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La caída del gobierno de Luís Montenegro augura un futuro oscuro para Portugal

El pasado martes 11 de marzo de 2025, todos los partidos del parlamento portugués, la Asamblea de la República, salvo Iniciativa Liberal (IL), votaron en contra de la moción de confianza presentada por el primer ministro Luís Montenegro. Ese mismo día se cumplía un año y un día desde las últimas elecciones legislativas. La pérdida de la confianza del parlamento implicaba la caída del gobierno y el presidente de la República, después de oír a los representantes de los partidos y al Consejo de Estado, el jueves 13 de marzo, disolvió el parlamento y convocó elecciones legislativas para el 18 de mayo de este año. Es la tercera vez que Marcelo Rebelo de Sousa utiliza la “bomba atómica”, esto es, la prerrogativa presidencial de disolver el parlamento.

Esto significa que Portugal tendrá las cuartas elecciones legislativas en cinco años y medio, una inestabilidad política que no tiene precedentes en la vida democrática del país, ni siquiera en el atribulado tiempo de la conflictiva transición portuguesa. Para buscar algo parecido hay que irse al tiempo de la caótica Primera República Portuguesa (1910-1926) que en sus 16 años de existencia tuvo 8 presidentes y 38 primeros ministros. Las razones de la presente crisis están ligadas a la corrupción, del mismo modo que ocurrió con la anterior crisis. Entonces, el primer ministro António Costa se vio salpicado por un escándalo de los muy próximos a él, que le llevó a la dimisión. En este caso, Montenegro, que ha afirmado su inocencia, es acusado en los medios de que su firma familiar, Spinumviva, se ha beneficiado de contratos con una empresa dedicada al negocio de los casinos que opera bajo autorización gubernamental.

La sospecha de corrupción desvelada en febrero por el Correio da Manhã hizo que el partido populista Chega! (¡Basta!), tercera fuerza en el parlamento, y cuyo lema electoral es “limpiar Portugal”, presentara el viernes 21 de febrero una moción de censura que fue rechazada por todos los grupos, salvo por el Partido Comunista Portugués (PCP), que se abstuvo. En la justificación que dio André Ventura, líder de Chega!, de la presentación de la moción, emitió gravísimas acusaciones de corrupción sobre Montenegro y las hizo extensivas a su gobierno y al Partido Socialista portugués (PS).

Por su parte, el Partido Comunista Portugués, que se había abstenido, presentó su propia moción de censura, también derrotada, el 5 de marzo. Contó con los votos en contra de los partidos de la coalición gobernante, la Alianza Democrática (Partido Social Demócrata (PSD) y Centro Democrático y Social (CDS)) y de Iniciativa Liberal; la abstención del Partido Socialista y de Chega!; y los votos favorables de la extrema izquierda y los ecologistas. El partido comunista justificó la presentación de la moción de censura como un medio para “frenar la degradación de la vida nacional y dar curso a una política alternativa de desarrollo y progreso”.

Puesto que las dos mociones de censura fueron derrotadas ampliamente, ¿cómo se explica que el gobierno cayera en la moción de confianza? La explicación está en el comportamiento del Partido Socialista durante este último año y en el efecto perturbador de Chega! en la política portuguesa. Como señalé en una tribuna de ABC hace justo un año (“Portugal, una derecha dividida”, 17/03/2024), el empeño de Montenegro de gobernar en minoría haciendo un cordón sanitario a Chega! le abocaba a depender para su sostenimiento de la voluntad del Partido Socialista de Pedro Nunes Santos. El actual líder del Partido Socialista es un defensor de los acuerdos de su partido con la extrema izquierda en 2015, que derrumbaron el gobierno de Pedro Passos Coelho, a pesar de que este había ganado las elecciones y estaba a un suspiro de tener una mayoría en el parlamento. El precedente no es baladí porque con esa decisión se rompió con la tradición en la política portuguesa de que los partidos de gobierno, sistémicos, dejaban gobernar al partido más votado.

En la presente crisis, Santos conminó a Montenegro a que retirara la cuestión de confianza y que permitiera la creación de una comisión de investigación que se ocupara con tiempo y detalle de sus presuntas actividades corruptas. Esto es, Santos no quería elecciones ahora, sino más bien que se cociera a fuego lento Montenegro, pero tampoco quiso apoyar al gobierno en la moción, porque necesita distanciarse por tacticismo electoral. Como él mismo ha señalado, llevan un año preparando las elecciones. Y así, sin aparentemente quererlo ni unos y otros, se ha llegado a la convocatoria electoral con los mismos líderes como cabezas de lista.

Lo peor del asunto es que esta salida a lo mejor no conduce a ninguna parte. En las elecciones pasadas Montenegro se negó tozudamente a contestar a qué haría si el Partido Socialista ganaba las elecciones pero la derecha tenía mayoría en el parlamento. ¿Respetaría Montenegro la vieja regla rota por Santos? Y a la inversa, ¿Santos permitirá un segundo gobierno Montenegro si gana estas elecciones, pero se encuentra en minoría? Santos ha exigido a Montenegro que, si gana las elecciones con una previsible minoría, le deje gobernar en reciprocidad por haber permitido su gobierno un año, pero ¿volvería él mismo a apoyar a Montenegro en el caso de que fuera el más votado después de haberle dejado caer en la moción de confianza?

Para complicarlo todo más aún, las encuestas hoy en día no proyectan un parlamento diferente sino más bien uno prácticamente igual. Es decir, los problemas de los cordones sanitarios y los gobiernos en minoría volverán a estar encima de la mesa en el mes de mayo. El establishment académico y político portugués se atormenta pensando en la posibilidad de que, dada la experiencia, el bloqueo a Chega! se rompa y, entonces, la extrema derecha entre en el gobierno. Sin embargo, nada dice de que en manos de la izquierda está que eso no ocurra y que se deje gobernar al centro-derecha, como era la regla en el pasado. En suma, en un contexto internacional complejo parece que el Partido Socialista se ha dejado llevar por los cantos de sirena de los extremistas y apuestan por la incertidumbre. Montenegro, por su parte, no ha sabido gestionar productivamente la relación con Chega! y ahora es víctima de sus desplantes. No deja de ser irónico que lo que ha desencadenado la caída del gobierno Montenegro haya sido un negocio de casinos.