El pasado 4 de diciembre, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se dirigió a los ciudadanos de su país en su tradicional discurso sobre el estado de la nación. Dicha alocución anual, que se puede dividir en tres partes –Economía, Política Exterior y Defensa– está destinada principalmente al pueblo ruso y describe la estrategia a medio plazo del Kremlin. Según el presidente ruso, los próximos cuatro o cinco años van a ser muy difíciles y críticos para Rusia. De acuerdo con la creencia popular de que los rusos son un pueblo de supervivientes que se crece en situaciones difíciles y que nunca se rinde, Putin proclamó que deben afrontar los retos y ganarlos, y, presentándose como el único hombre capaz de garantizar la estabilidad del país, propuso “no desperdiciar una buena crisis como ésta”.
«Mira Milosevich es profesora de Relaciones Internacional en IE University, School of International Relations
El pasado 4 de diciembre, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se dirigió a los ciudadanos de su país en su tradicional discurso sobre el estado de la nación. Dicha alocución anual, que se puede dividir en tres partes –Economía, Política Exterior y Defensa– está destinada principalmente al pueblo ruso y describe la estrategia a medio plazo del Kremlin. Según el presidente ruso, los próximos cuatro o cinco años van a ser muy difíciles y críticos para Rusia. De acuerdo con la creencia popular de que los rusos son un pueblo de supervivientes que se crece en situaciones difíciles y que nunca se rinde, Putin proclamó que deben afrontar los retos y ganarlos, y, presentándose como el único hombre capaz de garantizar la estabilidad del país, propuso “no desperdiciar una buena crisis como ésta”.
Putin reconoció que las sanciones occidentales, unidas a la fuerte caída del precio del petróleo, perjudican seriamente a la economía rusa, pero propuso nuevas medidas económicas para paliar sus efectos: congelar los impuestos, aliviar las restricciones y otras formas de presión administrativa sobre las pequeñas y medianas empresas, evitar la fuga de capitales a través de una oferta de amnistía fiscal y reconstruir el potencial científico y tecnológico ruso. Las medidas en sí no son malas, pero plantean la duda de si serán suficientes para mejorar la pésima situación económica. Es decir, la de si estas medidas de liberalización económica no llegan demasiado tarde. El presidente ruso, a pesar de sus promesas durante los últimos 15 años en que ha estado en el poder, nunca las había aplicado hasta ahora. El éxito económico de su gobierno se basó casi exclusivamente en los altos precios de los hidrocarburos. Estas medidas que ahora anuncia habrían sido mucho más efectivas en tiempos de bonanza económica.
En cuanto a la Política Exterior, Putin ha justificado la anexión de Crimea como una “reunificación histórica”, por ser una tierra sagrada para los rusos; pero también ha hablado de la guerra en Ucrania y de la necesidad de prepararse para un largo período de tensión con Occidente y de diversificar las conexiones internacionales de Rusia (con énfasis en países no occidentales como China y la India). Para cimentar la unidad patriótica del pueblo, ha acudido al viejo truco del enemigo exterior, acusando a Occidente, y en particular a los EE.UU, de la responsabilidad de la guerra y presentándolos como un “peligro global” y una amenaza particular para los rusos. Según Putin, Occidente siempre ha intentado impedir el fortalecimiento de Rusia. Pero, a pesar de estas acusaciones, el presidente se ha comprometido a evitar el aislamiento y la xenofobia, ofreciendo su ayuda para la lucha contra el terrorismo internacional y el ébola.
El mayor énfasis, como era de esperar, recayó en los asuntos de Seguridad y Defensa. Prometió dos cosas incompatibles: que Rusia no entrará en una nueva carrera armamentística y que nadie será superior militarmente a Rusia, y dio garantías de que su Ejército está preparado para el combate tradicional y para el “no estándar” (o “guerra híbrida”). Su discurso, de consumo interno, pretende tranquilizar a la opinión pública rusa, pero anuncia una mayor confrontación entre Rusia y Occidente, lo que podría implicar avances hacia un indeseable conflicto armado.
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