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La tajada de Andoni

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Vicente de la Quintana es colaborador de la Fundación FAES

En octubre de 2008, en fase avanzada de incubación de la Gran Recesión, Josu Erkoreka, portavoz del grupo nacionalista vasco en el Congreso, declaraba en un medio local: “Hemos sacado una tajada excelente para Euskadi”. Y añadía: “Una tajada que además de ser excelente para Euskadi es una aportación que va más allá de los intereses de Euskadi y aporta gran estabilidad económica a todo el Estado”. Los favores presupuestarios obtenidos del Gobierno Zapaterohabían sido propiciados, decía, por un “gran gesto de responsabilidad solidaria con todos los habitantes del Estado”. Es decir, elPNV había tenido “un gesto” apoyando aquellos Presupuestos. Tan desajustados, por cierto, respecto a la dimensión de una crisis que se quería minimizar. A cambio, la “tajada”: transferencias que supusieron al Estado un gasto anual de 85 millones de euros. Todo por responsabilidad institucional. Erkoreka, eso sí, matizaba que el acuerdo tenía “el alcance que tenía” y no “disipaba otras diferencias con el PSOE de tipo estratégico e ideológico”. Hoy ya sabemos hasta qué punto cualquier gobierno debe vigilar su espalda una vez el PNV haya terminado de pasar la boina.

En una época de aceleración, bruscas mutaciones, fragmentación de los espacios políticos y polarización partidista, puede que a muchos resulte entrañablemente conmovedor el mantenimiento de ciertos usos y costumbres en la política española. La dinámica del PNV “en Madrid” es inalterable en lo de “sacar tajada”. Cambian las metáforas, un poco, y siempre con ese regusto evocador de la tierra que va de lo gastronómico a lo museístico (de ‘mus’, claro). Así, hemos escuchado recientemente las palabras de Andoni Ortúzar con emocionada familiaridad: “EH Bildu puede intentar jugar ‘a la pequeña’ en Madrid, pero el PNV ‘a la mayor, a los pares y al juego’”. Lo decía recordando la investidura de Pedro Sánchez: “Ahora él nos tiene que pagar a plazos, en diferido”. Ortúzar hacía tan poco delicadas consideraciones recordando además que no es incompatible que PNV y EH Bildu puedan ser “decisivos” en Madrid, aclarando que “cada uno tiene el papel y las posibilidades que tiene” a la hora de “jugar la partida”.

Se le ve inquieto al PNV con los arrumacos que se prodigan el Gobierno y los testaferros políticos de ETA. Creerá que peligran sus amarrakos. Hoy por hoy, cualquier pareja de mus, hasta la más insensata, tiene posibilidades. Y al PNV le alarma la competencia en eso de renegar de España mientras se la ordeña.

Gabriel Moral Zabala, que militó de joven en las juventudes del PNV, encarcelado y torturado bajo el franquismo, fue luego uno de los críticos más perspicaces del nacionalismo vasco, como recuerda Jon Juaristi. Suya, de Moral Zabala, es la frase: “Los nacionalistas vascos no quieren dejar de ser españoles. Lo que quieren es ser españoles de primera”. Juaristi recuerda que Arzalluz defendía hace treinta años la necesidad de que España procurase contentar a los vascos “como en los tiempos del padre Larramendi”. Remata Juaristi: “En eso consiste, efectivamente, lo de ser vasco. En disfrutar de lo lindo siendo español con fueros y en portarte como un indio bravo avasallado por los blancos cuando amenazan con tocártelos (los fueros, quiero decir). Pero otro de los aforismos inmarcesibles de Gabriel Moral rezaba así: ‘Hay indios de pradera y hay indios de jardín’”.

En breve tendrán lugar las elecciones autonómicas y se dirá que los vascos están condenados a optar entre dos formas de hacer el indio. Porque en el grasiento figón en que va convirtiéndose la vida política española se ha querido dar entrada hasta la cocina a los que han hecho de la justificación del crimen su razón de ser. Al fin y al cabo, Bildu también puede “estar al plato y a las tajadas”. En la timba en que se ha ido convirtiendo el parlamentarismo español, el tapete ha terminado por estrechar la complicidad del Gobierno con todos los que se han pasado la vida apostando por la voladura de la nación sin reparar en ningún medio.