Desde el Consejo Europeo de Tesalónica celebrado en 2003, en el que la Unión Europea tomó la decisión de ampliarse hacia los Balcanes Occidentales, el compromiso de cumplir dicha decisión ha sufrido altibajos por varios motivos. Si bien es cierto que las reformas democráticas imprescindibles, incluidas la libertad de expresión y la construcción del Estado de derecho, se han ido estancando en toda la región, no lo es menos que los Estados miembros de la UE se han mostrado cada vez más reticentes acerca de proseguir con la ampliación. Como dijo un analista político albanés, “antes vivíamos en represión [bajo los comunistas], ahora en depresión” [porque no llegamos a entrar en la Unión Europea].
En 2014, la entonces canciller alemana Angela Merkel promovió el “Proceso de Berlín”, cuando las esperanzas de ampliación habían comenzado a desvanecerse y bajo la sombra de la anexión de Crimea por Rusia y el comienzo de la guerra en la región del Donbás. El mayor éxito de dicho Proceso fue establecer un calendario anual de las reuniones entre los líderes políticos de la región, pero con un resultado magro, reducido a una conciencia política compartida y a un aumento de la familiaridad en el trato entre los líderes de los distintos países. En términos prácticos se consiguió un acuerdo que garantizaba la itinerancia celular gratuita en toda la región y poco más. Las inversiones en infraestructura transformadora, un importante aspecto de la iniciativa, no se materializaron de manera significativa y sufrieron retrasos en la adecuación de fondos a proyectos[1]. Tres de los seis países de la región, Serbia, Macedonia del Norte y Albania, se prepararon para lograr las “cuatro libertades” (libertad de circulación de bienes, de capitales, de servicios y de personas) a través de las economías de la región, firmemente basadas en los estándares de la UE.
El pasado 3 de noviembre, el canciller Olaf Scholz reunió a los representantes políticos de los seis países balcánicos (de Serbia, Macedonia del Norte, Albania, Montenegro, que tienen el estatus de candidato a la UE, y de Bosnia Herzegovina y Kosovo, que tienen el de candidato potencial) con la firme intención de revitalizar el Proceso de Berlín, dado que la estabilidad y la prosperidad de los Balcanes no pueden separarse de la estabilidad y prosperidad de Europa en su conjunto. El primer éxito de esta renovada atención alemana ha sido la firma, por los primeros ministros de los seis países de los Balcanes Occidentales, de tres acuerdos importantes sobre el reconocimiento mutuo de documentos de identificación, diplomas universitarios y cualificaciones profesionales. La firma es un paso importante para reconstruir el impulso de la cooperación e integración económica regional.
Ahora bien, la iniciativa del canciller Scholz se produce en un contexto semejante –la guerra en Ucrania– a aquel en que se produjo la de Merkel, lo que deja la impresión de que los europeos se acuerdan de los Balcanes Occidentales solo cuando temen que alguna otra potencia les pueda robar influencia y desbancar a la UE de la región. Les mueve el propio interés y no el de los países candidatos.
La ampliación de la UE hacia los Balcanes Occidentales no será ni rápida ni fácil, pero es necesaria si la UE aspira a mantener la estabilidad en el continente europeo. Lo que importa es que un mayor compromiso político –tanto de la UE como de los países candidatos– es imprescindible para lograrlo. El Proceso de Berlín es un paso importante, pero no suficiente, si otros países miembros de la UE no apoyan plenamente la iniciativa alemana y si los líderes políticos de la región no cumplen con las reformas exigidas. Actualmente, los dos problemas políticos más visibles y urgentes a solucionar son el estatus de Kosovo y la falta de coordinación de la política exterior del Gobierno de Serbia con la de la UE. Por tanto, la primera pelota está en el tejado del Gobierno serbio.
[1] https://www.atlanticcouncil.org/blogs/new-atlanticist/germany-steps-up-in-the-western-balkans-will-the-eu-follow-its-lead/