Rafael Gómez-Jordana Moya es investigador y analista internacional
La crisis sanitaria tendrá un impacto económico importante en África. El golpe a las economías ya era evidente incluso antes de que se informara el primer caso de COVID-19 en África. Más del 80% de sus exportaciones se destinan al resto del mundo, la mayor proporción de cualquier gran región, salvo Australia. Alrededor de la mitad de estas son materias primas. A medida que los precios de los productos básicos se han desplomado, también lo han hecho las previsiones de crecimiento y los ingresos fiscales. En muchos países del continente es de esperar una disminución del PIB per cápita, una deuda insostenible hará imposible la ejecución del presupuesto, el pago de los salarios de los funcionarios se reducirá considerablemente y los servicios públicos se verán muy afectados, especialmente la educación y la salud.
Para África, la principal lección a medio plazo de la crisis del coronavirus es que el continente seguirá siendo vulnerable a las perturbaciones externas hasta que encuentre una respuesta estructural a los desafíos de su desarrollo. Una cosa está clara, la perpetuación de la integración básica del continente en el comercio internacional –a saber, limitarse a exportar materias primas al resto del mundo y esperar pasivamente los volátiles recursos financieros que alimenten economías de renta– es realmente mortal. Otra razón más estructural es que los presupuestos nacionales limitan la capacidad de respuesta a la crisis. En general, la relación deuda/PIB de las economías subsaharianas aumentó del 30% en 2012 al 95% a finales de 2019. Esto además se ve perjudicado por el aumento de la participación del endeudamiento comercial en la deuda total. Más de la mitad de los países africanos están por encima del límite recomendado por el FMI para la deuda pública. El Banco Mundial dice que 29 de 47 países africanos necesitan gravar más de lo que gastan solo para mantener su deuda constante como parte de la economía. Pero sus ingresos fiscales están a punto de caer y el costo de los préstamos está aumentando a medida que los inversores huyen a un lugar seguro.
El ministro de Economía de Ghana, Ken Ofori-Atta, y el responsable del FMI para África, Abebe Selassie, advierten del impacto económico al que se enfrenta el continente: “Podría barrer de un plumazo entre un 5 y un 10% del PIB del continente, ya que al descenso del precio de las materias primas se le suman el parón en el comercio, el turismo y también de la llegada de remesas”. Esta disminución de las previsiones de crecimiento del continente se debe a la caída del PIB de sus principales socios, China, la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos.
Las economías exportadoras de petróleo de África, que ya se estaban tambaleando en el marco de una guerra petrolera entre Arabia Saudita y Rusia, ahora deben tener en cuenta los precios a la baja del barril en medio de una salvaje caída de la demanda mundial. Por lo que serán simplemente incapaces de cumplir con los presupuestos tal como planearon.
Sub-Saharan Africa IMF datamapper
África consume lo que no produce y produce lo que no consume. Por lo tanto, es la fuerte dependencia del continente tanto de la producción como del consumo la responsable de las consecuencias negativas del COVID-19 en las economías africanas. Para afrontarlo, los gobiernos africanos deben promover cadenas de valor intraafricanas para reemplazar las importaciones procedentes de otros continentes. La entrada en vigor de la Zona Continental de Libre Comercio (FTACA) el próximo mes de julio será un primer paso para promover las cadenas de valor locales.