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José María Aznar sobre Egipto en 2011

Publicado originalmente en ABC el 12/2/2011

En las crisis, el pasado no termina de morir y el futuro no termina de nacer. Por eso, las revueltas que estamos viendo en Egipto y Túnez, y que pueden extenderse también a muchos otros países de la región, están llenas de incertidumbres.

Este artículo fue publicado originalmente en ABC en 2011.

 

En las crisis, el pasado no termina de morir y el futuro no termina de nacer. Por eso, las revueltas que estamos viendo en Egipto y Túnez, y que pueden extenderse también a muchos otros países de la región, están llenas de incertidumbres. Pero lo que en el mundo occidental sí deberíamos saber es cuáles son nuestros principios. Como acaba de decir Angela Merkel en Munich, «cuando se trata de la dignidad humana, no podemos transigir».

Estas revueltas en el mundo árabe pueden abrir una etapa histórica de extraordinaria envergadura. Denotan el hartazgo de la gente ante unas autocracias corruptas que nunca les ofrecieron una vida digna ni la esperanza de un futuro mejor. La mayoría silenciosa que todos creían ignorante y resignada ha empezado a decir al mundo en voz alta y clara que no quiere más autócratas. El poder que las nuevas tecnologías confieren a la voz del pueblo es más potente que toda la fuerza de los poderosos.

¿Qué podemos hacer para que este 2011 se convierta en la versión árabe de 1989, que trajo la libertad a los antiguos países comunistas de Europa Central y del Este? ¿Y qué podemos hacer para evitar que 2011 se convierta en otro 1979, responsable de sustituir autocracia por teocracia en Irán? ¿Cuál es el papel que las sociedades libres pueden desempeñar en este momento crucial para el mundo?

El deber de los demócratas debe ser hacer lo necesario para que la democracia triunfe. Por eso, debemos apoyar a quienes quieran llevar a su país la democracia y la libertad, donde tanto hombres como mujeres sean iguales en dignidad y derechos, lo que generará prosperidad y estabilidad. Y debemos ser igual de claros para evitar que las autocracias sean reemplazadas por regímenes teocráticos, hostiles, peligrosos y todavía más opresores.

La región ha estado presa demasiado tiempo en un círculo vicioso en el que la autocracia genera corrupción; corrupción que produce pobreza; pobreza que agrava el fracaso social; fracaso social que arruina las oportunidades para la gente, lo que ayuda a que las autocracias permanezcan en el poder. Este círculo vicioso también ha abonado la infiltración del islamismo radical como una solución falsa a los problemas de la sociedad. De carácter populista y antidemocrático, el islamismo radical a su vez alimenta ese círculo.

Si queremos tener seguridad, nuestra tarea debe ser apoyar la libertad. Sabemos que los regímenes autocráticos siempre son agresivos, hacia dentro o hacia fuera. Como dijo Condoleezza Rice en El Cairo en junio de 2005, «Durante 60 años, Estados Unidos persiguió la estabilidad a expensas de la democracia en la región, pero no consiguió ni la una ni la otra. Ahora seguimos un camino distinto. Ahora respaldamos las aspiraciones democráticas del pueblo».

Por eso la mejor forma para acabar con las autocracias y con sus amenazas es que triunfe el ansia de libertad de la gente a la que oprimen. El conflicto que vemos estos días en Egipto y otros países no es entre civilizaciones ni es entre sociedades. Es el conflicto que tiene lugar dentro de cada sociedad que ha luchado por librarse del yugo de la autocracia para vivir en libertad. Es el mismo conflicto que ha vivido Europa, o Asia o América Latina más recientemente. No hay excepciones culturales ni religiosas para el hombre que desea vivir en libertad. Nadie está condenado a ser una excepción de estancamiento en un mundo que prospera.

Debemos erradicar el prejuicio de creer que el Islam es incompatible con la democracia. Ese prejuicio condujo a no apoyar con toda la determinación necesaria a los demócratas musulmanes, a que no fueran tan fuertes ni estuvieran tan organizados como es necesario. Pero no podemos ignorar que las fuerzas que parecen estar mejor organizadas hoy en la región son las del islamismo radical, que intentará aprovechar la situación para avanzar en su agenda. Porque organizarse para la libertad es siempre más difícil que organizarse contra la opresión.

Hoy, quienes creemos en la sociedad abierta, en la democracia y en la libertad, tenemos el compromiso de ayudar a que los cambios que se están produciendo en la región vayan en la buena dirección: en la dirección que conduce al rechazo de la doctrina de la yihad como herramienta política. En la dirección que conduce a la libertad religiosa, a la democracia pluralista, a la aceptación del derecho internacional, a la apertura al mundo, y al reconocimiento y el respeto de los derechos humanos universales.

Hoy la región ve que la ventana hacia la libertad se ha abierto un poco. Debemos hacer todo lo posible para abrir esa ventana de par en par. Quienes estos días luchan por la libertad en sus países deben saber que cuentan con nuestro apoyo.