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EDITORIAL FAES | Feijóo y la investidura

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Si alguien albergaba dudas sobre la procedencia de que Alberto Núñez Feijóo se sometiera a un debate de investidura que, es cierto, tenía pocas posibilidades de ganar, esas dudas han quedado sobradamente despejadas. Por si no fuera suficiente el argumento evidente de corresponder al nombramiento como candidato recibido del Rey, el debate ha resultado un ejercicio político de primer orden que asegura una alternativa precisamente cuando España más necesitada está de un proyecto claro y centrado en los intereses, las preocupaciones y las aspiraciones de la gran mayoría.

Porque el debate que se ha desarrollado en el Congreso ha puesto de manifiesto la existencia de un programa político solvente, realista e integrador, y un político con capacidad para explicarlo, con destreza parlamentaria y liderazgo. El mejor indicador de que el desenlace de este debate no se ha correspondido con el despectivo ninguneo con el que los socialistas y su coalición han querido sofocarlo, es que todo el coro mediático de la izquierda no ha tenido más remedio que seguir fabricando la especie de fantasmales amenazas a la posición de Feijóo como presidente del Partido Popular.

Sánchez, desprovisto de la ventaja que se otorga abusando de los privilegios parlamentarios del Gobierno, ha callado, protegiéndose tras la zafiedad de su ocasional portavoz, para no desvelar una negociación con los secesionistas que va a ser objeto de una manipulación masiva por parte de los socialistas, incluida la perversión del lenguaje para llamar a las cosas por nombres que no son. El crispado silencio de Sánchez, la oquedad de la posición de Yolanda Díaz, la humillante invisibilidad de Podemos y el despliegue tabernario del diputado socialista que contaminó la tribuna con su tóxica diatriba, permitieron observar mejor cómo los socios de Sánchez le rompían el debate que este quería basar en un compromiso de omertá para que no se hablara de la amnistía y de la autodeterminación. Porque los portavoces de ERC, Junts, y Bildu, sin olvidar al secretario general del Partido Comunista, contaron lo que Sánchez no quería que se hiciera tan explícito y tan pronto. Sánchez no ha pronunciado la palabra amnistía como en su día Zapatero se negaba a pronunciar la palabra crisis. Sabemos lo que siguió entonces y tenemos ya una idea muy aproximada de lo que ocurrirá ahora.

El PNV mostró una piel extremadamente fina. Un partido que fue el responsable de la caída del Gobierno de Mariano Rajoy –sí, fue el PNV– y que se propuso desde el primer minuto frustrar la expectativa de investidura de Núñez Feijóo tal vez esperaba el sentido agradecimiento del candidato cuya carrera el PNV se jactaba de haber arruinado. El recurso de los nacionalistas vascos a Vox es puramente oportunista. Lo mismo dijeron de Ciudadanos y de UpyD. También estos partidos constituían una línea roja para el PNV. Lo cierto es que la crisis electoral del PNV es evidente, y que puede muy probablemente manifestarse en las próximas elecciones autonómicas. El PNV se presentará como dique frente a Bildu para retener al electorado más cauto del PP y competirá con Bildu para no aparecer simplemente “autonomista”. Ambas estrategias, además de contradictorias, tienen mal pronóstico, y el PNV lo sabe.

Las reiteradas apelaciones de Núñez Feijóo a pactos de Estado y la necesidad objetiva de consensos en los que todo sistema democrático se tiene que basar no van a detener la dinámica que Pedro Sánchez ha impuesto a la política española. Una dinámica disgregadora y radicalmente divisiva que deja fuera de lugar cualquier planteamiento de facilitación de la investidura del dirigente socialista. Sánchez va a gobernar con y, en buena medida, “para” los secesionistas. No es un trago que Sánchez desee que el PP se lo evite, sino el diseño estratégico que la izquierda ha definido para asegurarse la permanencia en el poder a costa de deslegitimar la Constitución y el trayecto que los españoles realizamos hacia un verdadero marco de convivencia, la Transición.

Frente a este impulso disgregador –considerar “progresista” una mayoría en la que se integra Junts, Bildu, el Partido Comunista y el PNV, es una broma–, 11 millones de votos encuentran en Alberto Núñez Feijóo una voz comprometida y razonable, consciente de su responsabilidad y dispuesto a asumirla plenamente.