Idioma-grey

El futuro de las conversaciones sobre Kosovo

Share on facebook
Share on twitter
Share on email
Share on whatsapp
Share on linkedin

Las conversaciones entre el presidente serbio Aleksandar Vucic y su homólogo albanokosovar Hashim Thaçi, organizadas por la Administración de Donald Trump y programadas para el 27 de junio, han sido suspendidas. El motivo de la suspensión es que Thaçi ha sido acusado de crímenes de guerra contra serbios, gitanos y albaneses cometidos entre 1998 y 1999, por el Tribunal Especial para Kosovo y la consecuente negativa del actual primer ministro de Kosovo, Avdullah Hoti a participar en las negociaciones con Vucic. Pero ya desde antes de la suspensión era evidente que varios aspectos de las negociaciones harían muy difícil que llegasen a buen término.

El enviado especial de Trump para los Balcanes, Richard Granel, había organizado la reunión sin coordinarse con la Unión Europea, a pesar de que la Resolución 1739 de la ONU (2010) otorga explícitamente a la UE el mandato de facilitar el diálogo entre Belgrado y Pristina. La Administración Trump organizaba las conversaciones como un gesto de la política exterior estadounidense con vistas a la campaña electoral de Trump, y con el objetivo de empezar por un acuerdo económico entre las dos partes, como preludio del objetivo final, es decir, del reconocimiento mutuo entre los dos países. La exclusión de la UE refleja un problema más de la relación transatlántica y la desconfianza en la capacidad negociadora de la UE, ya que cinco de sus 27 miembros no reconocen a Kosovo como un Estado independiente (desde 2008). En esos cinco países, entre los cuales se encuentra España, pesan sus propios problemas de secesionismos internos, pero, sobre todo, no reconocen la independencia de Kosovo porque consideran que el objetivo de la intervención de la OTAN en 1999 era impedir la limpieza étnica de albanokosovares por el régimen de Slobodan Milosevich, y no el de crear un Estado independiente en contra del Derecho Internacional y de la resolución 1224 de la ONU que puso final al bombardeo de la OTAN de Serbia.

Otro de los aspectos que llevarían al fracaso las negociaciones de Washington, reside en el hecho de que ambos líderes padecen dificultades coyunturales que les impedirían adoptar decisiones definitivas. Tanto Vucic como Thaçi suelen contar con más margen personal de actuación de lo que sus funciones nominales sugieren, pues ejercen un poder enorme en la opinión pública en sus países. Sin embargo, representar a Kosovo en este momento (incluso sin haber sido acusado de crímenes de guerra) no es una tarea envidiable. El país está muy debilitado por la inestabilidad política (el gobierno del primer ministro Albin Kurti ha sufrido una moción de censura sólo 4 meses después de su formación), Thaçi no cuenta con el apoyo del nuevo primer ministro Avdullah Hoti, y su principal valedor, EE. UU., condiciona cualquier acuerdo a la retirada de los aranceles del 100% a los productos serbios que el gobierno kosovar estableció el año pasado. 

Aunque la acusación contra Thaçi y Kadri Veseli (ambos comandantes del ELK, Ejército de Liberación de Kosovo durante la guerra de 1998-99) era previsible, no dejó de sorprender por el momento en el que se anunció. La Fiscalía del Tribunal Especial de Kosovo (un Tribunal que trabaja bajo las leyes de Kosovo, pero tiene la sede en La Haya, para poder proteger a los testigos y el funcionamiento de la justicia) afirma que la razón para hacer pública la acusación, antes de la rectificación de un juez, ha sido que tanto Thaçi como Veseli han estado obstruyendo sistemáticamente el trabajo de la corte y han tratado de evadir la justicia

El principal lastre de Vucic, aunque se halla en excelente posición negociadora por su reciente y contundente victoria de mayoría absoluta en las elecciones generales serbias del pasado 21 de junio, es su excesiva dependencia de Rusia, toda vez que el derecho de veto de Moscú en el Consejo de Seguridad de la ONU es clave para la oposición absoluta de Serbia a aceptar la independencia de Kosovo.

Aun así, las consecuencias de la suspensión de la reunión en la Casa Blanca serán menos lesivas para el diálogo entre Belgrado y Pristina (el cual debería volver al marco institucional de la UE) que para la imagen de Kosovo y de su presidente, que va camino de convertirse en otro héroe nacionalista de la destrucción de Yugoslavia destruido a su vez por su implicación en crímenes de guerra.