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La simplificación regulatoria, olvidada en los planes de reconstrucción

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Diego Sánchez De La Cruz es profesor asociado en IE y analista económico y político


La primera reacción del Gobierno de España ante la pandemia del coronavirus fue mirar hacia otro lado. Durante semanas y semanas, el Ejecutivo de Pedro Sánchez rehusó tomar medidas orientadas a prevenir la propagación del patógeno, una actitud irresponsable que ha terminado colocándonos en los puestos de cabeza de los rankings internacionales de muertes provocadas por el patógeno. Cuando al fin movió ficha, el Ejecutivo impuso un confinamiento mucho más estricto que el de otros países de nuestro entorno. Aunque la mortalidad se concentra en más de un 95% en la población de más de 60 años, y a pesar de que muchos sectores económicos podían haber seguido funcionando gracias a medidas de prevención y adaptación, las medidas de aislamiento provocaron un cerrojazo absoluto de nuestro sistema productivo. Peor aún, las continuas prórrogas del estado de alarma y la torpeza a la hora de desarrollar una desescalada ágil y segura han hecho que las proyecciones de caída del PIB, que a finales de marzo rondaban el 5%, se muevan ahora en un escenario mucho más desfavorable, con el propio Gobierno instalado en una proyección que anticipa un desplome de la producción superior al 10%. España ha reaccionado tarde y mal y también ha reabierto tarde y mal.

Ahora que el daño ya está hecho, es importante mover ficha para desarrollar una agenda de política económica capaz de relanzar el crecimiento y minimizar los costes sociales de la crisis. La política fiscal sería una palanca esencial en tiempos normales, pero el margen de actuación por esta vía es muy limitado, puesto que España cerró 2019 con una deuda superior al 95% del PIB y el primer aumento del déficit público desde los peores momentos de la Gran Recesión. Toca, pues, buscar oportunidades de crecimiento en otros ámbitos de la política económica.

En este sentido, la mejora del entorno normativo en el que se mueven las empresas y los trabajadores parece una fórmula más necesaria que nunca. En los últimos cuarenta años, la capa regulatoria se ha multiplicado por cuatro y la unidad de mercado ha quedado fragmentada por una maraña de normas autonómicas. Llega, pues, el momento de echar la vista atrás y tumbar las distorsiones y trabas que, a lo largo del tiempo, han contribuido a esclerotizar nuestra economía, creando restricciones que minan la libertad económica y, por esa vía, reducen nuestro potencial de crecimiento.

El académico danés Christian Bjørnskov ha publicado diversos trabajos que muestran la fuerte correlación existente entre un entorno de regulación poco intervencionista y una mayor capacidad para salir delante de los periodos recesivos que sufren nuestras economías. Ahondando en esta línea, un grupo de expertos vinculados al American Institute for Economic Research acaba de publicar un ensayo en el que exponen diversos argumentos en pro de una estrategia de desregulación capaz de aumentar el potencial de crecimiento de la economía y reducir de este modo el impacto social de la pandemia.

En UnfreezeDarcy W. E. Allen, Chris Berg, Sinclair Davidson, Aaron M. Lane y Jason Potts sugieren que la mayoría de gobiernos de Occidente están apostando por “congelar” la economía a base de desplegar ayudas varias con las que se pretende sostener los modelos productivos propios de un tiempo anterior al coronavirus. Sin embargo, el shock que ha supuesto el patógeno afecta a nuestras estructuras de forma profunda, alterando los patrones de oferta y demanda e introduciendo nuevos equilibrios de precios. Para resincronizar lo antes posible tales diferencias, es fundamental que los gobiernos den un paso atrás y no un paso al frente. Cuantas menos trabas innecesarias enfrente el sector privado, más fácil será relanzar la producción, recuperar el empleo perdido y generar suficiente riqueza como para dejar atrás esta situación tan grave.

Esta advertencia evoca las tesis de Björn Weigel y Fredrik Erixon, que publicaron en 2016 un brillante ensayo titulado The Innovation Illusion y centrado en denunciar la sobrerregulación existente en buena parte de las economías occidentales. La pandemia del COVID-19 nos obliga a rescatar estas ideas. De igual modo que un buen hacendista entiende que la clave nunca ha sido gastar más, sino gastar mejor, el regulador de la nueva era que nos deja el patógeno puede hacer mucho bien si entiende que no se trata de regular más, sino de regular mejor.

Solo con un enfoque flexible que reduzca las limitaciones aplicadas al sector privado saldremos de la emergencia sanitaria y económica de forma ágil, con mercados más pujantes y flexibles, capaces de absorber mejor el doble golpe que ha sufrido nuestro sector privado, afectado primero por el coronavirus y después por la incompetencia con la que el Gobierno español ha respondido a la pandemia.