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Perdones, péndulos y pendones: el PNV y la desmemoria histórica

Aitor Esteban, con motivo de la visita del presidente de la República Federal Alemana a Guernica, acaba de decir que el Estado español y el propio Felipe VI – a quien reprochó su presencia como simple “acompañante”– deben tener «el mismo gesto de petición de perdón» que Alemania por el bombardeo de 1937. El presidente del PNV añadió (magnánimo) que aprecia y valora el gesto de Frank-Walter Steinmeier, esperado «desde hace tiempo»; ciertamente, el PNV lleva años haciendo esta misma reclamación al Gobierno central y ahora ha decidido elevar el tono.

El argumento de fondo tiene mucho que ver con la visión a medida de una “memoria democrática” decretada para despojar a la guerra civil de su verdadera dimensión histórica y traerla al presente hecha diatriba sectaria, arma de guerra: la guerra de papá. Si para unos lo que se ventiló entre 1936 y 1939 fue una disputa entre democracia y fascismo, para el nacionalismo vasco parece que la línea del frente, allí, contrapuso un fantasmal “Estado español” (roto por la propia guerra) con un Ejército vasco que, por lo visto, no tendría nada que ver con la República, es decir, con el Estado español. Solo así tiene sentido el razonamiento de Esteban: «ya sé que algunos dicen que no es el mismo gobierno, pero el presidente alemán y su gobierno no tienen nada que ver con la Alemania nazi, y la Jefatura del Estado Español está ahí después de una transición y la monarquía fue puesta por el régimen de Franco». Todo un órdago a la grande de parte de quien, en Madrid, tantos siguen considerando ápice de “moderación”.

Puestos a exigir disculpas de la Corona, cualquiera pensaría –repasando los diarios de Azaña[1], sin ir más lejos– que el PNV tendría que ofrecerlas primero a la República. Recuerden aquella broma de Ortúzar: «Ni Franco ni Hitler pudieron con nosotros. ¿Piensan estos fachas de playmóbil que van a poder hacerlo?» Hombre, era mucho decir. Porque lo cierto es que los nacionalistas vascos no fueron los opositores más encarnizados de Franco ni de Hitler. Es muy conocido que el PNV rindió sus gudaris en Santoña a los italianos, cuya campaña española no destacó precisamente por lo aguerrido de su tropa. Puestos a la fuga en Guadalajara, la defección italiana se cantó con idéntico regocijo malévolo en ambos bandos:

Bergonzoli, sinvergüenza / general de las derrotas / para tomar a Trijueque / con los bambinos que portas / no basta con pelotones / hay que venir con pelotas.

Guadalajara/ no es Abisinia/ allí los rojos tiran con bombas de piña/ Menos camiones y más cojones/ Los italianos se marcharán/ y de recuerdo un bambino dejarán.

En fin, el caso es que la rendición de los gudaris fue la única victoria de la Italia de Mussolini en España. Un récord.

El 2 de abril de 1939, al día siguiente de finalizar la Guerra Civil, –dos años después del bombardeo de Guernica– el máximo órgano del PNV, el EBB, reunido en Meudon, a 12 kilómetros de París, hace pública su ruptura con la República, dejando la puerta abierta al entendimiento con Franco:

El Partido Nacionalista Vasco no tiene ningún compromiso ni con el Gobierno de la República, ni con los partidos, ni con las organizaciones sindicales que la apoyaban, llamados del Frente Popular español” (…) El Partido Nacionalista, respecto al régimen y los Partidos (sic) de Franco, fundamentalmente proclama también su libertad de acción. El PNV procurará influir en la vida política de Euzkadi peninsular, utilizando los medios indirectos que puedan crearse. Esta intervención se intentará a través del Partido Carlista (sic), sirviéndose de aquellos elementos cuya línea de conducta haya sido siempre vasquista”.

Así consta en la página 67 de El Péndulo Patriótico, biografía ‘autorizada’ del PNV, por haber sido encargada por el partido a los historiadores Luder Mees, Santiago de Pablo y Rodríguez Ranz para celebrar su centenario. El libro fue presentado por Xabier Arzalluz, en Sabin Etxea, el año 2001: palabra de burukide. Bebemos, por tanto, en fuentes cristalinamente abertzales; seguro que Aitor Esteban lo tiene en su biblioteca y si no, en la sede. Allí se cuenta, recurriendo al Archivo del Nacionalismo, que el Gobierno del Tercer Reich se había dirigido al PNV para consultar qué esperarían los vascos de una hipotética victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial. La respuesta del PNV la pueden encontrar ustedes –también Aitor Esteban– citada, textualmente, en la página 112. Podrán leer que “para los vascos en general”, la victoria de Alemania sería muy negativa, aunque:

Nosotros no compartimos esa opinión, porque creemos en el talento político del Führer, en su sagacidad, en su alto espíritu de comprensión y esperamos que en el nuevo orden a establecer en Europa y particularmente en España, el problema vasco habrá de ser tenido en cuenta:

1.-Porque a Alemania le interesa la pacificación de España y no puede escapar a su recto sentido que no hay pacificación posible sin una solución favorable a los vascos.

2.-Porque el problema vasco está íntimamente ligado al problema racial alemán (sic) y por lo tanto es lógico y natural esperar que el Führer lo acoja y lo resuelva con la mayor simpatía.

3.-Porque nos damos perfecta cuenta (de) que las simpatías de Alemania en España están en decadencia, y por lo tanto es de extrema importancia para el Führer recoger y captar las máximas simpatías si no quiere perder toda su influencia en España.

O sea, que el PNV llegó a verse en cierto momento como agente colaborador para que el nazismo conservara alguna influencia en España, justo cuando las simpatías hacia Alemania se encontraban ya “en decadencia”, según reconocía ese mismo partido. Con tales antecedentes, hay que echarle mucha cara para ponerse, ahora, tan estupendo.

En resumen: ya está tardando el PNV en pedir perdón.

*Foto de ELOY ALONSO/REUTERS. Aitor Esteban, a la derecha, con una pistola de coleccionista y una gran ikurriña, en la recreación histórica de la batalla de Areces de 1937


[1] Entre otros muchos pasajes, a los dos meses de la caída de Bilbao, este: “Hoy he recibido, del general Martínez Cabrera, la pequeña memoria que encargué sobre la campaña del norte hasta la caída de Bilbao (…) el documento es muy instructivo. En general, confirma lo que ya sabíamos (…) Todos los oficiales asesores del Gobierno vasco se han pasado al enemigo. Corrobora la defección de batallones nacionalistas, con sus mandos (…) A continuación, audiencia de los delegados socialistas (…) La conversación ha versado sobre los asuntos militares del norte. González Peña me dice: Retorciéndonos el corazón, tenemos que callar lo que sabemos, lo que hemos visto, para no hacer daño a la causa común. Están indignados por la presunción, el despego, la insolidaridad de los nacionalistas vascos y del gobierno (…) Les indigna que se haya dejado caer en manos del enemigo una cantidad de material inmensa”.