El pasado 5 de septiembre, en Minsk, el Gobierno de Ucrania y los separatistas pro rusos firmaron un acuerdo de alto el fuego previamente negociado entre el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente ucraniano Petro Poroshenko. Dicho acuerdo refleja una nueva fase de la crisis ucraniana: en primer lugar, la OTAN, los EE. UU. y la Unión Europea descartan definitivamente un pulso militar con Rusia para evitar así la escalada hacia una posible confrontación armada. Por su parte, el Gobierno de Kiev reconoce que ha perdido el control del sureste del país y que ha cedido a la presión militar rusa. En fin, el acuerdo implica una instalación pragmática en la realidad, más que una visión moral y democrática. Pero esta nueva situación plantea tres cuestiones: 1ª) ¿Qué significa el alto el fuego para Ucrania?; 2ª) ¿Qué objetivos persiguen los separatistas y Rusia?; 3ª) ¿Cuáles serán las futuras relaciones entre Occidente y Rusia?
«Mira Milosevich es profesora de Relaciones Internacional en IE University, School of International Relations.
El pasado 5 de septiembre, en Minsk, el Gobierno de Ucrania y los separatistas pro rusos firmaron un acuerdo de alto el fuego previamente negociado entre el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente ucraniano Petro Poroshenko. Dicho acuerdo refleja una nueva fase de la crisis ucraniana: en primer lugar, la OTAN, los EE. UU. y la Unión Europea descartan definitivamente un pulso militar con Rusia para evitar así la escalada hacia una posible confrontación armada. Por su parte, el Gobierno de Kiev reconoce que ha perdido el control del sureste del país y que ha cedido a la presión militar rusa. En fin, el acuerdo implica una instalación pragmática en la realidad, más que una visión moral y democrática. Pero esta nueva situación plantea tres cuestiones: 1ª) ¿Qué significa el alto el fuego para Ucrania?; 2ª) ¿Qué objetivos persiguen los separatistas y Rusia?; 3ª) ¿Cuáles serán las futuras relaciones entre Occidente y Rusia?
Kiev ha aceptado el alto de fuego para asegurarse una mayor seguridad interna y externa. El 73% de la sociedad ucraniana admite que la paz debe ser la prioridad del Gobierno. Sin embargo, la sociedad ucraniana ha quedado más dividida por la paz que por la guerra: cerca del 57% de los ucranianos considera que Kiev debe obtener una victoria militar y obligar a los separatistas a capitular. El 34% considera que Kiev debe consentir la separación de Donbas, como precio a pagar por el desarrollo democrático. Sin embargo, Rusia ya ha dejado claro que no permitiría la derrota de los separatistas. Por tanto, Kiev se ha rendido, aunque no sólo ante la presión rusa. El Gobierno que salga de las elecciones legislativas del próximo 26 de octubre se enfrentará a graves problemas económicos (el precio de la electricidad subirá un 40% y el del gas un 50%, mientras el salario medio no pasa de 75 euros mensuales), en un ambiente de radicalización política y de aumento del poder de los oligarcas que han financiado a las formaciones paramilitares.
Para los separatistas, el acuerdo ha sido una victoria en términos militares y políticos: se han sentado en la mesa de negociaciones (lo que se les negó al principio) para decidir su futuro político, que cifran en su independencia de Ucrania. Para Rusia el acuerdo de alto el fuego supone la obtención de otro “conflicto congelado”, como los de Transdnistria (Moldavia), Osetia del Sur y Abjasia (Georgia). El objetivo de un conflicto congelado es bloquear el acercamiento de un determinado país a la UE y a la OTAN. Por ahora, no está claro si Rusia se va a conformar con los territorios que controlan los separatistas. Lo más probable es que aspire a controlar también Mariopol (clave para su acceso por tierra a Crimea y al Mar de Azov) y Odesa, otro de los puertos importantes en el Mar Negro. En este sentido la paz podría tambalearse.
La crisis ucraniana abre un conflicto permanente y una rivalidad geopolítica entre Occidente y Rusia, a causa de la incompatibilidad de sus objetivos en Ucrania: la UE y los EE. UU. apoyarán la democratización y modernización del país, mientras el Kremlin hará todo lo posible para evitarlo porque considera que su seguridad nacional estaría amenazada si Ucrania entrase en la OTAN. Para los EE. UU. la defensa de Ucrania no es una prioridad y la UE ha sido y es demasiado débil para defender tanto sus valores y principios como para hacer valer el derecho internacional respecto a la integridad territorial ucraniana. Las sanciones impuestas por la UE y los EE. UU. a Rusia certifican que condenan y castigan el comportamiento de Rusia, pero, aunque las sanciones dañen a Moscú no han cambiado ni parece que puedan cambiar la política del Kremlin. Además, amenazan la recuperación económica europea. Por ello, lo más probable es que desaparezcan gradualmente. Sin embargo, la ruptura entre la OTAN y Rusia será más duradera. La necesidad de cooperar en asuntos como la lucha contra el terrorismo y la proliferación de las armas nucleares no será suficiente para superar la brecha que ya las separa.
En conclusión, este acuerdo de alto el fuego, más que la paz, representa la guerra por otros medios.
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