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Francia: cambio en el Senado

El pasado domingo se produjo la elección para la renovación de la mitad del Senado en Francia, o sea, un total de 179 escaños elegidos por los grandes electores de 58 departamentos. Como estos grandes electores son en un 95% los representantes electos en las pasadas elecciones municipales del pasado marzo, la lógica electoral se impuso y la derecha republicana (UMP y UDI) recuperó la mayoría en esta cámara al conseguir 116 nuevos escaños por un periodo de seis años, mientras que las fuerzas de izquierda, incluido el gobernante Partido Socialista, solamente obtuvieron 59 escaños y el Frente Nacional de extrema derecha consiguió entrar en esta cámara al obtener por primera vez en su historia dos escaños. En total, el nuevo Senado (348 escaños) pasa a tener una mayoría conservadora que ocupa un total de 188 electos, frente a los 155 senadores de las agrupaciones de izquierda. 

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Eduardo Inclán es Maître en Histoire por la Universidad de Toulouse II-Le Mirail

 

El pasado domingo se produjo la elección para la renovación de la mitad del Senado en Francia, o sea, un total de 179 escaños elegidos por los grandes electores de 58 departamentos. Como estos grandes electores son en un 95% los representantes electos en las pasadas elecciones municipales del pasado marzo, la lógica electoral se impuso y la derecha republicana (UMP y UDI) recuperó la mayoría en esta cámara al conseguir 116 nuevos escaños por un periodo de seis años, mientras que las fuerzas de izquierda, incluido el gobernante Partido Socialista, solamente obtuvieron 59 escaños y el Frente Nacional de extrema derecha consiguió entrar en esta cámara al obtener por primera vez en su historia dos escaños. En total, el nuevo Senado (348 escaños) pasa a tener una mayoría conservadora que ocupa un total de 188 electos, frente a los 155 senadores de las agrupaciones de izquierda.

Tras estos datos, los portavoces de la UMP y de UDI han celebrado el triunfo y han reclamado al presidente Hollande un cambio de rumbo en las políticas del pasado y acelerar las reformas que saquen al país del estancamiento y la crisis, frente a los portavoces del gobierno que han dicho activamente que este resultado ya estaba descontado por los resultados de las municipales. Es cierto que hay una gran inercia en el Senado francés, que desde la creación de la V República ha venido siendo dominado por partidos conservadores por el peso del voto rural y de los pequeños municipios en su elección. Sólo en 2011 los partidos de izquierda habían conseguido cambiar esta inercia del Senado, pero ahora las aguas han vuelto a su cauce y la UMP va a disfrutar de un nuevo altavoz para hacer oposición a un gobierno tambaleante como el gabinete Valls, que ya tampoco goza de una mayoría estable en la Asamblea Nacional.

Pero lo más curioso es que nadie en la noche del domingo pidió elecciones anticipadas, porque a nadie le convienen, salvo a Marine Le Pen y su Frente Nacional, que busca una victoria electoral que lance la campaña presidencial de su líder carismática al Palacio del Elíseo. Las fuerzas autodeclaradas “republicanas”, tanto de izquierdas como de derechas, no están ahora mismo preparadas para afrontar un nuevo ciclo electoral. Algunas no tienen líderes ni candidatos claros (UMP, Frente de Izquierdas, Europe Ecologie) y otras están totalmente separadas de sus bases tradicionales de votantes (PSF, Partido Comunista), razón por la cual la inercia también se va a imponer en el resto de las instituciones y habrá que esperar hasta 2017 para que los ciudadanos acudan a las urnas. Esto da tiempo al presidente Hollande y al primer ministro Valls para ejecutar ese plan que dicen que tienen preparado para que Francia reaccione y ponga en marcha su economía y supere sus malas perspectivas electorales y el pasar a la Historia como el peor gobierno de esta V República.

También da tiempo a las fuerzas conservadoras y liberales para construir una alternativa creíble y realista que les lleve al poder, evitando que la segunda economía de Europa caiga en manos de populistas y de políticos que quieran otro sistema constitucional para Francia, alejada de la UE y de sus compromisos internacionales, aislada y con una crisis económica agravada por las malas políticas. Pero ello exige a cualquier candidato a liderar esta alternativa, bien sea Sarkozy o Juppé o cualquiera otro que pudiera surgir, que se ponga a trabajar ya, que consiga agrupar el voto de diversas opciones ahora bastante alejadas y cree un programa claro y realista de las reformas que se pondrán en marcha en los dos primeros años en Matignon y en el Elíseo. Si no es así, las instituciones francesas serán juguetes inestables flotando en un mar de inconformismo y populismo, muy del gusto “bleue marine”.

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