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Elecciones en Chile: un rumbo inquietante

La campaña para la elección presidencial chilena de fines de este año está tomando un rumbo alarmante. Michelle Bachelet, que de lejos lidera los sondeos de opinión, está dando un peligroso giro hacia el chavismo que puede terminar tensionando la sociedad chilena de una manera que no se había conocido en décadas.

Fundación para el Progreso

 

La campaña para la elección presidencial chilena de fines de este año está tomando un rumbo alarmante. Michelle Bachelet, que de lejos lidera los sondeos de opinión, está dando un peligroso giro hacia el chavismo que puede terminar tensionando la sociedad chilena de una manera que no se había conocido en décadas.

Después de un tiempo de silencio y ambigüedad, Bachelet se ha lanzado a la búsqueda de una “nueva mayoría” capaz de captar el apoyo de los movimientos sociales y estudiantiles radicales que de manera espectacular irrumpieron en la escena chilena en 2011. Estos movimientos se han caracterizado por una oposición cerrada al modelo tan exitoso de desarrollo seguido por Chile durante los últimos treinta años y un cuestionamiento del conjunto de la institucionalidad que actualmente rige al país. Por ello es que las consignas centrales de estos movimientos sean “no al lucro” y “asamblea constituyente”. O, en buenas cuentas, una refundación total de la sociedad chilena bajo un fuerte signo estatista.

Hasta hace no mucho, pocos pensaban que Bachelet se sumaría de verdad a esta retórica maximalista, pero hoy ya no es así. En cada tema que surge, la hoy candidata oficial de los partidos socialista y comunista tiene siempre la misma propuesta: más Estado y más impuestos. Ya ha planteado erradicar el lucro de todo el sistema educacional, lo que implica liquidar el actual sistema mixto chileno. Pero la puerta está abierta para el cuestionamiento de toda colaboración público-privada que involucre actividades empresariales. Y promete alzas de impuestos “a las empresas” por más de 8 mil millones de dólares para ampliar las dádivas estatales (“derechos sociales”).

Esto, sin embargo, no es lo más grave. Su gran promesa actual es una nueva constitución, lo que, bajo las condiciones imperantes, es imposible de lograr sin convocar ilegalmente a un plebiscito sobre una asamblea constituyente. Bachelet ha sido clara al decir “yo no le cierro la puerta a ninguna opción”, y aun más explícito ha sido su asesor jurídico, Fernando Atria, al afirmar que “el problema constitucional chileno es algo que tendrá que resolverse por las buenas o por las malas”.

Se abre así el agujero negro del chavismo en el país donde uno menos se lo imaginaba. Son muy malas noticias no sólo para Chile sino para toda América Latina.