Santiago Álvarez García es profesor titular de Hacienda Pública de la Universidad de Oviedo
Tres letras protagonizan el debate sobre la representación gráfica de la crisis económica desencadenada por la pandemia del coronavirus.
1. La “V” representa la esperanza en una crisis de efectos limitados, con una brusca contracción de la economía en el primer semestre del año, seguida de un efecto rebote que permitiría en el segundo semestre recuperar prácticamente todo el terreno perdido y volver a la senda de crecimiento, atenuado en relación a los años anteriores, con la que comenzó el año 2020.
2. La “U” simboliza una crisis más persistente, con una recuperación más lenta que no permitiría recuperar los niveles de actividad económica y empleo en el corto plazo.
3. Finalmente, la “L” personifica la alternativa más temida, caída significativa del Producto Interior Bruto y del empleo, seguido de una depresión prolongada en el tiempo.
Cualquier previsión sobre la duración de la crisis requiere, en primer lugar, una valoración adecuada de las perturbaciones que está produciendo en la actividad económica. En una publicación reciente, la que fuera directora de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, Eva Valle, distingue entre tres shocks negativos, que están actuando de forma simultánea, y un cuarto que extiende sus efectos más allá de la fase aguda de la crisis:
• El primero es un shock de oferta, derivado de las medidas de contención que se adoptaron en China, que interrumpió la producción y el suministro de bienes intermedios y componentes esenciales para importantes industrias europeas y norteamericanas.
• Una segunda perturbación también de oferta, como consecuencia de la prohibición de apertura al público impuesta a actividades como el comercio minorista, el transporte, la restauración y alojamiento, y de las restricciones de movilidad, que afectan al normal desarrollo de las actividades que pueden seguir realizándose. Si la primera de estas perturbaciones afectó principalmente al sector de la industria, esta segunda afecta sobre todo al sector servicios.
• El tercer shock es de demanda. Las medidas de contención de la pandemia están hundiendo el consumo. Además, la incertidumbre sobre la duración de la crisis y la salida de la misma, está dañando la inversión.
• Finalmente, el cuarto shock, cuyos efectos se prolongan más allá de la fase aguda de la crisis, se deriva del impacto de los tres anteriores sobre la financiación del sector empresarial, especialmente en el caso de las Pymes, ante el deterioro de su situación financiera por la drástica caída de sus ingresos. Si conlleva cierres permanentes, se producirá un nuevo shock de oferta. Si esta situación supone un importante aumento del desempleo, o una reducción drástica de los ingresos, de los consumidores, se podría producir un nuevo shock de demanda.
Ante estas perturbaciones, los efectos de la crisis sobre la economía española van a depender principalmente de la duración del período de confinamiento, de la caída de la actividad económica que se produzca en el mismo, de su impacto en el empleo y de la eficacia de las medidas de política económica que se adopten para combatir la recesión[2].
A medida que se va alargando el período de confinamiento, y se profundiza en la destrucción del tejido empresarial y en la pérdida de empleo, se van alejando las perspectivas de una rápida recuperación de la economía, la esperada crisis en forma de “V”.
Así, una estimación realizada a finales de marzo por Boscá, Doménech y Ferri[3], tomando como referencia para el final del período de confinamiento el 11 de abril, y considerando que el tercer trimestre del año empezaría sin ninguna perturbación negativa sobre la economía, más allá de los efectos arrastrados del primer semestre, estimaba una caída del PIB en 2020 del 4,1% en ausencia de medidas de política económica. Si las medidas económicas anunciadas por el Gobierno funcionaran adecuadamente, esta caída se podría reducir al 0,6% [4]. Sin embargo, en un escenario de pérdida de confianza de los agentes económicos, la reducción del PIB aumentaría hasta el 7,1%. Por cada semana adicional de confinamiento, estimaron una reducción adicional del PIB de 0,5 puntos porcentuales. Por último, un mayor efecto del confinamiento sobre la pérdida de utilización de la capacidad productiva incrementaría la caída del PIB en 3,8 puntos porcentuales [5].
Las últimas estimaciones realizadas son mucho más negativas. El Banco de España prevé una contracción del PIB entre el 6,6%, suponiendo una duración del confinamiento de 8 semanas, y el 13,3%, en el escenario más desfavorable, en el que se plantea una duración del confinamiento de 12 semanas[6].
Las previsiones realizadas por Funcas, partiendo de una perspectiva de duración del confinamiento hasta mediados de mayo, con una desescalada gradual, que perjudicará especialmente a los sectores más dependientes de la movilidad, que en nuestro país tienen un peso especialmente importante en el PIB, prevén una contracción de la economía del 7% en 2020, a pesar del efecto rebote que se produciría en el segundo semestre que, si bien se prolongará en el año 2021, no permitiría recuperar todo el terreno perdido[7].
Todas estas previsiones siguen estando sometidas a un importante grado de incertidumbre. En primer lugar, por el desconocimiento sobre el tiempo que tardarán en levantarse las restricciones a la movilidad y al ejercicio de la actividad económica, que no ha sido despejada en el confuso plan presentado por el Gobierno.
En segundo lugar, porque la capacidad de recuperación de la economía dependerá en gran medida de la efectividad de las políticas económicas adoptadas.
En este sentido hay que tener en cuenta que las medidas de impulso fiscal aprobadas por el Gobierno español suponen una movilización de recursos muy inferior al que se ha puesto en marcha en otros países de la Unión Europea. Las ayudas a pequeñas empresas y autónomos consisten en avales y en créditos, cuando en otros países han aprobado ayudas directas, como sucede en el caso de Dinamarca, que compensa a las Pymes en proporción a los ingresos perdidos durante el período de crisis[8]. Lo mismo podemos decir de las ayudas tributarias, claramente insuficientes y centradas en aplazamientos de pago que, en muchos casos, se han aprobado después de que las empresas tuvieran que hacer frente a los mismos.
Por otra parte, como se destacaba en un trabajo reciente de Fedea, la efectividad de la política económica depende en buena medida de la agilidad en su gestión, lo que no está ocurriendo. Existe un retraso considerable en la tramitación de los Ertes, que difiere la percepción de las prestaciones de desempleo por parte de los beneficiarios al menos hasta el mes de mayo, y también en la tramitación de avales y préstamos a empresas[9], que impide que cumplan el objetivo de mantenimiento de los ingresos en el corto plazo. A diferencia de lo que han hecho otros países como Alemania, tampoco se han adoptado medidas para proteger a colectivos como los autónomos o los asalariados con contratos de corta duración, que no pueden acogerse a Ertes.
La destrucción de empleo en el mes de marzo, o la pérdida de 100.000 empresas, un 7,4% de las existentes en nuestro país, en ese mismo mes, son dos muestras de la ineficacia de las medidas aprobadas por el Gobierno para salvaguardar la actividad económica y el tejido productivo.
Es evidente que la crisis tendrá unos efectos muy diferentes en los distintos Estados de la Unión Europea. Los países que adoptaron medidas, tanto sanitarias como económicas, antes y de forma más eficiente, serán los que experimenten costes menores y se recuperen con mayor rapidez.
Desgraciadamente, España no va a encontrarse en este grupo. José María Romero [10] pronosticaba que, en nuestro país la crisis tendría una grafía similar a una “V asimétrica”, con una rápida y pronunciada caída de la actividad en el primer semestre y una gradual reactivación en la segunda parte del año y durante el año próximo, con ritmos diferentes entre sectores, e insuficiente para volver al nivel previo.
Los datos de Contabilidad Nacional correspondientes al primer trimestre del año, en el que solamente los últimos quince días estuvo paralizada la actividad económica, resultan lo suficientemente elocuentes para apreciar la recesión en que estamos inmersos. La contracción del PIB fue del 5,2%, el peor dato de la serie histórica, duplicando la caída que se produjo en el primer trimestre de 2009 en el peor momento de la crisis financiera. También la disminución producida en ese período en el gasto de los hogares (-7,5%), en la inversión (-5,3%), o la demanda interna (-4,3%), alertan de la posibilidad de que esa asimetría entre la recesión y la recuperación resulte tan pronunciada que nos lleve a una crisis en forma de “U”, o incluso de “L”, si la política económica no fomenta rápidamente el empleo y la inversión.
El establecimiento de restricciones a la actividad empresarial, como la prohibición de despidos, la aprobación de políticas de gasto no selectivas y limitadas en el tiempo, como una renta básica universal permanente, o una subida de impuestos en medio de una doble crisis de oferta y demanda, no son precisamente las más adecuadas para salir de la crisis.
[1] Eva Valle: “La reacción de la Unión Europea ante el Covid-19”, Fedea, Apuntes-2020/03 (marzo de 2020), páginas 2 y 3.
[2] Rafael Doménech: “Una crisis profunda, pero con una persistencia evitable”, El Confidencial, 17 de marzo de 2020.
[3] José E. Boscá, Rafael Doménech y Javier Ferri: “El impacto macroeconómico del coronavirus”, Nada es Gratis, 25 de marzo de 2020.
[4] José E. Boscá, Rafael Doménech y Javier Ferri: “El impacto de las medidas económicas en la crisis del coronavirus”, Nada es Gratis, 26 de marzo de 2020.
[5] José E. Boscá, Rafael Doménech y Javier Ferri: “El impacto macroeconómico del coronavirus”, Nada es Gratis, 25 de marzo de 2020.
[6] Banco de España: “Escenarios macroeconómicos de referencia para la economía española tras el Covid-19”, 20 de abril de 2020, página 4.
[7] Funcas:”El gran confinamiento de la economía española”, 2 de abril de 2020, página 2.
[8] Funcas:”El gran confinamiento de la economía española”, 2 de abril de 2020, páginas 6 a 8.
[9] Fedea: “Aspectos económicos de la crisis del Covid-19”, Boletín de seguimiento nº 1, 20 de abril de 2020, páginas 17-18.
[10] Jose María Romero Vera: “Impacto del Covid-19 y perspectivas para la economía española”, Equipo Económico, 17 de abril de 2020.