Para el régimen espurio de Nicolás Maduro ha comenzado el 2022 con un inesperado resultado electoral contundentemente favorable al candidato de la unidad opositora en las elecciones regionales por la gobernación del Estado Barinas, una entidad localizada en los llanos centro-occidentales de Venezuela que ha sido desde los tiempos coloniales terreno muy apropiado para la ganadería extensiva, actividad que ha dado origen a importantes fortunas que por sus posibilidades capacitó educar a personas cuyo lustre les permitió participar de forma destacada en la política tanto nacional como internacional. Tales papeles jugaron en los debates y firma del Acta de Independencia de Venezuela o en la Constitución de Cádiz en España.
Uno de sus hijos, no necesariamente tan ilustrado como sus antecesores, Hugo Chávez Frías, se destacó al convertirse en cabecilla de la primera intentona militar en 1992 contra el gobierno constitucional del presidente Carlos Andrés Pérez. El teniente coronel Chávez logró triunfar en las últimas elecciones presidenciales democráticas, transparentes y verificables que se han celebrado en ese país, y desde entonces Barinas y sus instituciones se convirtieron en coto de la familia. El padre fue designado gobernador y luego, como si fuese derecho hereditario, sus hijos encadenaron la sucesión hasta el pasado 9 de enero.
Veinte años que han convertido a una humilde familia de un maestrillo de escuela pública en una poderosísima entidad propietaria de latifundios y empresas cuyo origen nunca se ha comprendido por los cánones ortodoxos.
¿Podríamos pensar que esta entidad, como en la granja de Orwell, ha llegado al nivel de decepción popular por la traición de los cerdos a su revolución?
Ciertamente muchos eran escépticos ante la posibilidad de un proceso reconocible con un triunfo, después de descarado desconocimiento del anterior resultado en el 21 de noviembre de 2021 cuando en los comicios se sorprendieron con el triunfo del candidato opositor, Freddy Superlano, quien se impuso con un estrecho margen al hermano menor de los Chávez. La reacción inmediata del régimen fue desconocer no solo al ganador, acusado de estar inhabilitado políticamente, sino igualmente a la autoridad del Consejo Nacional Electoral (CNE) y, por instrucciones del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), declarar nula la contienda y ordenar una nueva elección para el 9 de enero.
Maduro y sus asesores se encontraron sin otro Chávez y echaron mano a un advenedizo cuyo parentesco político como yerno del teniente coronel pretendía legitimarlo ante un pueblo enardecido, pero conocedor del poder y control de esa familia en el Estado. Sucedió algo difícil de lograr como fue la inquebrantable unión de todos los partidos legítimamente opositores alrededor de una causa, ganar las elecciones al régimen. Así se seleccionó a Sergio Garrido, después de varios intentos que eran descalificados o inhabilitados por el CNE. Finalmente se llegó en armonía unitaria al voto y se logró un contundente triunfo con más de 55% de los votos escrutados, convirtiendo al evento regional en una antorcha que ha demostrado a los venezolanos que sí es factible salir de la tiranía por la ruta pacifica, pero también que esto solo se logrará mediante la unión y acción conjunta de toda la oposición.
Este triunfo frente a un ventajismo vergonzoso, un abusivo uso de recursos públicos y una movilización de personal tanto militar como civil de escala oprobiosa, ha generado muchas reacciones y lecciones. Ha dejado claro que ni el derrotismo, ni el abstencionismo, ni el divisionismo son caminos apropiados para retomar la ruta democrática; que se debe comenzar con prudencia y firmeza a construir un nuevo modo de hacer política trabajando sin mesianismos o populismos, uniendo todos los esfuerzos de apoyo detrás del gobierno interino y desenmascarando a los usurpadores; y que hay que corregir errores del pasado que hoy evidencian traiciones, torpezas y derrotas causadas por las agendas personales.
Barinas puede y debe ser examinada con prudencia. Hemos visto como después de dos décadas los barinenses, al igual que los personajes de la granja de Orwell, comprobaron que de todas las promesas y normas de la revolución del Socialismo del Siglo XXl solo queda, como en las borradas leyes de la granja, que para los gerifaltes socialistas “TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS”. Y ese engaño es inaceptable, pues se corre el riesgo de terminar como en la sátira del inglés: confundidos y sometidos por los cerdos.