Todos los partidos llamados a formar con el PSOE la coalición de Gobierno, todos sin excepción, han boicoteado el acto de jura de la Constitución ante las Cortes de la Princesa de Asturias, un acto previsto y exigido por el texto constitucional para expresar la continuidad de la Monarquía y el carácter parlamentario de esta.
Tres de esos partidos, el BNG, ERC y Bildu, hicieron público ayer un comunicado calumnioso contra la Corona a la que no ahorran insultos ni mentiras. En ese mismo comunicado, los socios de Pedro Sánchez agreden a la Constitución y, sin ninguna restricción, destruyen su significado histórico y actual.
El ataque a la Corona entraría en el terreno de lo delictivo, si el delito contra las instituciones no hubiera dejado paso a la impunidad de los dinamiteros y si la inmunidad parlamentaria de los que hacen del insulto a España la razón de ser de su existencia política no les protegiera de su propia cobardía.
Estos mismos partidos, y alguno más, no asistieron a las consultas del Rey para designar candidato a la investidura, otra previsión estrictamente constitucional.
Naturalmente, nada apareció en el discurso de la presidenta del Congreso en el acto de jura de Doña Leonor que pudiera incomodar a los ausentes. Desde el “president” Puigdemont hasta el convicto Otegui, todos sabían que nada de lo que ocurriera en el Congreso iba a afectar a sus expectativas ni a las cesiones ya alcanzadas. Convertido el PSOE en aliado de los enemigos de la Constitución –quien lo dude, que lea el comunicado tripartito– y forzadas las instituciones que deben guardar a aquella, la extrema gravedad de la crisis nacional no puede ser ocultada.
Lo que no es posible tolerar en silencio es que la realidad se retuerza, que la mentira se apropie de las bases de nuestra convivencia, que se hable de “reencuentro” cuando lo que hay no es más que una estrategia pautada de destrucción del orden constitucional por los independentistas y la extrema izquierda a la que un PSOE, sectario y vacío, se ha abrazado por una pulsión antidemocrática de poder.