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En retirada

Anotaciones FAES 41

El sanchismo es un ejército derrotado que se bate en retirada. Sus dirigentes son conscientes de que la ingeniería de poder que les ha mantenido será difícilmente repetible, que los números no van a sumar. Nada de esto significa que el Gobierno vaya a caer mañana. Mientras los socios de esta coalición cercada por el escándalo y la corrupción crean que hay posibilidades de maximizar su capacidad extractiva frente a Sánchez, mantendrán a este quien, a su vez, ha demostrado su disposición a hacer lo que creíamos inimaginable para mantenerse en el poder.

De hecho, cuando un ejército derrotado se tiene que retirar es cuando comete las mayores tropelías: vuela los puentes, destruye las líneas de comunicación, saquea las propiedades, no hace prisioneros, se deshace de los testigos, da rienda suelta a su frustración en forma de venganza e intenta sobrevivir en el mundo después de su derrota.

Nos esperan nuevos abusos, más arrogante ocupación de las instituciones y organismos en los que el sanchismo cree que podrá refugiarse después de su derrota, mayor desfachatez en la patrimonialización del Estado. El decreto ley que altera las mayorías para el Consejo de RTVE, la defensa numantina de un fiscal general al borde de la imputación, la mentira institucionalizada en la sala de prensa de la Moncloa, la consolidación de un intervencionismo arbitrario en grandes empresas, el fuego graneado en forma de querellas temerarias contra el juez instructor del caso Begoña Gómez son muestras de los desmanes políticos a los que el Gobierno está decidido a llegar.

Este Gobierno ha quedado reducido a actor principal en una performance surrealista. Algunos hitos de su gestión política como la negociación entre Santos Cerdán y Carles Puigdemont o la propia visita de Delcy Rodríguez y sus maletas –de la que cada día se ofrece una versión distinta– serían episodios propios de “Black Mirror”, mucho más que de la sonrojante serie sobre la vida en la Moncloa que, como la falsa moneda, ha ido de mano en mano hasta que se la ha quedado El País. Y, por cierto, que se cuiden los testigos, unos en la cárcel, otros probablemente próximos a entrar, porque un ejército en retirada no quiere que nadie cuente lo que sus jefes ordenaron o consintieron.