El nacionalismo catalán va perfilando el discurso que señala las causas del retroceso del uso de la lengua catalana en Cataluña. Fundamentalmente, son dos: la dependencia de Cataluña y las olas migratorias. Un discurso que encubre intereses y puede provocar un conflicto entre las dos fuerzas nacionalistas –Junts y ERC– hegemónicas. Un conflicto que quizá podría extenderse más allá de Cataluña.
La dependencia de Cataluña –esto es, la autonomía– habría conducido a un bilingüismo que, finalmente, por la voluntad expresa de los ciudadanos, se ha transformado en un neomonolingüismo en lengua española. Cosa que anularía el sueño y programa del nacionalismo catalán de reprimir el uso del español en la vida diaria de los viejos y nuevos catalanes. Un fracaso que se intenta contrarrestar por dos vías: una legislación autonómica que acaba siendo un fraude de Constitución; una publicidad, amable y agresiva, que identifica la lengua catalana con Cataluña y asegura la inclusión social en la región. Dos vías fracasadas a las que hay que sumar el empeño del nacionalismo catalán –añadan el Partido de los Socialistas de Cataluña– para conseguir que la lengua catalana sea también oficial en la Unión Europea. Un paso más –de momento, fracasado– en el proyecto de substitución lingüística que se propone arrinconar la lengua española en Cataluña.
De la dependencia de Cataluña a las olas migratorias. El nacionalismo catalán detecta que gran parte de la emigración proviene del norte de África y de Hispanoamérica. Observa también que muchos niños nacidos en Cataluña –una tasa de fertilidad superior a la autóctona– son de madre no nacida en Cataluña. De todo ello, deduce que esos niños aprenderán el catalán en la escuela, pero no lo hablarán en su vida diaria. Otro dato: los niños catalanes de madres nacidas en España hablan mayoritariamente el español. Otra constatación: en 2023, solo un tercio de los niños nacidos en Cataluña son de una familia catalanoparlante. Y ahí están unas estadísticas oficiales que, de forma reiterada, afirman que el español es la lengua habitual de los catalanes (48,6 %) mientras que el catalán lo es del 36,1 %.
Un fracaso lingüístico –también, político– que se quiere contrarrestar con una política migratoria propia –de ahí, las exigencias de Junts y ERC– que, por lo demás, busca neutralizar las encuestas que constatan el ascenso de Aliança Catalana, partido nacionalista catalán de orientación xenófoba. No son los únicos, por cierto.
Con la política migratoria propia, Junts y ERC intentan neutralizar/combatir uno de los problemas que llevan al retroceso de la lengua catalana en su feudo: la dependencia de Cataluña. Si Cataluña acaba teniendo su política migratoria propia –“Somos una nación y tenemos derecho a la política migratoria propia”–, el nacionalismo catalán habrá dado un paso en la acumulación de fuerzas independentistas vía segregación o expulsión. Y algo más, si tenemos en cuenta que el nacionalismo catalán siempre ha creído que la supervivencia de la lengua catalana depende de la instauración de una República Catalana Independiente de Cataluña.
Al respecto, hay un discurso pronunciado por Lluís Companys, que está en el origen del asunto que nos ocupa, al ser elegido Presidente del Parlamento de Cataluña, que lo explica todo y más: “Renacido el espíritu inmortal de nuestra raza, tomo posesión victoriosa de esta fortaleza, para celebrar de nuevo Cortes nuestras, que dictarán leyes nuestras, en lengua nuestra” (6/12/1932). Palabras clave: raza y nuestro.
Resulta que, como se decía al inicio de estas líneas, la política migratoria propia puede generar algún conflicto. Resulta que ERC, un partido en declive, ha decidido reorientar el rumbo y desplazarse –hay que marcar perfil frente a Junts con una estrategia distinta– hacia la socialdemocracia y el multiculturalismo, sin que ello signifique –todo lo contrario– abandonar la obsesión catalanizadora. El multiculturalimo obliga a reivindicar una política migratoria propia progresista que no rima con la de Junts. Objetivo: remontar una militancia que va de capa caída transformándose –ERC ha estudiado detenidamente las encuestas sobre el uso del catalán antes citadas– en el partido catalán de los catalanes trabajadores y la emigración. De paso, como quien no quiere la cosa, ERC pretende que la unión socialdemocracia-emigración atraiga a militantes y votantes del PSC, los Comunes, la CUP y Aliança Catalana. Cosa que le lleva a enfrentarse con un Junts que no parece comulgar con la idea republicana. Una postura comprensible si tenemos en cuenta que Junts y ERC viven del desencuentro mutuo. Lo que está por ver es si ese desencuentro se extiende o se refleja en el Congreso cuando se debata el asunto migratorio.