El 8 de septiembre tuvieron lugar elecciones locales en buena parte de las ciudades y las regiones de Rusia (no en todas). Era la primera vez desde 2003, cuando se dispuso que sería el Presidente de la Federación Rusa quien nombrara a alcaldes y gobernadores.
El 8 de septiembre tuvieron lugar elecciones locales en buena parte de las ciudades y las regiones de Rusia (no en todas). Era la primera vez desde 2003, cuando se dispuso que sería el Presidente de la Federación Rusa quien nombrara a alcaldes y gobernadores. Ahora se vuelve al sistema anterior, de elección popular. Como la Cámara Alta del Parlamento ruso, el Consejo de la Federación, está formado por los representantes de los sujetos constituyentes de la Federación (regiones, repúblicas más Moscú y San Petersburgo, las dos ciudades con estatuto constitucional especial), puede decirse que dicho Consejo también se democratiza, por cuanto serán los presidentes de las Repúblicas, los gobernadores de las Regiones y los alcaldes de esas dos ciudades, los que designen a los miembros de la Cámara Alta y no el Presidente por persona interpuesta.
Ésa es la teoría. La baja participación en las elecciones, sin embargo, hace pensar en que los ciudadanos rusos no tienen confianza en la materialidad del cambio, aun cuando habría que añadir que después de setenta años de movilización y participación política obligatoria y agobiante, la forma preferida de expresión social en Rusia es vivir al margen de la política en lo posible, por lo que, en general, los índices de participación electoral son más bajos que los europeos. En Moscú, la mayor y más populosa ciudad de Europa con mucha diferencia (si fuera un Estado sería el séptimo de Europa por población), sólo votó un 26% del electorado, cuando en 2003 lo había hecho un 57%. Ganó el candidato del partido en el poder, el actual alcalde, Sergei Sobianin, con un 51% de los sufragios emitidos. El candidato sorpresa, de ideología difusamente liberal pero en realidad indefinible, Aleksei Navalni, fue el segundo más votado con el 27%. El batacazo correspondió a Ivan Melnikov, el vicesecretario del Partido Comunista, que sólo obtuvo un 10% de los votos, muy lejos de la fuerza que se le supone –y que realmente tiene– al Partido Comunista.