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La deslealtad institucional continuada del independentismo catalán

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El COVID-19 es el clavo ardiente al que se agarra el independentismo catalán para reafirmar su existencia y volver a las andadas. Para ello, Joaquim Torra –presidente vicario de la Generalitat de Cataluña, en camino de la inhabilitación definitiva, que ha conseguido eclipsar al rebelde de la Justicia Carles Puigdemont– plantea la provocación, la desobediencia y el desafío: “exige” al gobierno del Estado la confinación de los ciudadanos de Cataluña. Y, también, que el Estado le “acompañe” en dicha tarea. Como si de dos Estados se tratara.

EL ‘AGIT PROP’ INDEPENDENTISTA 
La proclama de Joaquim Torra se acompasa con una campaña mediática en toda regla propia del agit prop de Gueorgui Plejánov, con una entrevista en la BBC, y con misivas al cuerpo consular de Barcelona y al Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Comité Europeo de las Regiones con el objetivo –así se banaliza, ideologiza y politiza la epidemia– de denunciar la política sanitaria española. El oficio de Joaquim Torra: desprestigiar y deslegitimar cualquier política del Estado propagando falsedades. El grado omega de la deslealtad institucional continuada.

Y ahí está el relato –miserable– que inunda la Red: “El gobierno español juega con las vidas de los catalanes… el auténtico virus es el Estado español… [que desea] generalizar los virus, los muertos, la incompetencia, la pobreza, la incultura, la estupidez, el castellano, Madrid”. Esa falta de nobleza de espíritu, esa falta de dignidad, que lleva al independentismo a frecuentar la mentira, el oportunismo, la demagogia y el populismo. De ahí que se proclame que España no solo nos roba, sino que también nos mata.

La frustración y el odio que afloran. El periodismo repulsivo del Régimen: “los muertos que estamos enterrando son responsabilidad… de una inaceptable administración colonial”. Suma y sigue: “tenemos un Estado que pagamos con nuestros impuestos pero que trabaja incansablemente en contra de Catalunya, de todos los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya”. Que no falte la chulería: “más miedo les da Catalunya que el virus”. Que no falte el “sarcasmo” inmoral y vomitivo: “De Madrid al cielo” y “De Madrid al hielo”.

IRRESPONSABILIDAD E HISPANOFOBIA
La irresponsabilidad y la hispanofobia que no cesan: “Menos desinfecciones y más cerrar el puerto, el aeropuerto y la vías férreas”, declara el consejero de Interior ante la posibilidad de que el Ejército se traslade a Cataluña para desinfectar infraestructuras. Y ahí está un retuit –dirigido a Pedro Sánchez– del presidente del grupo parlamentario de JpCat en el Parlamento de Cataluña: “¿Me puede decir cuántos casos de COVID-19 ha resuelto ya su Ejército”. ¿El Ejército? “¡Largaos!”, suelta un conocido presentador de la televisión pública de Cataluña después de que la UME haya desinfectado un mercado de la localidad en la cual vive. Por decirlo a la manera de Theodor Adorno: un “nacionalismo infectado” que crea una “opinión infectada” según la cual “lo propio es bueno y lo que es de otra manera, malo y de escaso valor” (Opinión, demencia y sociedad en Filosofía y superstición, 1975).

Y Joaquim Torra que muestra su firmeza ante la fiel infantería independentista: “Todo lo que sea avanzar, adelante. Avancemos, hagámoslo [diga lo que diga el Estado], lo que no podemos hacer es quedarnos parados”. Sigue: “Hay que confinar toda Cataluña y restringir la entrada y salida del país (Cataluña)”. Confinamiento o infección, asegura quien no explica lo ocurrido en Igualada y promueve un informe alarmista de parte que pone la ciencia –los apesebrados que rinden pleitesía al “proceso”– al servicio del independentismo. ¿Confinamiento o infección? No se equivoquen: lo que se busca es señalar el límite. La Marca Catalana, por decirlo a la manera feudal que casa con las aspiraciones y la concepción del mundo del independentismo. Prima la ideología. El objetivo: el control de la “frontera”. Un paso virtual hacia la independencia. Joaquim Torra o el único presidente autonómico que se niega a firmar la unidad de acción contra el virus. Y Miquel Buch, consejero de Interior, que dice: “cuando un país tiene un fuego y se expande, nos ayudamos mutuamente con los vecinos. Si estuviéramos en el Empordà la haría Francia, pero ahora estamos al lado del Estado español”.


CONVICCIÓN Y ESTRATEGIA
El comportamiento de Joaquim Torra obedece a la convicción y la estrategia. La convicción de un personaje supremacista y nacionalpopulista que –chovinismo del bienestar obliga– actúa con el egoísmo, la arrogancia y la demagogia que el sectarismo exige. La estrategia de quien se ve obligado a marcar perfil soberanista frente al Estado para cohesionar a la fiel infantería independentista entorno a su figura y –sigue la estrategia– marcar a la “moderada” ERC como colaboradora –por omisión– de las acciones de un Estado que amenazaría la existencia política de Cataluña con la implementación de facto de un nuevo 155. Así, de esta manera, Joaquim Torra habría empezado ya la campaña electoral autonómica con el objetivo de reducir la distancia que, según indican las encuestas, separa a JpCat de ERC.

Hay indicios para pensar que a Joaquim Torra se le está quebrando la estrategia de la confrontación. Al respecto, existe un número de ciudadanos –algunos independentistas incluidos– que muestra su inquietud ante la estrategia suicida de Joaquim Torra. A JpCat y ERC la estrategia de Joaquim Torra les perjudica porque amplía la grieta existente entre ambos partidos, cosa que impide escenificar la unidad que reclama la base secesionista. A JpCat –la mayoría de sus dirigentes guarda silencio, como si esperaran su oportunidad– no le conviene identificarse con un personaje que contamina con su proceder y que, más pronto que tarde, será definitivamente inhabilitado. A ERC tampoco le interesa asociarse con un Joaquim Torra –aunque, a veces lo haga para no ser tildado de “traidor”: y lo dice este partido republicano, que busca la acumulación de fuerzas, y no se arrepiente de nada y asegura que lo volvería a hacer– que igualmente le desprestigia y contamina ante la opinión pública.

Por lo demás, para ambos partidos –JpCat y ERC– Joaquim Torra es una amenaza o carga por varios motivos: porque, con su provocación y ocurrencias desmoviliza a parte del independentismo oportunista o sobrevenido; porque perciben el fracaso de una estrategia que antes o después habrá que enterrar por ineficaz y ridícula; porque una parte importante de la sociedad civil y de la sociedad económica entiende que Joaquim Torra ha perjudicado muy seriamente la imagen de las instituciones de Cataluña y los intereses de Cataluña y los catalanes; porque es un serio obstáculo para la continuación de la mesa de diálogo con el PSOE; porque la estrategia propagandística de Joaquim Torra ha cosechado un rotundo fracaso en el ámbito internacional, que advierte la insolidaridad del independentismo catalán frente a una grave epidemia; porque brinda una ventana de oportunidad a la alternativa que representan los partidos constitucionalistas ante las elecciones próximas autonómicas.

EL BOXEADOR SONADO
Lo cierto es que la estrategia de Joaquim Torra ante el COVID-19 ha evidenciado el carácter desleal e insolidario, etnicista e irresponsable del independentismo catalán. Lo cierto es que la estrategia de Joaquim ante el COVID-19 ha dejado al independentismo catalán sin relato ni mensaje. Lo cierto es que la estrategia de Joaquim Torra ante el COVID-19 ha conseguido que la autodeterminación de Cataluña esté fuera de cualquier agenda política y sea considerada como el antojo de un adulto inmaduro, de comportamiento emocional y compulsivo, inclinado al capricho y el arrebato. Lo cierto es que el independentismo catalán es lo más parecido al boxeador sonado, golpeado por la realidad, que da puñetazos al aire y acaba tendido en la lona. Víctima de la pandemia nacionalista que él mismo ha diseñado y propagado.