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El laicismo no puede hipotecar la misión

Ramón Jáuregui ha respondido que el anuncio de que el PSOE denunciará los Acuerdos Iglesia-Estado cuando recupere el gobierno “no es un brindis al sol”. Es el mismo que promovió un intento de rectificación del laicismo radical del PSOE y amparó a la escasa porción de socialistas cristianos en su partido mientras gobernaba Aznar. Ahora Jáuregui parece cargarse de razón: “la Iglesia española se lo ha ganado a pulso”.

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José Luis Restán es periodista y director del Área Socio-Religiosa de la Cadena COPE

 

Ramón Jáuregui ha respondido que el anuncio de que el PSOE denunciará los Acuerdos Iglesia-Estado cuando recupere el gobierno “no es un brindis al sol”. Es el mismo que promovió un intento de rectificación del laicismo radical del PSOE y amparó a la escasa porción de socialistas cristianos en su partido mientras gobernaba Aznar. Ahora Jáuregui parece cargarse de razón: “la Iglesia española se lo ha ganado a pulso”.

Lo cierto es que durante el zapaterismo la Iglesia se configuró como el único obstáculo eficaz para la ingeniería social promovida desde el poder político. Sólo la perspectiva histórica nos permitirá valorar adecuadamente esa función contingente, derivada de su misión esencial de anunciar el Evangelio, que la Iglesia desarrolló en un momento crucial, cuando un Gobierno surgido del trauma del 11-M decidió apostar por una verdadera revolución cultural rompiendo el pacto de la Transición.

Hay dos cosas que la dirección del PSOE ha sido incapaz de digerir desde el 78. Que la sociedad española no se haya secularizado con la profundidad que suponía y que la jerarquía de la Iglesia no haya aceptado en España el papel de buey mudo. Más allá de la escenificación de estética de su laicismo, las palabras de Jáuregui indican una verdad. Que cuando el PSOE vuelva al poder planteará la denuncia de los Acuerdos, y lo hará en términos de reducción sustancial del significado de la libertad religiosa. La clave de la melodía será la del laicismo francés, norte de unos cuadros socialistas tan culturalmente escuálidos como demagógicamente enardecidos. Naturalmente ellos no han leído a Jürgen Habermas.

La Iglesia en España tiene que avistar ese escenario. Porque además no es sólo un PSOE atávico el que muestra sus pulsiones anticlericales. Existe un laicismo de baja intensidad que también anida en algunas capas del PP. En realidad ambos responden, a su manera, a un proceso profundo que afecta al conjunto de la sociedad española. Las periferias de las que habla el Papa están ya en el centro de nuestras ciudades, y es ahí donde se juega el futuro de la misión. Para eso se requiere realismo, humildad, inteligencia, y sobre todo pasión por comunicar la experiencia cristiana sin dar por supuesto absolutamente nada.

El pacto de convivencia del 78 dio una buena respuesta en materia de libertad religiosa y de laicidad. Desgraciadamente el PSOE se empeña en demolerlo y el PP podría reunir más esfuerzos, calor y razón para defenderlo de un modo eficaz. Para los católicos españoles esto significa un desafío a nuestra creatividad, a nuestra capacidad de ofrecer las razones de nuestra esperanza, que tienen también una valencia civil y política porque contribuyen decisivamente al bien común. Es muy posible que en no demasiado tiempo sea necesario negociar un nuevo esquema institucional, y habrá que hacerlo con la astucia de la que habla el Evangelio. Pero lo verdaderamente sustancial es que la gente de toda condición pueda sorprenderse de nuevo por la novedad humana de la fe.

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