Florian Eder es corresponsal para la UE del diario Die Welt en Bruselas
(Traducción de Roberto Inclán)
La canciller alemana Angela Merkel ha obtenido una brillante victoria. Los partidos cristiano-conservadores CDU y CSU se han quedado a solo un puñado de diputados de la mayoría absoluta en el Bundestag. Sin embargo, la ley electoral reduce este resultado a una categoría menor, debido a que obliga a la ganadora a formar una coalición. Desde una perspectiva europea es poco decisivo con quién vaya a formar gobierno: nada va a cambiar en la política europea y en el euro, anunció Merkel. Se puede confiar en ella.
Para Los Verdes representa un tema tabú una unión con los conservadores. El mal resultado electoral no lo va a romper: los votantes de Los Verdes siguen queriendo que su partido realice un giro a la izquierda. Aunque estuviesen en el gobierno, serían demasiado débiles para alterar la política con respecto a Europa. Por el contrario, una gran coalición de la CDU y el SPD lograría que el poder de Merkel fuese significativamente menor, a favor de la socialdemocracia.
Y sin embargo, la situación apenas cambiaría: en la oposición, el SPD votó junto con el gobierno en los acuerdos pertinentes para el rescate del euro. Así, han establecido el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), aprobado el paquete de ayudas a Grecia y el rescate a Chipre. Durante la campaña electoral apelaron más claramente que Merkel a la responsabilidad de Alemania para con los países en dificultades. ¿Se necesitan eurobonos o emisiones de deuda conjunta? Ninguno –dice la canciller–, y con ello se hace patente el último escollo. El SPD defendió en el pasado diversas posturas, que finalmente no han sido incluidas en la línea de Merkel.
Merkel, sin embargo, no aclara a los alemanes dónde está esa línea exactamente ni cómo se tomarán concretamente las decisiones pendientes: ¿Recibirá Grecia otra ayuda más? ¿Cómo establecerá la UE las previsiones tras la necesaria recapitalización de los bancos? Por lo tanto, los ciudadanos deben basar su confianza en una regla de oro de la europolítica: el dinero de los contribuyentes alemanes fluiría a otros países de la UE únicamente si el receptor cediese soberanía a cambio. Sin embargo, la triunfalmente reelegida canciller no ha dejado mucho lugar para nuevas concesiones, y esa es la verdadera razón por la cual la europolítica no variará en exceso.
Desde la derecha llega el euroescepticismo, autoproclamado como “Alternativa para Alemania” (AfD), un partido de profesores cuya pedantería académica y populista les ha llevado hasta las puertas del Bundestag. El respeto de Merkel aumenta las posibilidades de que AfD pueda hacerle daño realmente la próxima vez. Quizás eso sería demasiada carga para Alemania, y un partido antieuropeo alemán sólo tendría graves efectos para Europa. En segundo lugar, el Tribunal Constitucional vela por la soberanía presupuestaria del Parlamento y muchas veces es más minucioso que los propios diputados.
Por tanto, la cita más emocionante de la europolítica alemana en las próximas semanas no tendrá lugar en Berlín sino en Karlsruhe: cuando el tribunal decida sobre el programa de compra de deuda pública del Banco Central Europeo.
Angela Merkel hat fulminant die Wahl gewonnen – aber nicht viel Spielraum für Zugeständnisse in der Euro-Rettung
Die Deutschen bescherten Bundeskanzlerin Angela Merkel einen fulminanten Sieg. Den christlich-konservativen Parteien CDU und CSU fehlt im Bundestag nur eine Handvoll Abgeordnete zur absoluten Mehrheit. Das Wahlrecht aber stutzt dieses Ergebnis auf kleineres Maß, denn: Es zwingt die Siegerin in eine Koalition. Mit wem sie eine Regierung bildet, ist, aus europäischer Sicht, allerdings wenig entscheidend: An der Europa- und Europolitik werde sich nichts ändern, kündigte Merkel an. Man kann es ihr glauben.
Für die Grünen stellt ein Zusammengehen mit den Konservativen ein Tabu dar. Das schlechte Wahlergebnis lädt nicht dazu ein, es zu brechen: Verblieben sind den Grünen am ehesten die Wähler, die die Partei auf einem Linkskurs sehen wollen. Selbst wenn, die Grünen wären in der Regierung zu schwach, um am Euro-Kurs zu rütteln. In einer großen Koalition aus Union und SPD hingegen, der Sozialdemokratie also, wäre Merkels Macht deutlich kleiner.
Und doch würde sich wenig ändern: Die SPD hat in der Opposition in jeder einschlägigen Abstimmung zur Euro-Rettung mit der Regierung gestimmt. Sie hat den Rettungsfonds ESM mit eingeführt, Griechenland-Pakete gebilligt, Zypern gerettet. Im Wahlkampf appellierte sie dann deutlicher als Merkel an die Verantwortung Deutschlands für Länder in Schwierigkeiten. Braucht es Euro-Bonds oder einen Altschuldenfonds? Nein, sagt die Kanzlerin, und es ist ihr offenbar letztes Tabu. Die SPD vertrat in der Vergangenheit schon zu diverse Positionen, als dass sie am Ende nicht wieder auf Merkel-Linie zu bringen wäre.
Merkel allerdings lässt die Deutschen im Unklaren darüber, wo diese Linie genau verläuft, wie sie zu konkret anstehenden Entscheidungen steht: Bekommt Griechenland ein weiteres Mal Hilfe? In welchem Maße kommt die EU für die aller Voraussicht nach nötige erneute Rekapitalisierung von Banken auf? So müssen Bürger ihr Vertrauen in die Euro-Politik auf eine Faustformel stützen: Wenn deutsches Steuerzahlergeld über die EU in andere Länder fließt, dann nur, wenn die Empfänger im Gegenzug Souveränität abgeben. Viel Spielraum für weitere Zugeständnisse hat allerdings selbst die triumphal wiedergewählte Bundeskanzlerin nicht, und das ist der eigentliche Grund, warum sich an der Euro-Politik nicht viel ändern wird.
Von rechts kommt die Euro-kritische, selbst ernannte „Alternative für Deutschland“ (AfD), eine Professoren-Partei, deren so akademische wie populistische Besserwisserei sie bis knapp vor die Tür des Bundestags führte. Knickt Merkel ein, dann steigen die Chancen der AfD, ihr beim nächsten Mal tatsächlich wehzutun. Das wäre für Deutschland vielleicht sogar zu verkraften, für Europa aber hieße eine ernstzunehmende Anti-Euro-Protestpartei in Deutschland nur Schlechtes. Zweitens: Das Bundesverfassungsgericht wacht über die Budgethoheit des Parlaments und nimmt es damit gelegentlich genauer als die Abgeordneten selbst.
Der spannendste Termin zur deutschen Euro-Politik findet daher in den kommenden Wochen nicht in Berlin statt, sondern in Karlsruhe: Wenn das Gericht über das Programm der Europäischen Zentralbank zum Aufkauf von Staatsanleihen entscheidet.
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