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Contra el olvido

Sánchez lo fía todo al olvido. ¿Cómo calificar a un gobernante que fía su suerte electoral a que los ciudadanos olviden lo que ha hecho? Como político, Sánchez es un tipo sin escrúpulos, entendiéndose esta afirmación como estrictamente descriptiva. Muchos –demasiados– le creyeron cuando describió el golpe secesionista de 2017 como “una rebelión clarísima” y dijo que restablecería el delito de convocatoria ilegal de referendos. Le creyeron cuando dijo que traería a Puigdemont y agravaría las penas por atentar contra la Constitución, que jamás pactaría con Bildu, que no podría dormir con Podemos en el Gobierno y cuando impostaba su indignación ante casos de corrupción, siempre que no fuera la malversación de los suyos o de sus socios. Ahora pervierte una causa valiosa como es la de conseguir la normalidad cívica en Cataluña haciéndola equivaler a dar satisfacción a los secesionistas malversadores y sediciosos.

Se dice que Sánchez no tiene límites en su empeño por vaciar la Constitución. Pues si es así, hay que preparase para cuando culmine su operación de invasión de todo aquello que signifique control de esos frenos y contrapesos que precisamente los juristas constitucionales y politólogos definen como “instituciones contramayoritarias”, porque su función es la de evitar que una mayoría parlamentaria –que por definición en democracia es coyuntural– se erija en dueña absoluta del proceso político.

Nadie debe llamarse a engaño sobre lo que Sánchez es y sobre lo que está dispuesto a hacer. Nadie podrá alegar desconocimiento del papel que va a jugar en esta estrategia contraconstitucional una organización inerte como el Partido Socialista, “zombificada” por el sanchismo. Nadie podrá argumentar como disculpa el creer que Sánchez no se atrevería a hacer lo que luego haría. Quien crea a Sánchez no podrá pedir el beneficio de la duda.

Conviene recordarlo frente al olvido en el que confían los socialistas. Porque seguiremos escuchando ese relato de que con esto se acaba la cuestión catalana. Nada de eso. Con esto la cuestión catalana, en su nueva versión promovida por el sanchismo, no ha hecho más que empezar.

El futuro de Sánchez en el poder depende de una alianza permanente e irreversible con Esquerra Republicana de Catalunya. Y esta alianza se ha convertido en el agujero negro de la política española que absorbe todo y no deja salir la luz. El engaño a los ciudadanos y la trapacería parlamentaria son las dos formas en las que opera esta alianza que se dispone a arrebatar nuevos territorios a la Constitución y a la convivencia. Pocas dudas hay de que el siguiente gran paso será que los socialistas atribuyan a los secesionistas un referéndum de autodeterminación, expresión del fantasmal “derecho a decidir”. Solo necesitan encontrar una denominación que encubra sus verdaderos objetivos y movilizar a los que siempre han mostrado gran disciplina a los dictados de Sánchez y que, en vez de evitar un nuevo atropello a la Constitución, se plegarán a legitimarlo desde los órganos constitucionales colonizados por el sanchismo. ¿Quién podrá decir sin exponerse al ridículo que eso nunca ocurrirá con Sánchez en el Gobierno y la coalición que preside?

El remedio está en los votos, es decir, en ganar las próximas elecciones y desde esa victoria definir y proponer un programa ambicioso de recuperación de las instituciones para el interés general, para esa gran mayoría razonable de ciudadanos que no quieren ser gobernados en la sombra por quienes reventaron la convivencia en Cataluña y lo volverán a hacer si pueden y sin coste.