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Desinformación china y estadounidense sobre el COVID-19. Semejanzas y diferencias

El encargo del presidente estadounidense Joe Biden a los servicios de inteligencia para que descubran el origen del virus que provocó la pandemia del COVID-19, ha supuesto la intensificación de las campañas de desinformación chinas que afirman que el virus fue creado en EE. UU. Los dos países se han venido acusando mutuamente de recibir campañas de desinformación durante la pandemia; por ello conviene aclarar en qué consiste cada una y, sobre todo, en qué se distinguen.

Los estudios realizados durante el año 2020 demuestran que los medios de comunicación (tradicionales, digitales y redes sociales) de EE. UU y de China han realizado campañas de desinformación sobre diferentes aspectos de la pandemia pero, sobre todo, acerca del origen del virus COVID-19.

En el caso de EE. UU, un 37,9% del total de las noticias falsas fueron impulsadas por el presidente Donald Trump, como lo demuestra un estudio realizado por la Universidad de Cornell. Los investigadores hallaron once subtemas en torno a la discusión sobre el virus (curas milagrosas, poder del “Estado profundo”, desinformación en torno a Bill Gates y al Dr. Antonio Fauchi, tecnología 5G, Partido Demócrata, control de la población, conspiración antisemita…), y entre estos subtemas destaca, en cuarto lugar (según su frecuencia en los medios), la teoría que sitúa el origen del virus en el Instituto de Virología de Wuhan, presentado como una instalación secreta de armas biológicas y punto de origen de la liberación, deliberada o accidental, del COVID-19. Además, en el decimoprimero lugar se situaba la teoría de que el origen del virus era una sopa de murciélago (cocinada en Wuhan). Las desinformaciones sobre el origen de virus –tanto la hipótesis de arma biológica como la increíble de la sopa de murciélago– tenían como objetivo despertar un sentimiento antichino e identificar a China como el país responsable del comienzo de la pandemia.

En el caso de la desinformación china en torno de la pandemia, los temas se centraron desde el inicio en el origen del virus (supuestamente serían militares de EE. UU. los que habrían introducido el virus en Wuhan), en la mala gestión de la pandemia por las democracias occidentales y en la insistencia en que China saldrá de la pandemia como un líder mundial por su excelente gestión de la misma en comparación con los países democráticos. El principal objetivo de las narrativas chinas ha sido identificar a EE. UU. como el país responsable de la pandemia, así como socavar la confianza en la gestión sanitaria de los países democráticos.

Aunque las campañas de desinformación de EE. UU. y de China coinciden en el objetivo de señalar al adversario como responsable del origen del virus, hay notables diferencias entre ellas: en el caso de EE. UU., a pesar de que su presidente fue el mayor divulgador de noticias falsas, no existió una estructura organizada por parte del Estado para amplificar la desinformación sobre China. En el caso de la potencia asiática, sí: la diplomacia de “los guerreros-lobo” –cuentas en las redes sociales de los diplomáticos y embajadas chinas– ha sido la principal divulgadora de la desinformación. Además, China recurrió a millones de ciudadanos para monitorear internet e influir en la opinión pública a gran escala. Estos reclutas se conocen como el “ejército de los 50 centavos” (llamado así a causa de los 0,5 yuanes que se pagaban por los informes elaborados para defender y proteger la imagen de China). Además, hay que señalar que medios de comunicación de Rusia (Sputnik, RT) y otros de Irán han repetido la desinformación china en sus ediciones en diferentes lenguas.

Es difícil todavía medir el impacto de la desinformación estadounidense y china, aunque, por ahora, a diferencia de China, una universidad estadounidense ha publicado un estudio sobre la desinformación que pudo cometer su propio país. Huelga decir que la China comunista no ha llevado a cabo un ejercicio semejante y, si lo hubiera hecho, no conoceríamos sus resultados. En todo caso, si los servicios de inteligencia estadounidenses cumplen la orden de su presidente, en menos de noventa días sabremos cómo y porqué una epidemia local se convirtió en una pandemia mundial.