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La paradoja de Chile

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Se ha celebrado la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Chile. Han votado 6,5 millones de chilenos sobre 13 millones registrados para votar (baja participación). En los comicios del domingo ha obtenido un holgado triunfo la izquierda, liderada nuevamente por Michelle Bachelet. Aunque no le valió para obtener la victoria definitiva. Alcanzó el 46,68% de los votos. Habrá segunda vuelta y se enfrentará a Evelyn Mattei, que obtuvo el 25 por ciento de los sufragios.

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Guillermo Hirschfeld, coordinador para Iberoamérica de la Fundación FAES


Se ha celebrado la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Chile. Han votado 6,5 millones de chilenos sobre 13 millones registrados para votar (baja participación). En los comicios del domingo ha obtenido un holgado triunfo la izquierda, liderada nuevamente por Michelle Bachelet. Aunque no le valió para obtener la victoria definitiva. Alcanzó el 46,68% de los votos. Habrá segunda vuelta y se enfrentará a Evelyn Mattei, que obtuvo el 25 por ciento de los sufragios.

Las principales claves de estos comicios son las siguientes:

1) En estas elecciones se presentaron nueve aspirantes presidenciales, 67 candidatos para obtener un escaño en la Cámara Alta y así renovar la mitad del Senado (20 de 38), 470 candidatos para renovar toda la Cámara de Diputados (120 bancadas) y 1.382 postulantes para 278 cargos de consejeros regionales. La victoria amplia de Bachelet no ha tenido una correspondencia en los resultados de los candidatos al Senado y la Cámara de Diputados de su frente de izquierdas. Nueva Mayoría –es la denominación del conglomerado que une a la concertación con otras fuerzas políticas– logrará una mayoría en ambas cámaras, pero el apoyo a esa coalición en el poder legislativo está por debajo del respaldo recibido por Bachelet. Aunque la izquierda logra mayoría en ambas cámaras, todo parece indicar que la Concertación no ha obtenido las mayorías cualificadas que necesitaba para reformar la Constitución (3/5 y 2/3, dependiendo de los capítulos), pero sí la mayoría de 4/7 necesaria para cambiar las leyes que involucran grandes cambios institucionales, como la reforma de la Ley Orgánica de la Educación.

2) Los comunistas pueden volver al poder después de 40 años, puesto que esta vez han ido juntos con la concertación en la coalición de partidos que ha ganado. La última vez que los comunistas estuvieron en el Gobierno fue con la Unidad Popular (UP), el grupo de partidos de izquierda que llevó al Palacio de la Moneda en 1970 a Salvador Allende.

3) Los éxitos económicos por si solos no alcanzan, lo que ha sucedido en el país sudamericano es una buena muestra. Hace cuatro años escribí que Chile había conseguido diseñar una alternativa viable, con propuestas y con buenos equipos necesarios para liderar reformas ambiciosas en su país. Aunque los datos así lo acrediten, sin embargo, quizá lo que ha faltado es política. Porque son pocos los que pueden comprender esta debacle con los siguientes números mágicos: en materia económica, el país creció a un promedio del 5,5% anual; la inflación se contuvo y está por debajo del 3%, y el desempleo bajó del 9,6 a sólo el 6%, creando cerca de un millón de puestos de trabajo que era la meta prometida. Sin embargo, se echó de menos la destreza política para lograr poner frente a los ojos de los chilenos que muchos de esos logros fueron por las políticas que se implantaron.

4) Sebastián Piñera hizo un buen gobierno, pero no ha podido en su Administración ser el líder que articule una narrativa política clara con estructuras partidarias sólidas y unidas. Faltó una estrategia capaz de encauzar dos variables: que los logros fueron producto de una potente gestión; y segundo, hacer de esa exitosa gestión un proyecto político ganador que logre convencer a la sociedad civil chilena. Es cierto que a la derecha se la juzga por los resultados y a la izquierda por las intenciones, pero con ello ya se contaba y no sirve de excusa. Piñera se va de la Moneda con un 40% de popularidad; su antecesora, hoy ganadora de estos comicios, se retiró con el doble.

5) En materia política, si bien es cierto que Piñera logró darle un giro de legitimidad democrática a la derecha chilena –pues ha sido el primer presidente de la Alianza en gobernar Chile después de la dictadura de Pinochet–, no es menos cierto que no pudo lograr generar un relato consistente en el plano político para obtener la continuidad del proyecto que encarnaba

6) Éste es uno de los resultados más duros que ha sufrido la derecha chilena desde el regreso a la democracia, mensurable en cifras y escenificado en la fractura y debilidad que se palpa dentro los partidos que forman parte de la Alianza. Pero la peor pesadilla, el escenario de una victoria aplastante de Bachelet en primera vuelta con mayorías cualificadas, no se cumplió enteramente. Además, en política todo es posible y, hasta el 15 de diciembre, todo puede suceder.

7) Aunque se da por descontado el triunfo de Bachelet en segunda vuelta, el anunciado huracán Bachelet no se hizo sentir con la magnitud esperada. Esto puede generar desilusión por las muy altas expectativas depositadas en ella, tanto en votos como en promesas.

8) El interrogante que hoy surge es el siguiente: ante la victoria, la izquierda de Chile pueda perder el norte y ser capaz de caer en la tentación de romper las políticas de Estado, los consensos y la sensatez que han regido hasta ahora el país, y esto puede llevar a un discurso radical que no sólo sería pernicioso para Chile sino para procesos que se habían comenzado a impulsar con éxito, en términos regionales, como la Alianza del Pacífico.

9) Cómo y quiénes serán los encargados de rearmar todo lo que está a la derecha de la izquierda en Chile, en caso de no poder dar vuelta a este resultado. En todo caso, cualquier excentricidad que pretenda volver a un pasado que lo aleje de los valores democráticos y modernos, o la propia negación del legado y de los logros obtenidos por el Gobierno de Piñera, pueden ser dos atajos tanto peligrosos como tentadores en la desesperación de aquellos que sólo entienden al elector como un número. Sin embargo, estas excentricidades simplemente lograrían acelerar el desmoronamiento de un proyecto que ilusionó a la mayoría de los chilenos hace cuatro años. Un estratégico y reflexionado proceso de reconstrucción debería comenzar necesariamente hoy, aprovechando la unión que se puede generar en torno al temor que despiertan ciertas propuestas de Bachellet, y no después del ballotage.

Por el bien de Chile y de la región, ojalá triunfe tanto en la izquierda como en la derecha la amplitud de miras que hizo a Chile uno de los países con la arquitectura institucional más seria de Iberoamérica. Esperemos que la madurez democrática chilena prevalezca sobre la voluntad de aquellos que ignoran lo difícil que es volver a construir el camino de la prosperidad cuando se destruye.

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