La decisión de Ucrania, anunciada por su primer ministro Nikolai Azarov, de “interrumpir los preparativos” para la firma del Tratado de Asociación con la Unión Europea, prevista para el próximo 28 de noviembre en Vilna (Lituania), deriva de la propia situación económica y política de Ucrania, de la coacción del régimen de Putin y de la incapacidad de la Unión Europea para realizar su proyecto estrella –la Asociación Oriental– dirigido a varios países exsoviéticos (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia, Ucrania) y para proseguir así su ampliación hacia el Este.
«Mira Milosevich es escritora y profesora del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset
La decisión de Ucrania, anunciada por su primer ministro Nikolai Azarov, de “interrumpir los preparativos” para la firma del Tratado de Asociación con la Unión Europea, prevista para el próximo 28 de noviembre en Vilna (Lituania), deriva de la propia situación económica y política de Ucrania, de la coacción del régimen de Putin y de la incapacidad de la Unión Europea para realizar su proyecto estrella –la Asociación Oriental– dirigido a varios países exsoviéticos (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia, Ucrania) y para proseguir así su ampliación hacia el Este.
Para Ucrania, los 610 millones de euros prometidos por la UE y el Fondo Monetario Internacional no son suficientes para amortiguar las consecuencias del cierre del mercado ruso a sus productos y, sobre todo, ya en puertas del invierno, no sirven para paliar su dependencia energética del gas ruso. El parlamento ucraniano ha rechazado en seis ocasiones la petición y la condición clave de la UE para la firma del Tratado –la excarcelación de Yulia Timoshenko (la anterior presidenta y líder de la Revolución Naranja de 2004)– por ser incompatible con las leyes (y porque Timoshenko podría presentarse en las próximas elecciones presidenciales de 2015, arruinando así los planes del actual presidente para perpetuarse en el poder).
La coacción de Rusia ha dado su fruto, pero no es el único elemento que influye en las relaciones entre los dos países: Vladimir Putin ayudó al actual presidente Víktor Yanukóvich a llegar al gobierno en 2010, y lo hará de nuevo en 2015. Existen unos vínculos culturales y religiosos que se resisten al postmodernismo europeo: el Rus de Kiev fue el embrión del Estado ruso; el 20% de los ciudadanos de Ucrania son del origen ruso y ejercen una considerable influencia en “la pequeña Rusia” (así llamaban los rusos a Ucrania en la época zarista); la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, en fin, se considera rusa, es decir, no autocéfala como otras iglesias ortodoxas nacionales (serbia, griega, búlgara, macedonia…).
Rusia es la ganadora de este plantón histórico: Ucrania ha anunciado que intensificará sus negociaciones con la Unión Aduanera (Rusia, Bielorrusia y Kazajistán). Para Rusia, bloquear la ampliación de la UE y la OTAN hacia el Este es una prioridad en su política exterior. Ucrania y la UE son las grandes derrotadas: Ucrania ha perdido una oportunidad de acercarse a la UE, lo que sin duda habría acelerado su modernización. Aunque Moldavia y Georgia firmarán en Vilna el Tratado de Asociación con la UE, éste pierde su significado sin Ucrania, el país más grande (46 millones de habitantes) de los seis candidatos. El plantón de Ucrania demuestra que la UE carece de atractivo e instrumentos para influir en los países en los que no existe un sentimiento histórico europeo, al contrario de lo que sucedía en el caso de los países del antiguo Pacto de Varsovia, que querían “volver a Europa”.
»