En plena cuarentena, el pasado 24 de marzo, el Pleno del Ayuntamiento Estella (Navarra) celebró un pleno atípico (a puerta cerrada, sin medios, sin la participación de los concejales ni el Alcalde de Navarra Suma, y con el resto de concejales asistiendo a una distancia preventiva unos de otros para evitar contagios indeseables) con el objeto de aprobar una moción de censura que ha devuelto la Alcaldía al candidato de EH Bildu, un tal Koldo Leoz.
He seguido, desde la distancia, este episodio de la intrapolítica navarra con verdadero interés, así como otros hitos anteriores que demuestran el grado de complicidad alcanzado entre algunas fuerzas –socialistas y nacionalistas vascos– y que inauguran un tiempo político en mi tierra que, en caso de fraguar y generalizarse, pueden garantizar a la izquierda y al movimiento panvasquista un tiempo largo al mando de la navegación de la política navarra.
Más allá de las urgencias personales del tal Leoz y las evidentes razones políticas y sentimentales por recuperar la Alcaldía del Ayuntamiento de una localidad referente en el imaginario nacionalista vasco (aquí se firmó el nauseabundo Pacto de Estella de 1998), esta moción nos ha permitido comprobar: 1) que se mantiene intacta la obsesión de la izquierda abertzale por expulsar al centro derecha navarro de cualquier espacio de representación social –como sea, cuando sea y con quien sea– y 2) que, para ello, en esta legislatura, contará con el apoyo explícito, simulado o silente del Partido Socialista de Navarra (PSN).
Dicho esto, esta moción permite abrir otras muchas reflexiones. Aquí dejo apuntadas algunas:
1.- EH Bildu, sin renunciar a su pasado de apoyo y complicidad con ETA y sin variar una coma su proyecto de construcción nacional vasca, totalitario y excluyente, mantiene su capacidad de presión, e incluso ha reforzado su capacidad de influencia en Navarra gracias al apoyo tutelar del nacionalismo vasco tout la vie, y al necesario e impagable aliento del socialismo navarro.
2.- El PNV y su marca blanca en Navarra, Geroa Bai, actúan una vez más como cooperadores necesarios de todos los movimientos del batasuneo sociológico y político. Es el partido de Uxue Barkos, la anterior presidente del Gobierno de la Comunidad Foral, quien elige las batallas, quien calcula los golpes y quien envía las señales a los más radicales para seguir azuzando el árbol de la convivencia y la política en Navarra, indicando el lugar y el modo en el que los fanáticos de siempre deben seguir actuando como vanguardia del acoso contra quienes aún no han renunciado a defender una Navarra, foral y española.
No olvidemos que Navarra sigue siendo para el PNV y su submarino navarro una tierra irredenta, rebelde, que no asimila bien eso de que antes o después (“poliki poliki”, poco a poco) será asimilada por una Euskadi que los jetzales se enseñorean con mano de hierro, como si el País Vasco fuera una democracia de partido único y corrupción clientelar.
3. Se discute si el Partido Socialista de Navarra (el PSN) ha blanqueado y normalizado la relación con EH Bildu con el único objetivo de poder facilitar y garantizarse el poder o, si bien, una vez superado –dicen– el negro capítulo del terrorismo etarra y su recuerdo, se han conjurado para formar un frente ideológico amplio, que ponga las bases de una transformación social en Navarra compartida por todos ellos. Se sospecha que las dos opciones puedan ser copulativas y ciertas.
4. Que no nos engañen. Ni el PSOE de Pedro Sánchez, ni el PSN de María Chivite –actual presidente del Gobierno de Navarra– han querido evitar la moción de censura contra Navarra Suma. Y eso que lo habrían tenido muy fácil. Afirmar que no apoyan la moción y que no la comparten, y comprobar cómo lo único que se les ocurre para impedirlo es expulsar del partido a los concejales rebeldes es tomar a los ciudadanos por idiotas.
Para que nadie tenga dudas: si de verdad los socialistas hubieran querido evitar esta moción le hubiera bastado a la señora Chivite enviar un sencillo whatsapp a Uxue Barkos, su socia de gobierno (dos consejeros del Gobierno de Chivite son miembros de la coalición que lidera Uxue Barkos), para hacerle ver los inconvenientes y consecuencias de apoyarla.
5. Por último, lo más singular y sonrojante de esta moción –dejando a un lado el que uno de los dos tránsfugas del PSN en la pasada legislatura llegó a anunciar públicamente la presentación de una querella criminal contra el tal Leoz, el mismo con el que ahora ha pactado repartirse la Alcaldía– resulta ser el hecho de que los dos concejales socialistas rebeldes esgriman para justificar su apoyo a la moción que ellos replican el mismo pacto con EH Bildu que le garantizó a su jefa, María Chivite, llegar a ser presidente del Gobierno de Navarra. Y que ellos no hacen nada que no haya hecho y beneficiado antes a su jefa de filas. Y tienen toda la razón.
“¿Por qué lo que es bueno para ti no puede ser bueno para nosotros?” le recriminan a Chivite mientras exhiben las fotografías de la vergüenza entre Idoia Mendia y Otegi, y María Chivite y el líder batasuno Adolfo Araiz, el mismo que en 1995 desde la Mesa nacional de HB apoyó la estrategia etarra de “socializar el sufrimiento”.