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Elecciones europeas de 2019: el populismo sigue ahí

Lauren Olsen es licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad Brigham Young, EEUU

En lugar de celebrar el freno del crecimiento populista, los eurodiputados deben estar preparados para frenar su influencia respondiendo a las preocupaciones de los ciudadanos, reduciendo las inclinaciones elitistas y oponiéndose a la retórica radical.

El 26 de mayo, a las 22 horas, cuando cerraron las urnas electorales de la UE, gran parte de la opinión pública europea dio un suspiro de alivio colectivo. Los populistas no habían obtenido unos resultados a la altura de sus expectativas ni de lo anticipado por las encuestas. En los días posteriores a la elección, muchos políticos, votantes y medios de comunicación celebraron los resultados de la elección como la prueba de que el populismo no tiene la potencia abrumadora que muchos habían aventurado. Aunque algunas opiniones populistas han ganado votos y escaños, no han crecido lo suficiente como para convertirse en la fuerza política dominante en la UE.

Estos análisis son parcialmente correctos y parcialmente equivocados. Es cierto que los partidos populistas no obtuvieron un resultado tan bueno como el que muchos analistas predijeron. Su porcentaje de escaños aumentó del 20 al 25 por ciento, una ganancia modesta de solo el 5 por ciento, inferior a lo que muchos temían.

Los comentaristas también han asegurado al público que es mucho más fácil para los populistas obtener escaños que ejecutar sus agendas una vez elegidos. Señalan que muchos partidos de extrema derecha están de acuerdo en una sola cosa: la inmigración. En otros temas, como Rusia, el presupuesto de la UE y la distribución de inmigrantes, sus plataformas son totalmente incongruentes, lo que hace que la cooperación de alguna manera significativa sea difícil e improbable. Esta discordia, predicen los pronosticadores, evitará que los populistas dirijan la agenda parlamentaria o las políticas de la UE.

Algunos observadores optimistas incluso afirman que los avances de los populistas serán beneficiosos para la UE, porque su retórica anti-elitista puede empujar a los políticos del mainstream a hacer un esfuerzo adicional para volver a ponerse en contacto con la gente. Para deshacerse de la imagen elitista, quizás se vean obligados a un esfuerzo más concertado y propuestas más concretas respecto a preocupaciones generalizadas como la desigualdad, el desempleo, garantizar la viabilidad de los sistemas de bienestar o pensiones, u otros retos similares.

Estas afirmaciones son bien intencionadas, pero también demasiado optimistas. Aunque los partidos populistas solo obtuvieron incrementos marginales, seguirán siendo una fuerza poderosa en la UE por varias razones. En lugar de actuar con espíritu constructivo, probablemente jugarían el papel de enemigos del sistema desde dentro de las instituciones.

Este efecto ya ha comenzado, desde el mismo momento en que los partidos populistas comenzaron a captar votos de los partidos tradicionales del centro, debilitando su desempeño en las elecciones. Los políticos moderados de los partidos tradicionales van a sentir el impacto de esa pérdida en cuanto comiencen a tratar de crear coaliciones con una aritmética muy mermada respecto a anteriores legislaturas.

En los próximos años, es probable que los partidos europeos de ambos extremos continúen actuando en este papel anti-sistema saboteando los esfuerzos de las corrientes políticas moderados tratando de evitar que la UE se mueva en la dirección correcta. Los eurodiputados de ambos extremos pueden no tener suficiente apoyo para aprobar sus propias propuestas radicales, pero es probable que intenten bloquear muchos de los esfuerzos constructivos de los partidos del mainstream a la hora de proponer soluciones a los principales problemas de la UE. Los divisiones internas de los populistas les impedirán cooperar entre ellos en algunos temas, pero en algunos otros es muy probable que alcancen acuerdos. Muchas de las preocupaciones más apremiantes sobre la inmigración tendrán que enfrentar a una importante oposición de buena parte del bloque populista.

Mientras los líderes populistas recién elegidos se unen para combatir muchos de los valores fundacionales de la UE, los políticos moderados también deben unirse en defensa de esos valores fundamentales. Los populistas pueden haber ganado un cierto grado de poder, pero si los políticos moderados esperan que sus esfuerzos sirvan para espolear la actividad de la UE, deben prestar atención a las tácticas de sus adversarios. En lugar de celebrar el freno del crecimiento populista, los eurodiputados deben estar preparados para frenar su influencia respondiendo a las preocupaciones de los ciudadanos, reduciendo las inclinaciones elitistas y oponiéndose con contundencia a la retórica radical.