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Ecco l’Italicum

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“Ecco l’Italicum”. Con esta expresión Matteo Renzi presentaba la semana pasada ante la opinión pública el nuevo proyecto de reforma electoral que será discutido en el Palazzo Montecitorio, sede de la cámara de los diputados italianos. Siguiendo la tradición de utilizar locuciones latinas para nombrar las leyes electorales –“Matarellum” (1993) y “Porcellum” (2005) –, la nueva ley ha sido bautizada como Italicum. Según ha explicado el joven secretario general del Partito Democratico, el nombre recoge el espíritu regenerador que ha inspirado la ley: “farà nascere una Nuova Repubblica”, ha dicho Renzi.

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Jorge del Palacio Martín. Universidad Rey Juan Carlos

 

“Ecco l’Italicum”. Con esta expresión Matteo Renzi presentaba la semana pasada ante la opinión pública el nuevo proyecto de reforma electoral que será discutido en el Palazzo Montecitorio, sede de la cámara de los diputados italianos. Siguiendo la tradición de utilizar locuciones latinas para nombrar las leyes electorales –“Matarellum” (1993) y “Porcellum” (2005) –, la nueva ley ha sido bautizada como Italicum. Según ha explicado el joven secretario general del Partito Democratico, el nombre recoge el espíritu regenerador que ha inspirado la ley: “farà nascere una Nuova Repubblica”, ha dicho Renzi.

La nueva ley electoral nace con la vocación de promover mayorías amplias que faciliten la gobernabilidad del país y terminar con el bicameralismo perfecto. En este punto, las cuestiones técnicas seguirán avivando el debate sobre la reforma durante los próximos días, toda vez que voces acreditadas –entre otras, la del politólogo Giovanni Sartori– ya han mostrado serias reservas sobre el proyecto. Al margen de las cuestiones técnicas, el hecho de que el dúo que ha impulsado la nueva ley electoral no sea el mismo que dirige oficialmente el país desde sus instituciones –Enrico Letta (Partito Democratico) / Angelino Alfano (Nuevo Centrodestra) –, sino el formado por Matteo Renzi (Partito Democratico) y Silvio Berlusconi (Forza Italia), ninguno de los cuales ostenta representación parlamentaria, merece una lectura política.

El acuerdo suscrito por Renzi y Berlusconi el sábado pasado en la sede del Partito Democratico para promover la reforma de la ley electoral –acuerdo que también incluye la revisión de algunos títulos de la Constitución– ha sido fuertemente criticado por el partido del propio Renzi, a quien acusan de haber resucitado a Berlusconien sus horas más bajas. Más cuando el propio Renzi había popularizado la expresión “Berlusconi: game over, partita finita”. Así las cosas, en el seno del Partito Democratico el disenso sobre el acuerdo con Berlusconi ha llegado al punto de provocar la dimisión del presidente del partido, Gianni Cuperlo. Un hecho que no solo señala la fragilidad del vínculo que une a las distintas familias ideológicas agrupadas bajo el techo del Partito Democratico, sino que ilustra la fractura existente entre el aparato del partido y Renzi. Mientras tanto, Matteo Renzi justifica su política alegando cumplir el programa en el que apoyó su candidatura a la Secretaría General del Partito Democratico: agilizar las reformas que Italia necesita para su gobernabilidad.

Ciertamente, si Renzi consigue sacar adelante Italicum y esta se convierte en un instrumento capaz de facilitar la gobernabilidad y la estabilidad del país podrá hablarse de un éxito para la política italiana. Y, por supuesto, para el secretario general del Partito Democratico. Sin embargo, será un éxito que deberá ser tomado con cautela y gestionado con prudencia por dos razones. En primer lugar, ubicar el motor de la política italiana en sede extraparlamentaria puede ir en contra de la misma política que se desea revitalizar. En segundo lugar, el éxito de la estrategia de Renzi para desatascar la reforma del sistema electoral italiano podría terminar, paradójicamente, dando nuevo crédito a Berlusconi y debilitando al propio Partito Democratico. Y eso no sería una buena noticia para nadie, salvo para Il cavaliere. Sobre todo ahora que el sistema político italiano tiene la oportunidad de fortalecerse en torno a dos opciones de gobierno –Partito Democratico y Nuovo Centrodestra– cuyo protagonismo podría orillar las alternativas populistas encarnadas por Berlusconi y Grillo.

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