Anotaciones 18
Hay que prestar atención a las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores después de conocerse la invitación del Gobierno chino a Pedro Sánchez. Para Albares, la invitación es un reconocimiento del peso internacional de España, de su diplomacia, pero, sobre todo (sic), del papel de Sánchez en la escena internacional. Por este orden. Cualquiera diría que la visita a Beijing dará la oportunidad a Sánchez de aprender más sobre el culto a la personalidad que parece haber vuelto con Xi Jinping.
La vanidad de Sánchez, exacerbada en tiempos electorales, ofrece a China un terreno muy amplio para lo único que importa a Xi, esto es, vender su pretendido plan de paz de modo que se consoliden los efectos de la agresión rusa y, para ello, tomar la temperatura a la unidad europea en su compromiso de apoyo a Ucrania. Por China han pasado otros dirigentes europeos antes de Sánchez y pasarán otros después de él. Tal vez China crea que el espejismo de un (tramposo) “proceso de paz” para Ucrania en otoño bajo presidencia española del Consejo de la Unión Europea, un proceso sinónimo de rendición de Zelensky ante Putin, puede resultar una tentación irresistible para Sánchez. Tan irresistible que Xi vea al presidente del Gobierno como el eslabón más débil de la cadena de rechazo a Moscú. De momento es solo un riesgo, pero es real. Y no habría que olvidar que quien se presenta a las próximas elecciones no es tanto el PSOE como la coalición Frankenstein y que los socios de Sánchez ya han hecho suyo lo que China busca y Putin necesita.