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Jacques Chirac: el último Pompiduriano

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Eduardo Inclán Gil, historiador e investigador. Maître en Histoire por la Universidad Toulouse II-Jean Jaures

Un político con muchas aristas y varias caras públicas, fue el mejor ejemplo de lo que los franceses esperan de su presidente. El último hijo de una gran generación de políticos que cotizan al alza ante la pequeñez de sus sucesores. Un mundo murió con él, pero Francia debe continuar como bastión de lo excepcional que tiene el modelo europeo para el mundo.

El pasado 26 de septiembre falleció a los 86 años el antiguo presidente de Francia, Jacques Chirac, una figura política que ha marcado el devenir de Francia desde los años 60, pues fue ya secretario de Estado de Empleo durante las protestas estudiantiles de mayo del 68, hasta su salida de la política en 2007. Hasta entonces, fue el gran protagonista de ese proceso político tan francés como es la cohabitación de izquierda y derecha en la gestión de los asuntos de la República, algo que ha caído en el olvido en la última década, pero que marcó la política del Hexágono desde 1986 a 2002. Y en ese proceso, Chirac siempre era el rostro que los franceses veían desde sus hogares, bien como primer ministro bien como presidente.

Jacques René Chirac supo adaptarse a la realidad política nacida de manos del general De Gaulle y su creación más longeva, la Quinta República francesa, marco en el cual realizó toda su carrera. Si bien es cierto que durante sus 42 años como político no siempre gozó del aplauso de los votantes, la caricatura que de su figura se hizo durante 20 años en el popular programa de Canal+ Francia “ Les Guignol de l’Info”, así como las celebraciones en el Palacio del Eliseo de la victoria de Francia en el Mundial de futbol en 1998 y su segundo mandato presidencial entre 2002 y 2007, lo convirtieron en una figura emblemática, teniendo en el momento de su fallecimiento una cuota de popularidad similar a la que conserva entre los franceses el general De Gaulle y doblando en popularidad a su gran rival François Mitterrand. Eso le convierte en una figura muy querida entre los ciudadanos, que ven en él al presidente de una etapa en la que Francia sabía estar en su sitio a nivel internacional, y en la que todavía los políticos eran respetados a pesar de los sucesivos y delicados asuntos que le acosaron desde su llegada al Ministerio de Agricultura en 1972.

También es destacable que habiendo nacido en París en 1932 y siendo su alcalde durante 18 años, consiguiera hacer creer que sus raíces provenían del departamento de la Correze, donde comenzó su carrera como cargo electo, representando durante décadas el prototipo social del hombre de provincias que triunfa en la política nacional, que conoce el mundo rural y sus circunstancias (era un fijo anual en el Salón de la Agricultura) y que podría haber sido alcalde de cualquier pequeña capital provincial, rasgos que le acercaban a su base ideológica tradicional, los votantes conservadores huérfanos de referentes políticos tras la muerte del general De Gaulle y la desaparición de Pompidou, y que nunca llegaron a empatizar con el liberal Valery Giscard d’Estaing. Es cierto que Chirac no era un veterano de la Resistencia antinazi, ni un héroe, por lo que su salto a la vida pública, tras su graduación en el ENA en 1959, lo dio de la mano de George Pompidou en 1965 como centrista, lo que hizo que fuera visto por la clase política de la época como un heredero del presidente fallecido prematuramente en 1974 y de su legado político.

Pero a nivel ideológico, Chirac siempre fue un bastión del centroderecha europeísta, si bien tuvo algunos movimientos durante su carrera. De joven, estando en la Facultad de Ciencias Políticas de París, estuvo integrado en los grupos juveniles cercanos al potente Partido Comunista Francés de postguerra. Eso luego le traería problemas, ya que en 1955 hizo su servicio militar y quiso ser oficial de caballería, siendo rechazado por sus ideas políticas y alcanzando solamente el grado de suboficial en su licenciamiento. Poco después, los contactos familiares de su por entonces prometida Bernadette le ayudaron a obtener un destino en Argelia en abril de 1956. Fue en la por entonces colonia en rebeldía donde el joven Chirac, comprometido con la Argelia francesa, se hizo partidario del nuevo régimen surgido del colapso de la IV República y de la llegada al poder de los gaullistas. Y ya como alumno de la ENA pasó a defender ideas centristas, con un acercamiento a los Estados Unidos tras dedicar su tesina a la ciudad de Nueva Orleans.

Como joven cachorro de la administración Pompidou, fue uno de los rostros públicos del gabinete durante las jornadas de protestas de mayo de 1968, encargado de negociar con los sindicatos para evitar el bloqueo de la industria y del abastecimiento de las principales ciudades del país. Todavía en los años 60 era visto como un político ecléctico que mezclaba ideas de derecha y de izquierda, recibiendo apoyos de antiguos socialistas para sus campañas electorales. Y por eso, los verdaderos gaullistas del gabinete no lo aceptaban entre los suyos, lo que ralentizó su llegada a un ministerio importante hasta 1972, primero como ministro de Agricultura y luego de Interior. Y a la muerte de su mentor tuvo que aliarse con los liberales y centristas, apoyando la candidatura presidencial de Giscard, frente a los candidatos venidos del gaullismo. Como recompensa, Chirac alcanzará el puesto de primer ministro en junio de 1974, lanzando el programa de grandes reformas prometido por el nuevo presidente en campaña: aprobación de la ley del aborto, reforma del Código de Familia, mayoría de edad a los 18 años, ampliación de la Seguridad Social, etc. Todo esto le enfrentó al partido y a los gaullistas. Así, ante los riesgos de ruptura de la mayoría, el propio Chirac fue elegido líder del partido UDR, algo que le acabó enfrentando con el presidente Giscard y llevó a su dimisión, que se justificó en las consecuencias de la crisis económica, la inflación descontrolada y las sucesivas subidas de impuestos ante los problemas de financiación del sector público en plena crisis del petróleo.

A partir de su salida del gobierno en agosto de 1976, Chirac se convirtió en el líder de los descontentos ante la política liberal del gabinete de Raymond Barre. Y decide refundar su partido, una vez asegurado el apoyo de los gaullistas, que ahora lo ven como un mal menor ante Giscard. De esta forma, funda en diciembre de 1976 el RPR, partido de carácter más popular y de provincias que la UDF de los miembros del gobierno. Por tanto, ahora Chirac es aceptado como líder por la derecha conservadora, a cambio de perder a los tecnócratas y clases empresariales del país. De este modo, consigue su primer éxito como líder, siendo elegido en 1977 en las urnas primer alcalde de la ciudad de París desde la revuelta de la Comuna en 1870. Esto proporcionó a Chirac una plataforma local que empleará en la política nacional, periodo en que aparecerá en los medios como el “alcaldedeFrancia”. Como alcalde de la capital permanecerá hasta su llegada a la presidencia de la República en 1995, tras algunos problemas judiciales acusado de utilizar la alcaldía para la financiación de sus sucesivas campañas electorales de los años 80 y 90.

Chirac fue el gran beneficiado en la derecha francesa tras la victoria de los socialistas en 1981 y la llegada al Palacio del Eliseo de François Mitterrand. Chirac consiguió vencer a sus rivales liberales y centristas en 1986 y 1988 para convertirse en el claro líder de la oposición a los socialistas y comunistas que gobernaban Francia. Triunfó aglutinando el descontento de las clases medias y ganó las elecciones legislativas de 1986 con un programa de demolición de la obra del gobierno Mitterrand, retomando las esencias de la tradicional grandeur gaullista. Y consigue crear una plataforma única de todo el centroderecha que se impone en las elecciones legislativas y alcanzar de nuevo el puesto de primer ministro en marzo de 1986. Aquí aparece el Chirac europeísta, amigo del canciller Helmut Kohl y comprometido con las reformas de la CEE a propuesta de la comisión presidida por Jacques Delors. A nivel interno impone una política reformista y liberal, reduciendo el peso del Estado en la economía, aprobando privatizaciones y desregulaciones de amplios sectores económicos, y manteniendo una política de firmeza en seguridad y en políticas de inmigración.

En 1988 Chirac se lanza a la conquista de la presidencia frente a un Mitterrand que socava la labor del gobierno desde el Eliseo; es la primera cohabitación de la V República. Pero la campaña no va bien para la derecha, de nuevo dividida por el auge del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen y la reagrupación de la izquierda en torno al jefe del Estado. Como resultado, la victoria en mayo del presidente Mitterrand, reelegido por siete años, tuvo como consecuencia una nueva derrota de Chirac y de la derecha en las legislativas de junio, pasando otra vez a la oposición y refugiándose en el ayuntamiento de París. Fue un periodo largo y problemático para el liderazgo de un RPR en crisis, con la aparición de diferentes corrientes internas y las dudas ante el aumento de apoyos de la derecha antiinmigración de Le Pen. Sin embargo, la crisis económica en 1992 y la crisis interna del PSF le preparan un buen panorama para las legislativas de 1993. Para evitar tiranteces, tras obtenerse la victoria se decide un reparto de roles: Édouard Balladur será el primer ministro de la segunda cohabitación, mientras que Chirac será el candidato para la presidencia de la República en 1995. Pero cuando llega el momento, Balladur se presenta compitiendo con Chirac para ser presidente contra un socialista como Lionel Jospin en horas bajas. La campaña electoral en primavera es muy dura, pero finalmente Chirac se impone en la primera vuelta a su antiguo amigo y aliado Balladur, venciendo fácilmente después en mayo en segunda vuelta a Jospin.

Por fin Jacques Chirac alcanza el Eliseo, tiene una mayoría de gobierno y nombra a su fiel Alain Juppé como primer ministro. Es el triunfo de un político que se ha dejado mucha de su popularidad durante los años 90, superando una imagen de taimado y manipulador frente a un Balladur visto como más sincero y sin lados oscuros. Entonces la situación social se agrava ante las demandas de reforma de los empresarios para hacer una política similar a su gobierno de 1986-88, mientras que los sindicatos están en pie de guerra ante la posible pérdida de políticas públicas para ser privatizadas. Además, la recuperación de los ensayos de artefactos nucleares en las islas de la Polinesia Francesa hace que la oposición de izquierdas se reagrupe y salga a la calle en movilizaciones multitudinarias contra la política del gobierno. Ante la situación, en abril de 1997 el presidente decide firmar la disolución de la Asamblea Nacional un año antes de lo debido y convocar unas elecciones que, celebradas entre mayo y junio, dieron el triunfo a la “izquierda plural”. Lionel Jospin asume el cargo de primer ministro y se inicia la tercera cohabitación, esta vez de cinco años de duración.

Fue el momento en que Jacques Chirac tuvo que cambiar. Dejó de ser un político partidista para empezar a mostrarse como estadista, apareciendo como el “rey” de la República Francesa, representante de la esencia del país, siendo su mejor embajador y timonel de la política exterior. La grandeur en estado puro, pero siempre manteniendo las buenas relaciones con Rusia (fue uno de los primeros apoyos de Vladimir Putin en Occidente), con la Unión Europea, con Alemania y con España. Es durante estos años cuando mejor funcionó la colaboración en la lucha contra ETA en el sur de Francia y cuando la Guardia Civil española cuenta con una base permanente para poder pasar toda la información de inteligencia a los fiscales y jueces franceses, lo que llevó a la práctica desarticulación de la banda terrorista. También fueron los años en los que ETA llega a atentar en suelo francés, asesinando a gendarmes y amenazando a los jueces antiterroristas de la República.

Las elecciones presidenciales estaban preparadas para mayo de 2002, pero el gobierno Jospin cambió la Constitución de 1957 dejando el mandato presidencial en periodos de cinco años, por lo que Chirac buscó la reelección para un quinquenato. La izquierda contaba con buenos datos previos y parecía que podían ganar, pero el atentado de las Torres Gemelas en septiembre de 2001 cambió la realidad. La incertidumbre ante los nuevos ataques terroristas no casaba bien con las buenas relaciones del presidente Chirac con el mundo árabe, sobre todo Marruecos y los Emiratos Árabes. Las elecciones, sin embargo, se centraron en políticas internas francesas y la derecha se mostraba unida, aunque el auge de Le Pen también debilitaba a este sector. Tras la primera vuelta, el shock. Chirac ganó el primer puesto, pero la segunda vuelta sería contra Jean Marie Le Pen, que eliminó al primer ministro Jospin. Ante este resultado, Chirac se reafirmó en su política de frente republicano contra los “frentistas”, recibiendo el apoyo de toda la izquierda. Chirac alcanzó el 82% de los votos en segunda vuelta, siendo reelegido y disolviendo las cámaras en junio para que la derecha recuperase la mayoría ante el desnortamiento de la izquierda. De nuevo Chirac controlaba todo el poder y ya no se iba a presentar a la reelección, por lo que pudo ser él mismo liberado de toda atadura con el partido o la oposición. Se convirtió en el símbolo de Francia.

Para este largo gobierno de cinco años, nombró primer ministro a Jean Pierre Raffarin, un fiel a prueba de ambiciones. Apostó por aumentar el papel de Francia en el proceso de redacción de una constitución europea, poniendo al frente del proyecto a su antiguo jefe y rival, Valery Giscard d’Esteing. El problema saltó cuando este texto fue rechazado en mayo de 2005 en referéndum por los franceses, aunque Chirac siempre demostró su compromiso con el proyecto europeo, el euro, la PESC, el mercado único y la ampliación al Este. Y se hizo muy popular en toda Europa cuando Chirac, con el apoyo del canciller alemán Gerhardt Schroeder, se opuso al presidente americano George Bush y al premier británico Tony Blair en su proyecto, presentado ante la ONU, de invasión de Iraq en 2002. Chirac se convirtió en el símbolo de la Vieja Europa para los estadounidenses, pero se mantuvo en su posición hasta el final.

Tras el fracaso del referéndum sobre la constitución europea, se produjeron cambios en el gobierno. Un leal al presidente, Dominique de Villepin, fue nombrado primer ministro frente a las ambiciones del ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, y las de los centristas capitaneados por Jean Louis Borloo, ambos poco cercanos al Palacio del Eliseo. Fueron dos años muy duros para el gobierno, pero el presidente pudo ejercer todo su papel como garante de los intereses de la nación frente a las peleas partidistas, aunque finalmente diera su apoyo público al candidato de su nuevo partido, la UMP. Finalmente, en 2007, las elecciones presidenciales se juegan en segunda vuelta entre Sarkozy y la candidata socialista Segolène Royal, siendo el ministro el gran sucesor a pesar de las disputas políticas entre ambos.

Jacques Chirac, un político con muchas aristas y varias caras públicas, fue el mejor ejemplo de lo que los franceses esperan de su presidente. El francés es un pueblo que da victorias y derrotas políticas, y que no siempre castiga la pequeña corrupción o los excesos sentimentales en la vida social de sus gobernantes. Chirac fue un francés que supo reírse de sí mismo, reconocer sus limitaciones como gestor de la voluntad popular y ser un símbolo de un país que no renuncia a ser una gran potencia internacional. Fue el último hijo de una gran generación de políticos que cotizan al alza ante la pequeñez de sus sucesores en las instituciones. Un mundo murió con él, pero Francia debe continuar como bastión de lo excepcional que tiene el modelo europeo para el mundo. Todos le echaremos un poco de menos.