Anotaciones FAES 66
El PNV ha afirmado, después de la entrada de Santos Cerdán en prisión, que reflexionará y decidirá sobre su relación con el PSOE “en su debido momento”. Es decir, aún no.
Con motivo de la moción de censura de 2018 contra el Gobierno del Partido Popular, el portavoz del PNV dijo que el Congreso probablemente se convertiría con Sánchez en un “pim, pam, pum continuo”, habló sobre el “efecto rebote” que podían tener las decisiones políticas poco meditadas que pasado el tiempo muestran todo el potencial autodestructivo que llevan dentro, y se mostró preocupado por ser señalado, o bien como encubridor de corrupción de un partido nacional, o bien como causante de inestabilidad… Y votó sí a Sánchez.
Lo que no parece haber contemplado entonces aquel PNV, aparentemente atormentado por sus dudas, es que terminaría como víctima del pim, pam, pum desencadenado por Sánchez de la mano de Bildu, y que, por efecto rebote de su decisión autodestructiva, se convertiría simultáneamente en factor de inestabilidad nacional, cómplice político activo del socialismo más corrupto y principal causante de la decadencia y de los crecientes problemas políticos y sociales del País Vasco. Si “pagafantas” estuviera en el diccionario de la RAE se definiría aproximadamente como lo que el PNV es hoy para Sánchez y para Bildu, a costa de sí mismo y de la sociedad vasca.
Si el PP de 2018 aún le ofrecía dudas, ¿es que no ofrece certezas el de 2025? ¿No más que Sánchez, como mínimo?
El efecto rebote sigue, cada vez más cerca del suelo, y el PNV no parece estar ya en las mejores condiciones de levantar esa bola ante el empuje de Bildu y ante un nuevo e inminente desafío soberanista, ahora que el coste jurídico del golpismo ha quedado no sólo amnistiado hacia atrás sino llevado a cero hacia delante, con su rastro y su promesa de enfrentamiento, polarización, destrucción, empobrecimiento y frustración. La nueva doctrina constitucional parece sostener que suprimir por interés privado la existencia de un delito perpetrado contra el bien público es una vía de pacificación social. Es de temer que tengamos oportunidad de verificar empíricamente la fortaleza de esa hipótesis más pronto que tarde. Y, pese a todo, el PNV cree que no ha llegado aún el debido momento de revisar, no ya su relación con el socialismo, sino el grado de obsolescencia general de su proyecto político.
¿Qué ha ganado Euskadi desde la moción de 2018? Nada. ¿Quién puede y quiere defender hoy a Euskadi frente al proyecto hegemónico de Otegui? ¿Quién puede y quiere defender su memoria limpia de falsificaciones, su futuro, su foralidad, su Estatuto, su Constitución y su influencia en España y en Europa? ¿Quién puede ofrecerle una salida al ocaso del PNV, desplazado hacia un izquierdismo grotesco, y al rojo amanecer rupturista de Otegui? ¿Quién puede devolver el progreso, defender la convivencia?
En su debido momento, hasta el PNV tendrá que asumir que la respuesta a todo eso es ya sólo una: el Partido Popular del País Vasco, como parte del proyecto político para España de Alberto Núñez Feijóo.