Idioma-grey

Cuando gobernar es reptar

Anotaciones FAES 67

Pedro Sánchez, ayer, hizo del 9 de julio su particular día del Orgullo Corrupto. Cuando se carece de vergüenza se actúa como si la lógica y la moral fueran puras convenciones inventadas para maniatar a los tímidos. Para Sánchez debatir es mentir, gobernar es reptar y el Parlamento un embudo donde el Gobierno controla y fiscaliza a la oposición, con la cooperación necesaria del “bloque de investidura”, precaria mayoría zurcida para “regenerar” la democracia y cuyo primer portavoz se llamó José Luis Ábalos, ese ascético Savonarola de nuestro tiempo. Lo bueno de Sánchez es que, con él, uno puede apostar sobre seguro: siempre optará por la línea de mayor abyección; ninguna sorpresa en un proceder pétreamente atenido a degradar todo lo que toca. Hay artistas enloquecidos empeñados en dorar oro puro o blanquear azucenas; Sánchez vive entregado al afán de estercolar letrinas.

Podía darse por descontado el vertedero argumental con que intentó inundar de porquería una sesión convocada para rendir cuentas: los planes sin novedad, los asquitos retrospectivos, las disculpas sin consecuencias… toda la variedad de recursos imaginables para agotar la expresión “escurrir el bulto”; eso, y derivar responsabilidades históricas hacia el PP como gusanera corrupta y hacia las empresas como foco corruptor.

Dicho por un caradura que tiene imputados o procesados al hermano, la mujer, el fiscal general, sus dos secretarios de organización, secretarios de Estado y varios responsables de empresas públicas nombrados por él, es ir demasiado lejos lo de calificar los gobiernos de Aznar como “los más corruptos de la historia”. No solo porque ningún ministro de Aznar, ni persona de su estrecha confianza, ni familiar estuviera implicado en ilícito penal alguno por nada que tuviera que ver con su Gobierno, sino porque, además, Aznar no debe su titulación académica y su trayectoria profesional al fraude.

Así que, por ahí, poca novedad. Lo que tiene más mérito es esa capacidad de arrastrar la institución de la presidencia del Gobierno siempre un paso más allá de lo que parecía intolerable. Repasen las réplicas de Sánchez a sus socios, a sus cómplices. Sigan ese rastro viscoso: se comenta bastante menos de lo que merece.

Vuelvan a su réplica a Rufián, el portavoz hecho metonimia de sí mismo. Escuchen a un presidente del Gobierno de España desgranar excusas para mostrarse obsecuente, y agradecido a los elogios sobre la negociación con ETA provenientes de ERC: del partido que negociaba con la banda treguas territorializadas[1] para perimetrar los asesinatos al sur del Ebro, sin molestas salpicaduras en una Cataluña genéticamente superior[2]. Saboreen el momento en que Rufián manda callar imperativamente a la bancada del partido de Miguel Ángel Blanco para poder elogiar a Jesús Eguiguren sin interrupciones.

Tampoco descuiden la contestación a Miriam Nogueras, portavoz alérgica a la bandera nacional y adicta a la nómina estatal, la dominante embajadora de nuestro hombre en Waterloo. Descubrirán al propagandista de la milonga del “reencuentro” farfullando, al chasquear del látigo, la declaración ordenada: sí, ama, “la amnistía no es el final del camino, es el inicio que blablablá, reconocimiento nacional, blablablá, autogobierno, blablablá, todo dentro del orden jurídico” (no del “orden constitucional”), etc., etc. Qué manía con reivindicar a Aznar: no ha pasado ni una semana de su intervención en el 21º Congreso del PP y Sánchez acredita exhaustivamente lo acertado de su pronóstico: la amnistía nunca fue ni será el final de nada, sino una meta volante en la exigencia de autodeterminación y “financiación singular”, es decir, una etapa en el camino de la disolución nacional y la destrucción fiscal del Estado.

Y, por último, si tienen estómago, no se pierdan la réplica a Bildu, verdadera obra maestra de un plusmarquista de la indignidad. Porque hay que ser muy indigno para reptar hasta la tribuna y, desde allí, deshacerse en halagos y mimitos a Mertxe Aizpurúa. La misma persona que en 1983 dirigía la revista Punto y hora. La misma que en su editorial del número 320, titulado “Gudaris de hoy”[3], ensalzaba a los pistoleros etarras: “Sucede que la causa de los gudaris de ayer persiste hoy. Por eso son necesarios los gudaris también hoy. Y los hay”. Mertxe se refería a los gudaris que en 1983 asesinaron a 44 personas. Pues bien, a esa portavoz condenada por enaltecimiento del terrorismo es a quien todo un presidente del Gobierno de España quiere dirigirse, en actitud humillada, para denunciar que la única etapa de nuestra historia en que cabe hablar de “corrupción sistémica” es la referida a la –así llamada por el secesionismo– “policía patriótica”.

Que no se empeñe más Sánchez. Ayer quedó registrado en el diario de sesiones, con vergüenza indeleble, y sin que la presidenta de la Cámara advirtiese que las expresiones bochornosas eran las de su mandante, que España está gobernada por algo que miente, algo que repta, algo que ensucia la esfera pública y amenaza la convivencia entre españoles.


[1] https://www.abc.es/espana/abci-todo-empezo-perpinan-200701040300-153743055516_noticia.html

[2] https://www.libertaddigital.com/espana/politica/2015-07-26/oriol-junqueras-los-catalanes-tienen-mas-proximidad-genetica-con-los-franceses-que-con-los-espanoles-1276553647/

[3] https://www.elindependiente.com/espana/2022/07/05/1983-cuando-aizpurua-apoyo-a-los-gudaris-de-eta-los-muertos-nunca-mueren/