarán eludir sus responsabilidades alegando que a ellos también les engañaron, siguiendo a Sánchez hasta en eso.

Pero, tercero, todo este afloramiento séptico afecta de lleno al Gobierno porque Santos Cerdán ha sido el negociador con Puigdemont, el coautor del ignominioso pacto de investidura entre Junts y el PSOE, y el oficiante de la amnistía a sediciosos y corruptos. En suma, Cerdán es mucho más que un cutre funcionario socialista al mando de la cocina de Ferraz. Fue un actor político clave para que Sánchez fuera investido presidente y lo ha sido para que siga todavía en la Moncloa.

Sánchez se esfuerza por el imposible de escapar a su sombra. Porque Cerdán y Ábalos son la destilación del sanchismo. Son el sanchismo sin rebajar, es decir son la falta de escrúpulos y de frenos morales, son el apetito de poder, la convicción de ser inmunes, la resolución del dilema entre fines y medios por el sencillo procedimiento de elegir lo peor de unos y otros.

Sánchez insiste en que seguirá hasta 2027 y que será candidato de nuevo. Es la típica expresión de aparente fortaleza en los hundimientos que o bien revela una desconexión de la realidad temeraria – y quién sabe si patológica- o bien una cerrazón que anticipa para él un final mucho peor del que ahora pueda temer.

Con todo, lo realmente crítico es que ese colapso al que nos han abocado las instituciones democráticas alineadas con el sanchismo y la destrucción de la opinión pública dejan al Estado expuesto hasta límites ya existenciales a la depredación de los socios independentistas. Basta con registrar la insólita reacción del presidente del PNV, el vasco-soriano Aitor Esteban, recriminando a Sánchez haberse precipitado en su comparecencia “al tomar el informe de la UCO como si fuera una sentencia”. El PNV ha hecho muchas cosas en su historia, pero esta de erigirse en más sanchista que Sánchez es difícil de superar. Sin embargo, es al portavoz de Junts al que debemos agradecer su sinceridad: “en Madrid no tenemos amigos, sólo intereses y vamos a aprovechar esta situación de debilidad del Estado”.

Sin duda habrá socialistas abochornados. Pero nos disculparán si tenemos más bien poca confianza en que el PSOE esté donde España le necesitaría ahora. El silencio o la vergüenza privada ya no vale; es simplemente complicidad por omisión. La emergencia es democrática y nacional. Si el socialismo español calla y mantiene al frente del Gobierno a un personaje como Pedro Sánchez no sólo estará arriesgando la continuidad del Partido Socialista, sino que dejará a España a merced de sus enemigos.