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El Pilar y nuestra conversación nacional

La basílica de El Pilar es uno de los grandes puntos de referencia de la historia cristiana en España. Indica el punto de partida de la evangelización en la época romana y también la gran misión americana que ha plasmado la fisonomía del catolicismo español en la época pujante del siglo XVI. «

José Luis Restán. Director Editorial COPE

 

La basílica de El Pilar es uno de los grandes puntos de referencia de la historia cristiana en España. Indica el punto de partida de la evangelización en la época romana y también la gran misión americana que ha plasmado la fisonomía del catolicismo español en la época pujante del siglo XVI. Pero además El Pilar es uno de los principales santuarios marianos de España, un lugar de plegaria y de paz donde se acogen cada día las necesidades de miles de hombres y mujeres que llegan para poner su corazón herido y sediento a los pies de María.

La explosión de un artefacto en el interior de la basílica, rudimentario pero ciertamente peligroso, merece una reflexión serena y de amplio horizonte, más allá de la lógica indignación y la indispensable condena. No tanto por la prosa delirante del autodenominado “Comando Mateo Morral”, que ha reivindicado el atentado, cuanto por el caldo de cultivo que está alimentando esta violencia soterrada, en una sociedad que parecía haber disuelto sus viejos demonios durante la Transición de finales de los años 70 del pasado siglo.

La sociedad española se configura hoy con una notable pluralidad política, cultural y religiosa. Dispone de un marco constitucional que promueve lo que podemos llamar una laicidad abierta y positiva, que reconoce la aportación de las diversas confesiones religiosas al bien común y la centralidad del catolicismo en nuestra historia, pero establece claramente el carácter aconfesional del Estado. Sin embargo, tras un paréntesis en el que primaron el diálogo y la reconciliación, ha germinado en la última década un discurso laicista agresivo que abarca desde intelectuales a importantes fuerzas políticas, desde la escuela a importantes medios de comunicación.

La Iglesia en España ha renunciado cordialmente a cualquier forma de privilegio heredada de la historia y sólo reclama la libertad necesaria para ofrecer su propuesta en la plaza pública, contribuyendo así al diálogo público que alimenta la convivencia civil. Paradójicamente ha sido veinte años después de la Transición cuando ha surgido con especial virulencia un discurso laicista agresivo que por desgracia ha empezado a calar en determinados segmentos sociales. Lo pudimos ver en algunos elementos del movimiento 15-M y también en algunas algaradas universitarias que han colocado a la Iglesia en su punto de mira.

El atentado contra la basílica de El Pilar requiere el correspondiente tratamiento policial y judicial. Pero también nos invita a todos, creyentes y no creyentes, a una reflexión en profundidad. En su viaje a Compostela y Barcelona, Benedicto XVI auguraba que España sea el espacio de un nuevo diálogo entre una fe cristiana amiga de la razón y un pensamiento ilustrado abierto a las grandes preguntas del hombre. Recientemente el Papa Francisco ha propuesto al intelectual agnóstico Eugenio Scalfari recorrer juntos un tramo del camino, en busca de la verdad que responde al verdadero deseo de felicidad de cada hombre. Siempre existirán lunáticos o seguidores de ideologías violentas, pero privarles de cualquier sustento intelectual y moral es un desafío para toda nuestra sociedad.

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