En el marco de los diálogos sobre “Democracia y Estado de derecho”, organizados por la Fundación FAES dentro del proyecto financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, “Estado de derecho y promoción de la democracia. ¿Qué significan ambos conceptos hoy en diversos países del mundo?”, se celebró un coloquio dedicado al “Estado de derecho en América Latina: casos de Colombia, Ecuador y Venezuela”. A continuación, se ofrece un resumen analítico de los temas abordados.
En América Latina están sucediendo cuatro crisis simultáneas: 1) una crisis de las instituciones democráticas, 2) una crisis de seguridad, 3) una crisis del endeudamiento, en cierto sentido producto de la pandemia del COVID-19, y 4) una crisis geopolítica por la penetración de China y, en menor medida, de Rusia en la región.
Hay un desapego de los países latinoamericanos de la democracia y del Estado de derecho y un auge del populismo y del autoritarismo. El populismo es el enemigo de la política que la destruye desde su interior porque degrada las instituciones.
Entre las varias causas del auge del populismo en los países de América Latina destacan los siguientes factores:
- El factor económico (el aumento de la pobreza, la crisis de endeudamiento, el aumento de la brecha social) es muy visible si se toma la región en su conjunto. América Latina vivió un momento de gran expansión básicamente impulsada por el crecimiento del precio de las materias primas, pero desde 2014 está en un periodo de estancamiento. Este estancamiento es la base del malestar que se ha generado en muchas de las sociedades de la región y de los cambios políticos desencadenantes del segundo factor.
- El problema político relacionado con el factor económico. No es descabellado hablar claramente de una década perdida. Desde el año 2014 hasta el 2023 las cifras reflejan claramente que se está creando pobreza extrema: hay 14 millones más de latinoamericanos en situación de extrema pobreza y más de 4 millones y medio han entrado en una pobreza no tan severa pero importante, mientras cerca del 50% de la población latinoamericana trabaja en condiciones de informalidad. A estos problemas hay que añadir el grave problema de la corrupción en toda la región.
- El tercer factor del auge del populismo y la debilidad del Estado de derecho es que las bases institucionales para fortalecer el sistema de partidos políticos han fracasado. No hay sistemas bien organizados de control del gasto político ni de financiación de los partidos políticos, como tampoco hay un marco ideológico que permita superar los proyectos personalistas.
- Como cuarto factor tenemos la crisis de los partidos tradicionales y el auge de los proyectos personalistasen los que el papel del Congreso o de los parlamentos está devaluado. Ello ocurre, entre otras cosas, porque los propios políticos se han encargado de devaluarlo el día siguiente de las elecciones. Se ha producido una fragmentación del poder, una atomización y una ruptura de la jerarquía, de la autoridad y del orden. Incluso la Iglesia católica, otra de las grandes instituciones jerárquicas y de orden presentes en la región, ha sufrido también cierto descrédito y cuestionamiento como institución.
- La desconfianza en las instituciones es uno de los mayores factores de la debilidad de Estado de derecho. América Latina es probablemente –después de Europa, de Estados Unidos y Canadá y de algún país de Asia– la región que tiene unas instituciones democráticas más consolidadas, pero también es la región en la que estas instituciones están siendo asaltadas de manera más dura y con unas consecuencias más dramáticas. Una de las causas más importantes de la desconfianza en las instituciones son también aquellos gobiernos de la región que creen que el respeto a la protesta es permitir la violencia; gobiernos que ellos mismos han asumido la justicia, rompiendo la separación de poderes –como en el caso de Venezuela, Nicaragua o Bolivia–; gobiernos que buscan controlar los cuerpos electorales y eliminar su independencia.
- Un último factor es el auge de los líderes mesiánicos o caudillistas; unos líderes que vienen a resolver teóricamente los grandes y complejos problemas de la realidad de manera mágica y que solo buscan conseguir su objetivo de perpetuarse en el poder. Cuanto más débil es la democracia y el Estado de derecho, más proliferan esos líderes.
Los factores mencionados son la base del desarrollo de las políticas populistas, así como de la vulnerabilidad del Estado de derecho. Sin embargo, hay que subrayar que el concepto de Estado de derecho y de democracia varía significativamente en América Latina, contrastando con las interpretaciones comunes en las democracias liberales occidentales. Mientras algunos países se esfuerzan por adherirse a principios democráticos liberales, otros han adoptado formas de democracia más autoritarias o iliberales. A diferencia de los sistemas políticos de democracias liberales, como los de la Unión Europea o Estados Unidos, algunos países latinoamericanos muestran tendencias hacia la democracia electoralista, lo que a veces puede derivar en populismo. Este fenómeno a menudo resulta en una sobrevaloración de las elecciones como la única manifestación de la democracia, minimizando la importancia de otros elementos esenciales como la separación de poderes y el respeto a los derechos fundamentales.
Las catorce elecciones presidenciales producidas en la región desde el año 2019 hasta 2023, todas ellas han supuesto cambios de gobierno y giros a candidatos populistas con menor apoyo en las instituciones y en los congresos. Durante este año 2024 seis países de América Latina celebran las elecciones generales. Las elecciones representan, pues, tanto una oportunidad para reforzar la democracia como un riesgo de profundizar las divisiones políticas, la polarización social y el auge de autoritarismo. De manera que la preocupación principal radica en si estos procesos electorales fortalecerán o debilitarán el Estado de derecho y la democracia constitucional en la región.
La creciente influencia de los actores extranjeros –como Rusia y sus campañas de desinformación– y la presencia económica e influencia política de China en América Latina plantea desafíos únicos para el Estado de derecho y la democracia en la región.
Lamentablemente, el peso de la Unión Europea en América Latina es cada vez menor en términos de inversión directa e intercambios comerciales. Por contraposición, el peso de China en la región es creciente, sobre todo en el ámbito de los recursos minerales y de la energía. De hecho, China ya es el primer socio comercial de países como Brasil, Argentina, Uruguay, Chile o Perú, y su importancia seguirá creciendo en el futuro. En cuanto a Estados Unidos, el retroceso de su presencia en la región no puede ser más evidente.
La presencia china ha venido aumentando en los últimos veinticinco años con un interés muy claro: garantizarse su suministro futuro de materias primas, lo que constituye para la potencia asiática sobre todo una necesidad estratégica. La dependencia de China de esta necesidad estratégica de materias primas viene dada por dos factores elementales. Uno es la urbanización de China, donde se trasladan cientos de millones de personas de las zonas rurales a las ciudades, pues se han convertido en un motor económico. Y el otro elemento es el papel de China como la “fábrica del mundo”, esto es, el hecho de constituirse China como centro de la globalización económica y de producción.
Las élites de LATAM han asumido la idea de China como fuente de oportunidades y, por lo tanto, el que haya que tener una relación con China a cualquier precio. Y lo han hecho muchas veces sin entender los efectos secundarios o que sus países pueden pagar por ello un precio muy elevado en términos socioambientales y en su propia consolidación como modelo de país y de economía con actividad principalmente primaria y exportadora.
La presencia de Rusia en LATAM se basa en sus lazos históricos con el continente forjados durante la Guerra Fría. Sus principales socios son Cuba, Nicaragua y Venezuela. A estos tres países Rusia vende armamento y les trata como el “patio trasero” de EE. UU. En el resto del continente, Rusia es una “potencia virtual: realiza campañas de desinformación impulsando narrativas que desacrediten las instituciones democráticas y en contra de Occidente, mientras siembra la duda y la sospecha para que la gente y la clase política se pregunte para qué sirve entonces ser demócrata o liberal.
En conclusión, la situación en América Latina es dinámica, con países en diferentes etapas de desarrollo democrático. Mientras algunos avanzan hacia una mayor inclusión y respeto por el Estado de derecho, otros enfrentan tensiones y desafíos que amenazan estos principios fundamentales. Así pues, las claves de la estabilidad política de toda la región se sostienen en el fortalecimiento de las instituciones del Estado de derecho y en la promoción de la democracia liberal.
Mira Milosevich, coordinadora del diálogo “Estado de derecho en América Latina: casos de Colombia, Ecuador y Venezuela”