Anotaciones FAES 52
Cada vez que nos preguntamos qué tiene que pasar para que la antinomia gobernante resulte palmaria, nunca hay que esperar demasiado; siempre pasa algo. Por ejemplo, ayer. En un momento existencial para Europa, la coalición de gobierno dice simultáneamente sí y no a lo que unos ministros llaman “inversión en seguridad” y otros “carrera armamentística”. En el mismo Consejo de Ministros se sientan partidarios de repetir la jugada de los fondos Next Generation –de auditoría pendiente–, con el incremento de gasto militar, junto a quienes abogan, a gritos, por salir de la OTAN.
Es demasiado. Ninguna fórmula de coalición excusa la necesidad de contar, a falta de un proyecto de presupuestos, con un proyecto de país, aunque sea de mínimos. Un gobierno podrá ser multicolor, pero o sus decisiones son colegiadas o ya no es un gobierno. Esta tomadura de pelo entra en la zona de lo francamente peligroso. Los ingredientes elegidos para cohesionar al Ejecutivo son, todos y cada uno, altamente corrosivos. Ya no solo para la propia continuidad nacional, sino también para nuestra seguridad frente a cualquier amenaza exterior. Pedro Sánchez es responsable de poner España al albur de Puigdemont y también de quien quiera jugar la carta de nuestra desestabilización.
Y todo por no hacer lo que cualquier gobernante con un mínimo sentido de Estado hace cuando no puede gobernar: apelar al cuerpo electoral y dar la palabra al soberano. Todo porque esta legislatura se sostiene en una mentira fundacional: nunca hubo una mayoría de gobierno; mucho menos una “mayoría social”. Lo que hubo, lo que hay, lo que urge deje de haber, es una mayoría de bloqueo para vetar la alternancia democrática. Un proyecto que se formula desde 2016 en tres palabras: “no es no”, y que –mientras se cercena el Parlamento, se coacciona a grupos de comunicación o se colonizan instituciones– hace pivotar la vida política del país sobre la exclusión de once millones de españoles, tratados, en el mejor de los casos, como metecos privados de ciudadanía; en el peor y más frecuente, como una suerte de enemigo interior.
Hace bien el PP al no prestarse a completar mayorías construidas de espaldas a la ciudadanía y contra él. Las “grandes coaliciones” no están al alcance de quien solo alberga pequeñas ambiciones.