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Adiós a Sebastián Piñera

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Todavía conmovidos por la triste noticia de su inesperado fallecimiento, recordamos a Sebastián Piñera como patriota chileno, buen amigo nuestro y de España. En este trance queremos estar muy cerca de sus familiares y amigos; de todo el pueblo chileno, al que el presidente Piñera sirvió en la próspera y la adversa fortuna, con entusiasmo igual, inmune siempre a la decepción y el desánimo.

El trágico accidente que deploramos ha truncado una vida de servicio a su país y a la libertad, desde el despertar de su vocación política hasta su desempeño en la más alta magistratura de la nación. Sebastián Piñera dirigió los destinos de Chile al frente de la presidencia de la República en dos periodos no consecutivos: 2010-2014 y 2018-2022. Antes había sido senador por la circunscripción de Santiago Oriente. En las elecciones presidenciales de 2017 obtuvo la tercera mayor cantidad de sufragios cosechados en unos comicios libres tras la restauración democrática. Durante sus mandatos tuvo que enfrentar circunstancias muy duras, que se recuerdan allende las fronteras chilenas: valgan como ejemplos la reconstrucción tras el terremoto de 2010 o los rescates de la mina San José.

Piñera puso en pie, en el Chile de las libertades recuperadas, un proyecto de centro-derecha imprescindible para la viabilidad de cualquier democracia. Las ideas de libertad, iniciativa personal y respeto a la dignidad humana contaron en su figura con un defensor firme en los principios y pragmático en las realizaciones. La vida de Piñera se revela, en la hora de su muerte, pródiga en enseñanzas. Nos ha dado tres grandes lecciones políticas, de permanente actualidad: una lección de optimismo, una lección de entereza y una lección de mesura que son, en política, los aciertos más difíciles.

Piñera tuvo confianza en el esfuerzo para superar las mayores dificultades. Sabía inevitable el encuentro con el error; pero también conocía su virtud educativa, que nos pone en la senda de la rectificación. Nadie menos pesimista que él. Porque era animoso y entero, dispuesto siempre a volver a la carga en cada batalla que le vimos librar. Su brío y entereza no fueron obstáculo para que su ideal en política fueran la mesura y la templanza. Los procedimientos de prudente moderación en el gobierno son los más difíciles de practicar. Las pasiones siempre se precipitan a los extremos. Los caracteres firmes, enteros y perseverantes, saben estar siempre sobre sí conteniendo sus desbordamientos y manteniéndose a fuerza de moderación en la zona templada, la de la serenidad y el buen sentido. De éstos era Piñera.

En las presidenciales de 2017 el presidente Aznar participó en el cierre de su campaña junto a los presidentes Macri, Pastrana, Uribe y Calderón. Aquel acto quería ser un testimonio verdaderamente continental de compromiso con la libertad, con la prosperidad y con la democracia liberal latinoamericana. Desde Chile, un coro de voces amigas defendían una visión acerca de cómo debe ser la acción del Estado en relación con las actividades individuales y sociales. Sin la cooperación de estas fuerzas, la acción del Estado se pierde en el vacío. Si el Estado las destruye o las obstaculiza, mina su propia base de sustentación y ciega las fuentes de su propia vida. Haber olvidado esa verdad elemental le está suponiendo a América Latina volver a recordarla a su propia costa; pagando un precio muy oneroso: el del “socialismo del siglo XXI” y sus desastres anejos.

En los momentos de aflicción se estrechan los vínculos de hermandad. Tras la muerte de Sebastián Piñera, el pueblo chileno nos es, si cabe, más fraterno. Alguien que supo conciliar, desde lo alto de su sabia eminencia, el patriotismo español y el chileno, Andrés Bello, los vinculaba así: «Desde el momento en que la fortuna de las armas decidió a nuestro favor la contienda entre la antigua metrópoli y sus colonias, las afecciones inspiradas por la comunidad de origen, religión, costumbres y leyes recobraban su antigua influencia, o por mejor decir, revivían más fuertes, más íntimas, porque una amistad cordial sólo puede existir entre los pueblos que se reconocen como iguales. La independencia nos hace lo que no pudiéramos ser jamás sin ella: verdaderos hermanos de los españoles».

Con el sentimiento sincero de los auténticos hermanos, en la muerte de Sebastián Piñera nos hacemos solidarios del dolor de familiares y amigos, y de tantos chilenos que compartían con él el culto por la libertad y el derecho. En ese culto se cifra nuestra esperanza; la misma que Andrés Bello columbraba al final de su mayor obra poética; sirva hoy de epitafio para Sebastián Piñera: «Así tendrán en vos perpetuamente la libertad morada, y freno la ambición, y la ley templo.»