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Dos años de Milei: “¡Viva la estabilidad, carajo!”

El 26 de octubre se celebraron las elecciones legislativas en Argentina, renovando la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado nacional. Al igual que las midterms estadounidenses, estas elecciones sirven también como termómetro de apoyo o rechazo al gobierno y son observadas con mucha atención por el mercado. Un mes después de unos comicios locales en la provincia de Buenos Aires en los que el peronismo había conseguido imponerse de manera contundente, la fuerza de Milei consiguió una victoria nacional con el 40% de los votos, incluso con una leve ventaja en el complicado distrito bonaerense.

La respuesta del mercado fue eufórica, tras varias semanas de ruido político y una expectativa de retorno peronista. Octubre representó el mes con subidas más altas para las acciones argentinas desde 1992. El riesgo país se desplomó de 1081 a 708 puntos en un fin de semana, acercándose durante noviembre a los 600 puntos. El peso argentino amaneció el lunes valiendo un 5% más. Todas reacciones comprensibles, siendo que la discusión preelectoral se había centrado en si el gobierno podría mantener un tercio de los diputados para mínimamente sostener los vetos presidenciales y poder evitar un potencial juicio político. En cambio, Milei ha conseguido quedar cerca de una mayoría propia en una Cámara de Diputados muy fragmentada y el peronismo ha perdido el control del Senado por primera vez desde 1985.

El gobierno ha aprovechado el impulso electoral para anunciar una reforma tributaria y otra laboral, y relanzar la gestión. Tras haber comenzado como uno de los gobiernos más institucionalmente débiles de la historia reciente y gobernado dos años a base de delegaciones legislativas, decretos y vetos presidenciales, Milei cuenta ahora con mayor poder institucional para aprobar leyes propias y dotar a su programa económico de mayor estabilidad. Con el ruido acallado, la gestión económica puede ir lentamente dejando de lado la mitigación del riesgo político para poner el foco de lleno en el crecimiento.

¿Está garantizada la continuidad de Milei y la estabilidad del programa en el mediano plazo? Hay razones para pensar que sí, aunque las certezas políticas en Argentina suelen durar poco y más en este contexto global turbulento. La sorpresa electoral se debió a que el resultado superó ampliamente lo que marcaban la mayoría de los sondeos de opinión pública. Por poner un ejemplo, el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella estaba antes de las elecciones al nivel de agosto del 2019, cuando el expresidente Macri obtuvo apenas un 32% de los votos y el peronismo consiguió una victoria aplastante. Una posible explicación para esta disociación entre aprobación de la gestión y el voto puede estar en el peso específico de la estabilidad económica para el elector medio argentino.

En mayo de 1995, el entonces presidente Carlos Menem obtuvo su reelección con el 50% de los votos tras haber conseguido domar la inflación luego de una tormenta hiperinflacionaria, apoyándose principalmente en un tipo de cambio fijo dentro del Plan de Convertibilidad. Si bien ahora el ajuste fiscal ha sido doloroso y la actividad no termina de alcanzar el ritmo deseado, no hay que olvidar la importancia para el argentino de una inflación controlada y un tipo de cambio estable, tal como vaticinamos hace un año y medio. Si en el voto de septiembre de la provincia de Buenos Aires pudo haber un componente de castigo a Milei, el resultante shock negativo del mercado pareció instalar la idea de que una derrota del gobierno en octubre empujaría al país nuevamente al caos. Así, el gobierno fue ratificado en su rumbo, con el equilibrio fiscal como ancla y principal bandera, por un electorado que no quiere volver a ver cómo cambian los precios en el supermercado cada semana.

El desafío para consolidar el apoyo electoral estará por supuesto en el crecimiento económico y en una consecuente mejora en la calidad de vida de la población argentina. El mayor impulso vendrá de los sectores energético, minero, agrícola y tecnológico, que consiguen mantenerse competitivos aún con una moneda más apreciada y se pueden potenciar por inversiones enmarcadas en el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones. Ya hubo anuncios relevantes como la exploración conjunta de Open AI y la argentina Sur Energy para un proyecto de infraestructura digital que podría alcanzar los 25.000 millones de dólares. Además de las domésticas, hay otras señales externas positivas para el país. El Tesoro americano ha anunciado un fuerte respaldo al Gobierno de Milei lo que ya se dejó notar en la estabilización cambiaria previa a las elecciones. Al mismo tiempo, continúa el proceso de acceso a la OCDE que le otorgaría al país un marco regulatorio más estable. El acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, que estaría cerca de concretarse, permitiría aumentar las exportaciones argentinas a uno de sus principales socios.

Milei no lo tiene fácil. Sin embargo, si consigue sostener la calma económica, logra un proceso de crecimiento virtuoso y mejora la gestión, es difícil pensar que Milei no conseguirá la reelección en dos años con números cercanos a los del mes pasado. Especialmente si la oposición continúa profundizando sus tensiones y divisiones. El presidente parece un apasionado de la libertad, pero lo que realmente le ha permitido consolidar su poder ha sido la sensación generalizada de estabilidad. Inaugurando la segunda etapa de su gobierno, quizás el nuevo grito proselitista deba ser: “¡Viva la estabilidad, carajo!”