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EDITORIAL FAES | Despropósito populista

Se pueden aventurar, con bastante fundamento, tres conclusiones del despropósito al que estamos asistiendo después de que Pedro Sánchez hiciera pública su “Carta a la ciudadanía”, una pieza inclasificable salvo en la irresponsabilidad que delata y la maniobra efectista que conlleva.

La primera es que algo grave ha tenido que percibir Sánchez para embarcarse en esta iniciativa. Una gravedad que puede venir de un desfondamiento psicológico -poco probable-, de un desagradable horizonte judicial con casos oscuros de corrupción y relaciones peligrosas de su entorno, o de una complicadísima situación política derivada de los imposibles equilibrios a los que está condenada para mantener una coalición de gobiernos tan disfuncional y destructiva.

La segunda es que el plazo que Sánchez se ha dado no tiene explicación si, de verdad, se tratara de un tiempo para reflexionar sobre su futuro. Cinco días son muchos y si fuera cierto que ese es el periodo que Sánchez necesita para decidir sobre su futuro estaríamos ante un dirigente hamletiano, lo que no encaja en absoluto con lo que Sánchez tiene acreditado.

La tercera es que, si ese periodo de reflexión es tan dilatado, tal vez sea porque resulte necesario para orquestar la respuesta que Sánchez busca y necesita. Su partido en bloque, sus socios parlamentarios -seguramente encantados de una nueva muestra de debilidad de los socialistas y su líder-, dirigentes internacionales -mejor que Hamás no salga de nuevo a elogiar a Sánchez en estos momentos de turbación presidencial- y sobre todo “la gente”. La gente, el pueblo del populismo, movilizado para “hacer real” la democracia y aclamar a un líder carismático que no puede quedar atado por instituciones caducas y contrademocráticas ya sean independientes o en manos de la oposición, por no hablar de los medios, todos de la “derecha y la ultraderecha”. La maniobra es tan burda que habrá que guardar para la posteridad en la hemeroteca el ridículo intelectual, el servilismo opinativo, la abdicación de todo sentido crítico de los medios autodenominados progresistas pero caracterizados por su obediencia a las consignas de Moncloa, más propias del entusiasmo de corte chavista hacia el líder que de honestidad profesional.

En su carta, Sánchez dibuja la hoja de ruta de su deslizamiento populista: el Senado que pervierte el PP con su mayoría absoluta, la oposición a la que es Sánchez quien niega legitimidad pese a representar a la mitad del país y los jueces que se dejan llevar por organizaciones de ultraderecha. Esta es la biblia del populismo. Falta que en estos días se prepare la movilización de “la gente” que ahogue el funcionamiento de las instituciones, que anule la Cámara del Parlamento que Sánchez no controla, que neutralice a la oposición que tiene la funesta manía de controlar y exigir cuentas al Gobierno, que presione, amenace y atemorice a los jueces que se atrevan a investigar lo que con indicios más que razonables apunta a corrupción, tratos comerciales y actividades inasumibles en una democracia más aun cuando los protagoniza una persona tan íntimamente ligada a Sánchez. Se quiere preparar la marea populista que anegue las instituciones de la democracia. Si eso ocurre, a partir del lunes España habrá dado un salto mortal hacia eso que con notable suavidad se llama “democracia iliberal” y que en realidad es la patología populista destructora de la democracia, la separación de poderes, el pluralismo y la libertad de expresión.